Capitulo 29

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-Te quiero toda entera -dijo él haciéndola recostarse sobre las almohadas y dejando que sus seguras manos acariciaran los sensibles pechos de ella -. Pero con tranquilidad, pethi mou. Roberta sintió una excitación recorrer todo su cuerpo incluso antes de que él acariciara sus prominentes pezones. Sólo pudo gemir y jadear y levantarse para tirar de él y volver a besarlo
en la sensual boca. Dejó que sus dedos se detuvieran en el estómago plano mientras sentía cómo los músculos del torso de Diego se tensaban al acariciarlo.
Diego sonrió al ver la audacia que mostraba Roberta y se tumbó para observarla con ojos brillantes, dejando que lo explorara. Y
después la atrajo a sus brazos con lento erotismo y le enseñó lo que más le gustaba. Roberta, tensa e insegura como estaba, se dejó llevar por una intensa necesidad de darle placer.

-Basta -gimió Diego al poco rato, levantándola con poderosos brazos para besarla apenas sin aliento y escrutar su rostro-. Aprendes demasiado deprisa.

-¿En serio? -preguntó Roberta temblorosa. Se apoyó sobre el torso plano de él y se dejó llevar por los besos. Diego rodó por la cama y comenzó a acariciarla hasta volverla loca. Nada existía para ella excepto Diego y aquella tumultuosa necesidad que la poseía.

-Por favor... -jadeó ella impotente. Diego, se deslizó entre sus muslos abiertos y la penetró con un gruñido terrenal de satisfacción.

Aquello le causó a Roberta una intensa sensación de placer. El se movía deprisa, llegaba a lo más hondo. Cada embestida de él la
hacía arder como fuego líquido. Roberta se colgó de él abandonándose salvajemente, estaba fuera de sí mucho antes de que él la condujera al clímax. Y cuando volvió en sí fue con lágrimas en los ojos y llena de extrañeza.

-Me haces sentirme tan especial... -susurró con voz trémula comprendiendo que se sentía así por primera vez en su vida. Justo
entonces sonó el teléfono-. No contestes.

-Estoy esperando una llamada -respondió Diego rodando por la cama para levantar el auricular.

Roberta lo observó hablar y, aunque no veía sus ojos, sintió de pronto una distancia entre ellos. Él hablaba en griego, y sus facciones estaban tensas. Segundos más tarde colgó.

-Voy a tomar una ducha, y luego puede que trabaje un poco -anunció él-. Trata de dormir, Roberta.

-¿Qué ocurre? -preguntó Roberta al verlo levantarse de la cama sin decir nada más.

-Nada que deba preocuparte.

-¡Quizá prefieras que desaparezca por arte de magia! -exclamó Roberta.

Diego se pasó la mano por los cabellos y juró largamente en voz baja, en griego. Sus ojos marrones brillaban. Respiró hondo, entrecortadamente, tratando de controlar su carácter, visiblemente alterado, y dijo:

- Roberta, vos acostate y dormí...

-Me voy a casa -contestó ella furiosa, temerosa y confundida, sacando las piernas de la cama.

-¡Yo quiero que te quedes!

-Pues no es lo que parece.

-No estoy dispuesto a suplicar, yineka mou - advirtió Diego.

Aquella forma de dirigirse a ella la aplacó. Al menos Roberta creyó que se trataba de un término cariñoso en griego. Escuchó el ruido del agua correr y reflexionó. Sin embargo su inseguridad fue en aumento. No pudo evitar cuestionarse su comportamiento, la renovada intimidad a la que lo había invitado, sus errores.
Se había arrojado a los pies de Diego buscando desesperadamente convencerse de que entre ellos dos había una relación. Lo amaba, pero eso no era excusa para que se humillara. Hubiera debido de resistirse a su propia debilidad. ¿Por qué tenía que equivocarse siempre con él?

Roberta salió de la cama y recogió aprisa su ropa. Recorrió el pasillo hasta encontrar la habitación en la que se había cambiado y se tumbó en esa cama. Si Diego quería que estuviera con él la buscaría. Y si no era así entonces había hecho lo mejor.
Roberta estuvo despierta durante mucho tiempo, pero Diego no apareció ni trató de persuadirla para que volviera a sus brazos.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora