Capitulo 30

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A la mañana siguiente el mayordomo le llevó el desayuno a la cama. Después Diego la llamó por el interfono y le dijo que había concertado una cita con un ginecólogo para aquella misma mañana.

- Matías Ferrario es amigo personal mío. Si eso te hace sentirte incómoda trataré de arreglarlo de otro modo -aseguró Diego con tacto.

-No me importa qué ginecólogo me vea -respondió Roberta.

Roberta se mostró indiferente ante todos los intentos de Diego por mantener una conversación mientras recorrían la ciudad. No podía soportar la mera cortesía entre ellos dos. Quizá lo amara, pero en aquel preciso instante lo odiaba por haber sucumbido a su debilidad. Lo odiaba por sucumbir con entusiasmo y hacerla después sentirse diez veces peor. Hubiera deseado no haberlo conocido. Lo deseó con tanta fuerza que lo dijo en voz alta, justo antes de salir del fabuloso Ferrari.

-Pues yo no lo deseo -contestó Diego mientras caminaba a grandes pasos para alcanzarla -.Y estoy seguro de que vos tampoco.

-¿Y vos cómo sabes qué siento yo? ¿Y para qué has salido del coche?

-Para ir con vos, naturalmente...

-¡Al diablo! ¡Esto voy a hacerlo yo sola!

Veinte minutos más tarde la incertidumbre tocó a su fin.

-Estás embarazada -le informó Matías.

-¿Seguro? ... Es decir, ¿no cabe ninguna duda?

-Definitivamente. No cabe ninguna duda. Al principio es normal que te sientas un poco mal - continuó el médico-. Lo que no me acaba de gustar es tu peso. Estás muy delgada.

-Me he saltado algunas comidas últimamente - admitió Roberta

-La náusea suele restar apetito, tenes que tratar de comer con regularidad. Eso suele ayudar. ¿Vas a llevar a término este embarazo?

Roberta asintió sin levantar la cabeza. Había creído que estaría preparada para aquella noticia, pero de pronto descubría que no era así. Estaba confusa, tenía miedo. Diez minutos más tarde estaba en la sala de espera vacía tratando de calmarse. Podía
ver el Ferrari por la ventana. Al salir a la calle Diego caminó a grandes pasos hacia ella. Sus ojos intensos la miraron expectantes. Roberta se quedó mirándolo.

-Así que hay algo que celebrar -dijo Diego abriendo la puerta del coche y haciéndola entrar.

-¿Podrías por una vez en tu vida decir algo sincero?

-Vamos a ser padres -explicó Diego-. Yo, personalmente, creo que la concepción de mi primer hijo es un hecho importante, pero si vos no tenes nada positivo que decir será mejor que te calles.

Roberta rió. Diego se giró a su lado e inmediatamente puso en marcha el motor del vehículo. Luego ella se mordió el labio y preguntó:

-¿Cómo te sientes en realidad?

-Destrozado... orgulloso de mí mismo, en cierto sentido... sentimental -enumeró Diego con voz ronca, tomándola de la mano en el semáforo.

-Yo me siento sencillamente muy confusa.

-Pareces cansada. Te llevaré de vuelta a mi departamento para que puedas dormir.

-No, le prometí al señor Barry que iría en cuanto pudiera... y de todos modos tengo que cambiarme de ropa -añadió insegura.

-Preferiría que te quedaras en mi departamento - insistió Diego soltándole la mano al cambiar la luz del semáforo-. Esta tarde tengo que volar a París, y dudo mucho de que pueda volver antes de mañana por la noche.

Consternada por la noticia, Roberta miró a Diego de reojo. Estaba tenso, pero lo cierto era que había admitido con franqueza que se sentía destrozado. Si ella estaba confusa, ¿por qué no podía estarlo él también?

-Creo que estaré más cómoda en mi casa -añadió con firmeza.

-Espero que cuando seas mi esposa hagas todo lo que te diga -murmuró Diego inexpresivo. Un silencio pesado se apoderó de ambos. Roberta abrió enormemente los ojos. No podía creer que él hubiera dicho lo que había dicho-. Sobre todo cuando lo que me
preocupa es tu bienestar.

-No estarás pidiéndome en serio que me case con vos,¿no?

-Muy en serio.

-Pero si apenas nos conocemos...

-Nos conocemos lo suficiente. Vos me gustas, te respeto. Te deseo. ¿Qué más queres?

-¿Y qué hay del... amor?

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora