Capitulo 45 ÚLTIMOS CAPITULOS!

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Dias despues..

Roberta había visto la sauna y el gimnasio de la planta baja de la enorme mansión, y se disponía a inspeccionar la piscina cubierta.

-Creo que esta casa te gusta -murmuró Diego.

-Sí, me gusta más al natural que en el vídeo que nos mandó el agente -aseguró Roberta.

-Entonces lo único que tenemos que hacer es mudarnos.

-¿A vos también te gusta? - preguntó ella girándose hacia él.

-Tiene de todo, así que la compramos.

-¡Será una casa maravillosa para nuestra familia! - exclamó Roberta arrojándose a sus brazos-. No irás a comprarla sólo por mí, ¿verdad?

-¿Me crees capaz de una cosa así?

-Sí -suspiró Roberta-. Pero es aquí donde vamos a vivir, y por eso es importante que te guste tanto como a mí. Así que decime, ¿qué te parece?

-Será una buena inversión -contestó Diego encogiéndose de hombros. Roberta gruñó-. Y la localización es excelente...

-¡Diego!

Diego la estrechó entre sus brazos dejando que la expresión seria de su rostro se desvaneciera.

-Saltas por cualquier cosa, señora Bustamante. Me encanta la casa, ¿de acuerdo?

-Siento haberte arrastrado a ver todas las demás, temía que hubiera alguna que valiera la pena. En realidad en cuanto vi ésta en el vídeo supe que era exactamente lo que quería, por eso la dejé para el final.

Roberta subió a la limusina en estado de éxtasis. Llevaban casados un mes. Habían pasado tres gloriosas semanas en Chindos, y Roberta se sentía tan feliz que creía vivir en el paraíso. Al principio había temido que la vuelta acabara con la magia de su matrimonio, pero nada había cambiado a pesar de estar Diego tan ocupado.
Aquella noche, en el departamento del ático, Diego salió del baño con el cabello mojado y una toalla enrollada en las caderas.

-Roberta... tengo que decirte algo.

Roberta se sentó en la cama y sonrió.

-¿Ocurre algo?

-No, no ocurre nada malo -aseguró Diego-. Mañana por la mañana volaré a París a ver a Mia - Roberta parpadeó-.
Naturalmente, espero que eso no sea un problema entre nosotros dos. Yo soy quien le lleva todos sus intereses financieros desde que su padre murió.

Roberta se quedó helada ante aquella nueva revelación.

-¿Y por qué no me lo habías dicho antes?

-Para ser sinceros no creo que eso tenga relación con vos, es una responsabilidad que acepté mucho antes de conocerte - Roberta se puso pálida. Aquello no era sinceridad, era sencillamente brutalidad.
Diego, impaciente, dejó escapar el aire contenido-. Quiero que seas sensata, yo veo a Mia con regularidad...

-¿Sensata?

Su marido se veía regularmente con su peor enemiga. Y ella tenía que mostrarse sensata. Diego se acercó a la cama y se sentó. Luego la tomó de la mano, pero Roberta la apartó.

-¿Es que no puedes comportarte como un adulto? - la censuró él poniéndose en pie - . Comprendo que te sintieras insegura al principio, cuando nos casamos...

-¡Qué sensible!

-Pero ya has tenido tiempo de...

-¿Te parece?

-Lo que a mí me parece es que no tenes alternativa - soltó Diego de pronto mirándola con ojos helados.

-Siempre hay una alternativa, Diego.

-En este caso no -la contradijo él-. Seguiré llevandolos asuntos financieros de Mia mientras ella lo desee, así que voy a seguir viéndola. Es así, y vos debes aceptarlo.

-Pues es algo que no puedo aceptar -aseguró Roberta levantando la cabeza bien alta, con las mejillas coloradas, furiosa de pronto consigo misma -. ¡Qué estúpida he sido! Toda mi vida he vivido sola, y ahora... pero quería que nuestro matrimonio funcionara, que no nos separáramos nunca...

-¿Qué estás tratando de decirme?

-Te niegas a aceptar que Mia me amenazó y trató de hacerme chantaje para que abortara, ¿verdad?

-¡Por favor, basta ya, no insistas en esa estupidez!

-No me crees. Muy bien. Perfecto -contestó Roberta dando un piña en la almohada y acostándose-. Es bueno saber dónde está tu lealtad, Diego, saber que te casaste conmigo pensando que era una mentirosa...

-Pero una mentirosa muy linda... -susurró Diego con voz suave y amable.

-¡No bromees con las cosas importantes! -lo censuró Roberta-. Si te vas a París yo me voy.

-De ningún modo vas a marcharte...

-¡Por supuesto que sí! Confías en ella más de lo que confías en mí, así que ésa es tu elección - respondió Roberta con amargura -.¡O te deshaces de ella o yo me voy! ¡No te quiero si no puedes darme siquiera una centésima de tu lealtad!

-No hay problema -contestó Diego en voz baja. Roberta lo escuchó alejarse de la habitación. Entonces se levantó de la cama, abrió la puerta y gritó:

-¡Lo digo en serio, Diego! Diego se volvió hacia ella y la miró con ojos airados.

-Haz lo que te de la gana, yo me voy mañana a París, y no pienso darme prisa en volver.

-Diego... no estoy mintiendo. Escúchame...

-¡No, escúchame vos a mí! No sos mi dueña, no puedes decirme lo que tengo que hacer, a dónde tengo que ir ni con quién. ¿Has comprendido bien eso? ¡Cuando hayas logrado controlar ese ataque de celos llámame! Pero no tardes demasiado, al fin y al cabo Mia es mucho más de lo que sos vos - murmuró Diego despectivo.

Roberta sintió que el color y la ira se desvanecían de sus mejillas. Diego juró en griego y se volvió hacia ella, pero Roberta le cerró la puerta en las narices echando el pestillo.

-¡Roberta, abrí la puerta!

Las lágrimas resbalaron por las mejillas de Roberta, que se hizo un bollito en la cama. «Mia es mucho más de lo que sos vos», repitió Roberta en silencio. Por fin Diego había revelado sus sentimientos en un momento de ira, y las comparaciones que seguía estableciendo la herían terriblemente. «Es más importante escoger a una compañera con inteligencia», había dicho él en una ocasión. ¿Y qué había de inteligente en su precipitada boda?, se preguntó Roberta sollozando en la cama.

Durante las últimas semanas él había fingido ser feliz, y lo había hecho a la perfección. Pero en el fondo de su corazón Diego sabía que ella no era más que la peor alternativa. Y Roberta no podía vivir con él así...

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora