Capitulo 2

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Roberta sintió que el corazón le daba un vuelco. Sentía una extraña sensación de mareo, la cabeza le daba vueltas. El irritado escrutinio de él se había convertido en una mirada provocativa y sexy.

-No pareces una mujer de la limpieza, yo nunca he visto ninguna igual -dijo él al fin en un tono de voz duro y profundo.

-¿Y has visto muchas? -inquirió Roberta sin comprender hasta más tarde lo impertinente de su pregunta.

Lo cierto era que ella no había sido la primera en atacar. Los ojos de él expresaban sin ningún género de dudas aquella actitud masculina arrogante y sexualmente excitada que Roberta tanto detestaba.

-Roberta... hay una Roberta Pardo en el servicio de mantenimiento - intervino el hombre mayor al que el otro había llamado Francisco -. Pero se supone que trabaja en la octava planta, y el servicio de seguridad no le ha concedido ningún permiso para subir aquí. Voy a ordenar al supervisor que venga inmediatamente a identificarIa.

-No, deja ese teléfono.Cuanta menos gente se entere del incidente, mejor. Toma asiento, Roberta - añadió Diego soltándole la muñeca y acercándole una silla.

-Pero es que yo...

-iSéntate! -gritó él como si estuviera tratando con un animal doméstico al que tuviera que adiestrar.

Roberta, atónita ante aquella forma de dirigirse a ella, se dejó caer sobre la silla con la espalda rígida y el corazón acelerado. Había entrado donde no debía, pero se había disculpado. Lo había hecho todo excepto arrastrarse por el suelo, reflexionó resentida.

-Quizá quieras explicarme qué estás haciendo en esta planta, por qué has entrado en este despacho en particular y por qué te has escondido a escuchar detrás de la puerta -dijo Diego con dureza y precisión.

Hubo un silencio. Roberta se preguntó si serviría de algo echarse a llorar, pero aquellos ojos marrones paralizaron su corazón. Aquel hombre la trataba como si hubiera cometido un asesinato, así que lo más inteligente era ser sincera.

-He estado teniendo problemas con un ejecutivo que trabaja siempre hasta tarde en la octava planta -admitió Roberta inquieta.

-¿Qué clase de problemas? -preguntó Francisco.

Diego dejó que su intensa mirada vagara provocativa por la tensa figura de Roberta, deteniéndose sobre los pechos moldeados por el delantal, y las perfectas piernas. Luego sonrió y torció la boca mientras un mortificante rubor subía a las mejillas de ella y coloreaba su piel.

-Mírala, Fran, y luego decime si todavía necesitas que te explique de qué tipo de problema se trata - intervino Diego.

-Le mencioné mi problema a la chica que limpia esta planta -continuó Roberta con respiración entrecortada-, y le pedí que me cambiara por una noche. Después de mucho insistir accedió, y me advirtió que no atravesara las puertas dobles pero... por desgracia hay dos pares de puertas dobles en esta planta.

-Eso es cierto -concedió Diego

-Me equivoqué de puertas, y estaba a punto de salir cuando escuché pasos y comprendí que venía alguien. Tuve miedo de que fuera un guardia de seguridad, porque eso le hubiera podido causar problemas a Lupita, por eso me escondí detrás de la puerta. Fue una estupidez...

-Por aquí no ha venido nadie de seguridad desde las seis -intervino el hombre mayor-. Y cuando llegaste vos, Diego, hace unos diez minutos, la planta estaba vacía.

-Bueno, no sé quién era el que subió. Estuvo parado delante de la puerta unos veinte segundos, y luego se marchó... -añadió Roberta mientras su voz se iba desvaneciendo, sin comprender por qué aquellos hombres ponían en entredicho su explicación.

Diego dejó escapar el aire contenido con un silbido, dio un paso atrás y se apoyó sobre el borde de una mesa mirando al otro hombre con ansiedad.

-Vete a casa, Fran, yo me ocuparé de esto.

-Mi deber es quedarme y solucionar este problema...

-Tenes una cita para cenar -le recordó Diego seco-. Y llegas tarde.

Francisco lo miró a punto de protestar pero después, al ver la expresión expectante de su jefe, asintió

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora