Capitulo 49 PENÚLTIMO CAPITULO

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-Mi peor error fue no decirte cómo me sentía aquella noche en mi departamento. En aquel momento comprendí que nunca me casaría con Mia, pero fue entonces cuando comencé a sentirme terriblemente culpable. Además, justamente me llamó ella después de que vos y yo hiciéramos el amor, y eso me hizo sentirme aún peor.

Roberta vio un atisbo de esperanza. No podía dejar de mirar la expresión del rostro de Diego, atenta a cada una de sus palabras. Y recordaba su forma de reaccionar tras la conversación telefónica, en la cama.

-Debiste de contármelo todo entonces.

-No quería que te enfadaras -explicó Diego soltando el aire contenido-. Ni me parecía bien, a esas alturas de nuestra relación, hablarte de ella. Primero tenía que verla a ella y decirle que me había enamorado.

-¿Y fue eso lo que le dijiste?

-¿Qué otra cosa hubiera podido decirle? -preguntó Diego a su vez con ojos inquisitivos-. Sabía que la noticia no la impresionaría, pero era la verdad. Cuando saliste de la consulta de Matias y me dijiste que estabas embarazada me sentí muy feliz, pero me temo que mi sentimiento de culpa hacia Mia era tan fuerte que arruiné lo que hubiera debido de ser una ocasión muy especial

-Comprendo cómo has debido de sentirte.

-No, no lo comprendes. Estaba enfurecido conmigo mismo por haberle dejado pensar a Mia que nos casaríamos durante tanto tiempo, sentía que la defraudaba -confesó Diego-. Pero eso no fue nada comparado con lo que sentí cuando fui a verla a París.

-¿Qué te dijo? -preguntó Roberta agarrando con fuerza las manos de Diego.

-Jugó conmigo -contestó él enervándose con el recuerdo-. Me dijo que era el hazmerreír de todo el mundo, que ningún hombre querría casarse jamás con ella. Pero no dejó de repetir que por supuesto me comprendía y me perdonaba... ¡Estuve horas con ella! Me sentí como un bastardo, estaba convencido de que había arruinado su vida.

-Es una terrible actriz... o quizá... quizá realmente te quisiera, Diego.

-¡Debes de estar de broma!

-Yo te quiero... ¿por qué no iba a quererte ella? Te conoce desde mucho antes que yo...

-Roberta... -la llamó Diego dando un salto y arrastrándola con él. Su mirada, fija, mostraba un intenso placer y alivio ante aquella sencilla confesión -.Roberta, cariño, deliciosa Roberta... -respiró entrecortadamente-. Mia no me prestaría ni un minuto de su tiempo si yo no tuviera dinero. Está obsesionada con casarse con un hombre rico, no puede creer que no me guste ni que no quiera hablarle de amor... Incluso me dijo que si quería podía conservarte a ti como...

-Como amante...

-Pero yo le dije que te amaba demasiado como para hacerte eso -continuó Diego apartándole el pelo de la frente con dedos cariñosos y ojos tan tiernos que Roberta tuvo finalmente que creer en sus palabras-. Cuando la vi hace dos semanas, sin embargo, fue sincera. Me dijo que si le hubiera surgido algún partido mejor se habría casado hacía años.

-Me alegro de que estuviera enfadada en lugar de herida - admitió Roberta.

-¿A pesar de todo el daño que te ha hecho? - preguntó Diego sin disimular su incredulidad.

Roberta le soltó las manos con cuidado y contestó:

-Puedo ser generosa cuando gano.

Diego la estrechó entre sus brazos con fuerza y posó los labios sobre los de ella con pasión. Luego, al enterrar el rostro en el cabello de Roberta, ella tembló y se sintió débil.

-Nunca soñé que significaría tanto para mí el que una mujer me confesara su amor -admitió Diego.

-Y pensar que vos podrías habérmelo dicho a mí en lugar de ir a contárselo a Mia... -comentó Roberta sin poder resistirse-. Si me hubieras dicho que me amabas nunca te habría abandonado.

-Pero no vas a volver a abandonarme nunca más - exigió Diego con entusiasmo.

-No me atrevería ni a soñarlo... -bromeó ella regocijándose en aquella nueva intimidad de mutua confianza que le permitía hacer y decir lo que quería -.No si vas a emborracharte y a autocompadecerte...

Diego la llevó a la cama y la miró con intensos ojos

-Sos una picarona...

-Te conozco bien... así que será mejor que te andes con cuidado...

-Te adoro -declaró Diego con voz ronca-. Pero no vas a decirme lo que tengo que hacer.

Roberta deslizó los dedos por la cabellera y susurró:

-Bésame...

Y Diego lo hizo. Después levantó la cabeza con un brillo cómplice en los ojos y mirada intensa y comentó:

-Embarazada, descalza y en el dormitorio, agapi mou.

-Lo has dicho mal, no era así.

-Lo he hecho a propósito -contestó él con una sonrisa.

-Bueno, pues si estamos negociando, ¿qué hay de todo eso de «vos no sos mi dueña, no puedes decirme lo que tengo que hacer, a dónde tengo que ir ni con quién»? -inquirió Roberta.

-Sabía que recordarías cada palabra.

-Me reservo ese derecho.

-Podrías haber sido un agente realmente provocador en el departamento de mantenimiento del edificio -comentó él con ojos brillantes , llenos de deseo y de satisfacción -. Creo que es mucho más seguro tenerte en mi cama.

-Pues yo debo de confesar que la cueva familiar resulta bastante confortable -suspiró Roberta feliz, con una mirada de aprobación a su alrededor.

Y, tras una risa ronca, Diego la besó y procedió a demostrarle los beneficios de compartir aquella cueva familiar.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora