Capitulo 40

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Entonces Roberta hizo un enorme esfuerzo.

-Está bien - sonrió tensa -. Ella ha sido parte de tu vida durante mucho tiempo, lo comprendo...

-Siempre había creído tener tacto hasta el momento en que te conocí -confesó Diego llegando a la puerta.

-Bueno, es todo ese peloteo que te rodea lo que te ha confundido siempre -contestó Roberta.

-No, no es eso, sos vos -la contradijo él-. Estoy tan acostumbrado a oírte decir lo que piensas en cada momento que cuando estoy con vos me relajo.

-Eso es bueno -respondió Roberta.

Al menos debía de serlo casi siempre, se corrigió en silencio. Sin embargo en aquel momento la comparación la hería. No sólo por su trivialidad, sino porque significaba que Diego tenía a Mia en mente incluso el día de su boda. Al entrar en el hall Diego la hizo volver a la realidad.

-Me temo que tenemos compañía -suspiró.

Dos diminutas damas, bien entradas en años y casi con idéntico rostro y sonrisa, los esperaban en el salón. Roberta creía haberlas visto antes, vestidas de negro, en el funeral del padre de Diego. Él las saludó en griego, dejó a Roberta en el suelo descalza y le presentó a las hermanas gemelas de su abuela: Polly y Lefki.

- Diego no tiene madre que pueda darte la bienvenida -dijo Polly en inglés, con un pesado acento-. Por eso hemos venido a dártela nosotras.

-A darte la bienvenida -repitió Lefki contenta.

-Lefki, eso ya lo he dicho yo -la reprendió su hermana.

-Pero no vamos a quedarnos mucho tiempo - añadió Lefki mirando a su hermana.

Roberta no pudo evitar reir.
Una abundante cena los esperaba en el salón. Polly y Lefki se sentaron juntas en un sofá. Eran tan pequeñas que los pies ni siquiera les llegaban al suelo. Discutieron entre ellas y, entre disputa y disputa, presionaron a Diego para que comiera. Su amor hacia él era evidente. Cuando finalmente se marcharon Diego la miró y se disculpó:

-Lo siento. Polly y Lefki viven en la isla, y nunca han salido de ella. Comprendo que para mucha gente resultan excéntricas, salen poco de casa.

-No, no te disculpes, yo las encuentro encantadoras.

-Me alegro -contestó Diego guiándola por las amplias escaleras y enseñándole un fabuloso dormitorio amueblado con opulencia donde comenzó a quitarse la chaqueta y la corbata.

Observar a Diego desnudarse le cortó la respiración. Roberta se quedó paralizada. Los ojos de ambos se encontraron llenos de brillo sensual. Roberta sintió que el corazón le galopaba. Desnudo, con aquel vello negro y brillante que era toda una fiesta para los sentidos, Diego se acercó a ella a grandes pasos. Luego le desabrochó los botones de la chaqueta uno a uno y se la deslizó por los hombros.

-Quiero volverte loca de pasión -dijo él con voz ronca.

-Eso ya lo ha hecho mi imaginación... -confesó Roberta

Diego le desabrochó el corpiño y curvó las manos para abrazar sus pechos llenos. Sonrió satisfecho al oírla jadear y rozó con los dedos los sensibles pezones. Y de pronto la empujó suavemente sobre la cama y se tumbó sobre ella. La boca de Diego ardía sobre uno de aquellos pechos, su lengua era como lava. Una fiera respuesta provocó en ella gemidos y labios abiertos.

Diego levantó la cabeza con ojos hambrientos, crudos. Se apartó ligeramente y le quitó la pollera y el resto de la ropa con manos impacientes. Sus ojos recorrían aquella desnudez sin ocultar su deseo. Roberta se sintió arder.

-Sos tan perfecta que... tengo que tomar una ducha para tranquilizarme -confesó Diego.

-Yo también.

Roberta se apoyó sobre Diego bajo la cascada de agua en la ducha. Su cuerpo estaba débil y hambriento, pero su mente seguía tensa. No seguiría siendo perfecta durante mucho tiempo. Sus pechos, de hecho, estaban ya más llenos. Pronto el bebé haría magia con la esbelta figura que tanto le gustaba a Diego. Perdería la cintura, se le hincharía el vientre. ¿Seguiría Diego encontrándola atractiva entonces?

-Dentro de unos meses pareceré un balón - musitó Roberta impotente, incapaz de callar ante su temor.

-Hmm... -suspiró Diego deslizando una mano por aquel estómago aún plano y jugando con los dedos-. Espero ese día con impaciencia.

-¿Lo esperas con impaciencia? -repitió Roberta débilmente.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora