Capitulo 37

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-Vos no crees lo que te dije de Mia, ¿verdad? -preguntó Roberta a su vez.

-No -confesó Diego en voz baja-. Podría mentirte con tal de hacer las paces con vos, pero no voy a hacerlo. Naturalmente comprendo que aquel día estuvieras enojada, no sabías nada de Mia, y ella... no se dio cuenta. Si ella lo hubiera sabido nunca se habría acercado a vos - Roberta apretó los labios. Era evidente que Diego nunca iba a creer su versión. Conocía a Mia de toda la vida, y su confianza en ella era absoluta. ¿Cómo podía vivir con eso?-. Roberta...la noche en que
descubriste que estabas embarazada tomé una decisión equivocada. Pensé que no era el momento más adecuado para contarte lo de Mia.

-Pero quizá nunca me lo hubieras contado.

-Vos ya tenías encima la suficiente presión. Y, de todos modos, el asunto de Mia era algo a lo que me tenía que enfrentar yo solo.

-Te sentías culpable con respecto a ella -respiró Roberta tensa.

-¿Y cómo crees que podía sentirme?

-¿La... amas?

-¿Qué tiene que ver el amor con esto?

Aquel silenció a Roberta. Era una respuesta que decía mucho, y al mismo tiempo no decía nada. Amara o no a Mia se casaría con ella, pues esperaba un hijo. ¿Pero cuánto tiempo permanecería con ella? ¿Tendría Mia razón? Y, por otro lado, si se casaban, ¿Qué tenía ella que perder? Sería su mujer durante una temporada, y su hijo sería legítimo. Aquello quizá no fuera importante socialmente, pero sí lo era para Roberta después de la experiencia de su padre.

-Lo primero es el niño, después nosotros -declaró Diego entonces, poniendo punto final a la discusión.

Aquello sonaba a receta para el desastre a oídos de Roberta, pero lo que en el fondo le importaba en ese momento era que lo amaba.

-Me gustaría casarme en una iglesia, y vestida de blanco. Así que si estabas pensando en un registro civil, lo siento.

Seis semanas más tarde Roberta entraba en la iglesia para convertirse en la mujer de Diego. Llevaba un elegante vestido color crema que ella misma había pagado con sus ahorros. Era como un acto de fe en su matrimonio. Sólo había aceptado usar la tarjeta de crédito de Diego para comprar los complementos.

-Alguien tiene que llevarte al altar -le había dicho Diego por teléfono, desde Ginebra

-Olvídalo... ¿Qué crees que soy? ¿un artículo de consumo? ¡Soy una mujer casi del siglo veintiuno!

-¿Y por qué esa mujer del siglo veintiuno me ha rechazado la penúltima noche antes de nuestra boda?

-Quiero que nuestra noche de bodas sea algo especial. Dijiste que lo comprendías -le recordó Roberta

-Bueno, es que cambié de opinión hacia las dos de la madrugada, cuando tuve que tomar una ducha fría.

Roberta caminó hacia el altar con aquel recuerdo y con una amplia sonrisa. No veía a los invitados que llenaban la iglesia.
Aquel era su día. Y la ceremonia fue muy bonita. Bebió cada palabra que se dijo, cada instante. Pero también se apresuró a pronunciar cada promesa. En el fondo de su mente yacía la imagen de Mia poniéndose en pie y suspendiendo la ceremonia en el último momento.
Por desgracia a Roberta no se le ocurrió pensar que Diego invitaría a Mia al banquete, de modo que fue un shock cuando la vio aproximarse a las puertas de la iglesia.

-Estoy muy feliz por ustedes dos -comentó Mia-. Roberta, espero que no te importe, pero necesito hablar un momento con Diego.

Aquel nuevo aire de vulnerabilidad que había adquirido de pronto la rubia resultó ser un toque mágico que afectó de inmediato a Diego.
Mia lo arrastró a un lado y Roberta se quedó sola, en la escalinata de la iglesia. Y con el correr de los minutos Roberta se fue poniendo cada vez más pálida, más tensa. Los invitados lo observaron todo. Roberta hubiera deseado morir de humillación.
Finalmente el fotógrafo llamó a Diego.

-¡Señor Bustamante, por favor...!

Y sólo entonces Diego volvió al lado de Roberta.

-¡Lo ha hecho deliberadamente! -comentó Roberta impotente una vez que el fotógrafo hubo terminado su trabajo.

-¿Quién? ¿De qué estás hablando?

-¡De Mia!

Un silencio espeso reinó entre ellos. ¿Cómo podía ser Diego tan obtuso cuando se trataba de ella? El respiró hondo.

-Mia es una buena amiga, muy buena -soltó Diego con diplomacia.

-¡Ah, creo que ya lo he entendido!

-Entonces trata de entender esto también: no voy a permitir que nos pongas en un compromiso en público, ni a ella ni a mí. Y esta es mi última palabra. Procura acostumbrarte antes de que pierda la paciencia.

Y con aquella advertencia Diego se volvió y comenzó a hablar con su padrino. Roberta temblaba de ira. No podía creer que él se hubiera atrevido a hablarle así, que no comprendiera lo inoportuno del ruego de Mia.

Diego se volvió hacia ella poco después. Roberta levantó el mentón y dijo:

-No puedes hablarme como acabas de hacerlo, Diego.

-¡Ah!, ¿no? ¡Tenes mucho que aprender de los hombres griegos! Y no dejaré de señalarte cuándo te equivocas.

En aquel momento Roberta pensó que había aprendido lo suficiente. Estaba rabiosa. Pero lo cierto era que no creía estar equivocada. Sin embargo la duda comenzó a corroerla. Subieron a la limusina que los llevaría al Hotel Savoy, donde se celebraría la recepción. La actitud de Mia había sido inconveniente más que hiriente. Y probablemente se debiera más que nada a su inseguridad en su matrimonio y en Diego.

-Dios, éste no es un momento fácil para mí... - murmuró Roberta. Diego contempló aquella mirada confusa e inquisitiva, aquel cambio de actitud tan desconcertante para él-. No sabía que fuera a haber tantos invitados, apenas conozco a nadie. Y además todos tus amigos y tus parientes esperaban que te casaras con Mia.

-Sí, pero...

-Diego, es perfectamente natural que se pregunten por qué te casas conmigo en lugar de con ella, y además tan de repente...
-se ruborizó-. Y si han llegado a la conclusión a la que se suele llegar en estos casos... bueno, la verdad es que es completamente cierto. ¡Estoy embarazada! Es natural que me sienta muy sensible en un día como hoy -Diego apretó la mano de Roberta con firmeza, inesperadamente. Sus ojos dejaron de tener aquella expresión fría y de distancia-. Por eso, quizá, me haya
excedido con lo de Mia...

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora