Capitulo 18

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-Para mí sí lo era -le confió Diego en voz baja-. ¿Tenes hambre?

-No, en realidad no.

-Pues yo no recuerdo cuándo comí por última vez - musitó él reflexivo.

-¡Qué sensible!

Diego la soltó y rodó por la cama hasta alcanzar un teléfono interno por el que ordenó que les llevaran comida. Luego, tomando su mano, la arrastró fuera de la cama junto a él. Con los brazos envueltos sobre sí misma, como si tuviera frío, Roberta caminó hasta el baño y lo observó abrir el grifo de la ducha. De pronto se sintió tremendamente tímida. Se veía arrastrada hacia la más profunda intimidad sexual. Diego la metió en la ducha con él ignorando su vergüenza deliberadamente, o quizá sin darse cuenta.

-Sos muy chica de verdad -suspiró.

-No tanto -musitó Roberta, sintiendo que Diego la contemplaba de arriba abajo.

-Estabas tan graciosa en el aeropuerto con aquel abrigo tan largo... eras como una niña pequeña toda vestidita - Roberta no supo qué responder-. ¿Por qué te has quedado tan callada?

-No llevo nada de ropa, y no tengo por costumbre mantener conversaciones en la ducha.

Diego rió. Luego la abrazó y la levantó como si fuera una muñeca, enlazándole los brazos a su cuello. La sujetó a su altura y la miró a los ojos, intensamente.

-¿Estás tomando la píldora anticonceptiva?

Roberta frunció el ceño y se ruborizó. No entendía por qué le hacía semejante pregunta cuando era él quien había tomado precauciones en aquella ocasión.

-No.

-Eso pensé. El preservativo se ha roto -la informó Diego sin parpadear, escueto.

-¡No...! -exclamó Roberta perdiendo el color al comprender las consecuencias que ello le podría acarrear.

-Si ocurre algo... lo cual, creo, es poco probable lo solucionaremos entre los dos, juntos -añadió Diego admirando sus labios abiertos y besándola lenta, dulcemente y con boca experta.

Asustada por un instante ante la pesimista imagen de una vida arruinada por un embarazo no deseado Roberta trató de pensar en algo más alegre. Llevaba veinticuatro horas viviendo fuera de la realidad, y no tenía ninguna prisa por volver a ella.

-Tengo planes para vos -admitió Diego entre beso y beso, mientras ella temblaba -. Vas a disfrutar de estar conmigo.

Juntos hicieron un pícnic sobre la cama. Comieron langosta y ensalada griega. Roberta no había probado nunca la langosta, y estuvo a punto de desmayarse cuando la vio sobre el plato. No dejó de dar pequeños sorbos de vino hasta que Diego tomó su vaso, y entonces ella lo imitó. Su ignorancia la hacía sentirse violenta y le recordaba lo diferentes que eran los mundos de ambos.

-Gracias por lo que me dijiste antes en la playa -murmuró Diego -. Me ha ayudado a ver las cosas con más perspectiva. Si mi padre o yo hubiéramos sospechado en algún momento el poco tiempo que nos quedaba habríamos corrido a reconciliamos. La gran ironía de la vida es que en realidad yo ya estaba trabajando en esa dirección.

-¿En qué sentido?

-Esa conversación que oíste -le recordó Diego -. La empresa que había planeado comprar perteneció a mi padre, él la había perdido hacía tiempo. Pensaba ofrecérsela como una rama de olivo.

-¡Oh, Diego! -suspiró Roberta enternecida-. Por eso era tan importante que te acompañara.

-Pero aún tengo mis recuerdos. Mi padre era una persona fuerte, vital. Vivía la vida plenamente. Y no hubiera querido que lo recordara con tristeza.

-Explícame la importancia de esa conversación que escuché -lo invitó Roberta tratando de evitar la tristeza y la oscura vulnerabilidad de sus ojos y de distraerlo.

-Digamos que tenemos dos empresas, A y B - comenzó a explicar Diego -. Primero compras el stock de la empresa A, y después dejas correr el rumor de que estás interesado en adquirirla. Los precios de ese stock suben. Entonces vendes el stock a un
precio más alto. Y luego, sin previo aviso, te lanzas sobre la empresa B, en la que los valores del stock no se han incrementado, y te sitúas como propietario de una empresa a un buen precio.

-Es enrevesado.

-Sí, así es como me consideran en los negocios - confirmó Diego sin ofenderse lo más mínimo -. Pero si mis verdaderas intenciones salieran a la luz el precio del stock de la compañía B se dispararía y no compraría.

Roberta apartó los platos de la cama. Cuando volvió al dormitorio Diego estaba dormido. Su corazón, que se había derretido como el caramelo, volvió a agarrotarse al verlo. Parecía exhausto, pero mucho más en paz de lo que lo había estado a lo largo de todo aquel día. Por una vez en su vida Roberta se iba a dejar llevar. Por norma era muy precavida, prefería verlo todo en nítidos tonos blancos y negros antes de arriesgarse. Pero en esa ocasión era demasiado tarde...

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora