Capitulo 33

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-Ahora ya sos más sensata -concedió la rubia con una fría sonrisa de satisfacción - . Cuando a un hombre se le tiende una trampa siempre se acaba en el odio y los tribunales. Y en cuanto al niño... deberías de haber aprendido de los errores de tu madre. Traerte a ti al mundo no le sirvió de mucho, ¿no crees? Y todos esos patéticos años de lealtad hacia tu padre... ¡todo para terminar viéndolo casarse con una secretaria, una mujer con la mitad de años que ella, en cuanto se vio viudo y libre!

Airada ante aquella salvaje crítica que ni siquiera venía a cuento, Roberta se puso en pie y trató de salir del coche.

-No voy a seguir escuchando ni una palabra más sobre esto...

-La puerta está cerrada. Aún no he terminado. No quiero que tengas a ese niño...

-¡Mi hijo es asunto mío! -exclamó Roberta-. ¡Y ahora abre la puerta y deja de amenazarme! Mia le hizo un gesto al chófer con una lánguida mano.

-Piensa en lo que te he dicho. Yo puedo ser una enemiga muy dura, y pronto descubrirás que Diego siente un tremendo respeto por mí.

Roberta salió a la calle deseosa de escapar. Subió las escaleras de la librería y se sentó al borde de la cama, pero una vez allí las lágrimas no salieron de sus ojos. En lugar de ello una especie de rabia y de dolor comenzaron a arremolinarse en su interior. Diego no había sido honesto con ella. Ella se había visto arrastrada a una situación en la que su única defensa era la ignorancia. Estaba embarazada de un hombre que estaba virtualmente comprometido con otra mujer, se había metido involuntariamente en el terreno de otra, y de repente le echaban la culpa todo. Y en cuanto a Diego...  Diego, con su detestable sentido del honor y su maliciosa y fría futura esposa tenía exactamente lo que se merecía. Y cuanto antes se lo dijera mejor.

Al rato oyó a Diego llegar. Al salir del trabajo había ido a su apartamento a esperarlo. Y se sentía como inestable gelatina.
Cuantas más incongruencias recordaba del comportamiento de Diego más se las iba explicando y más frustrada y resentida se sentía. Diego entró en el salón a grandes pasos, con ojos insondables. Estaba tenso y estresado.

-Creo que Mia te ha visitado -dijo ácido-. Ha sido muy generosa de su parte, pero claro, no se podía esperar otra cosa de ella.

-¿Generosa? ¿Estás loco o es que sos tonto?

Diego se quedó muy quieto. De sus rasgos emanaba una expresión de disgusto que dejó a Roberta helada.

-Te ha ofrecido su apoyo, y vos te has mostrado ofensiva y mal educada. No me ha gustado nada tener que disculparme por tu comportamiento.

-¿Disculparte por mi comportamiento? -repitió

Roberta comprendiendo de pronto que había subestimado a la rubia. ¿Acaso era apoyarla ofrecerle dinero para abortar? Era evidente que Mia le había contado a Diego su versión antes que ella, pero no podía dejar de preguntarse qué le importaba eso a ella

-. Me ofreció un millón de libras a cambio de que abortara.

Diego se quedó observándola durante diez segundos con enormes ojos llenos de incredulidad.

-Si tenes que mentir al menos trata de inventarte algo más verosímil y menos melodramático. Mia nunca caería tan bajo.

Roberta se quedó mirándolo en amargo silencio, atónita ante la seguridad que él mostraba.

-Realmente te la mereces -dijo en un duro tono-. Y si es tan especial, ¿por qué has estado conmigo?

Diego se quedó helado.

-No voy a discutir sobre Mia con vos, Roberta.

-¡Es una lástima que a mí no me tengas el mismo respeto que a ella! -soltó Roberta tan ciega por la ira que apenas era capaz de pronunciar palabra. Un ligero rubor subió a las mejillas de Diego, tensa.

-Lo mínimo que le debía a Mia era una explicación sincera.

-¡Pero a mí ni siquiera pudiste mencionarme su existencia! ¡Deberías de haberte dado cuenta de que el día del funeral de tu padre yo ni siquiera tenía idea de quién era! -lo condenó Roberta apasionadamente -. Creí sencillamente que era una pariente...

-Es pariente lejana -concedió Diego.

-¡Qué bien! ¡No es de extrañar que no me la presentaras! ¡Qué relación tan enrevesada la suya! ¡Si ella hubiera sido una persona más amable hasta podría haberme compadecido de ella por estar tan desesperada por cazarte!

Diego posó una mirada brillante sobre Roberta, una mirada que parecía echar fuego.

-No voy a seguir escuchando cómo la injurias. No sabes de qué estás hablando.

-Y si fuera por vos nunca lo sabría, ¿no es eso? -rió Roberta desgarradamente-. Pero ahora ya no importa. Confié en vos. Pensé que eras un hombre libre. Nunca me hubiera relacionado con vos de haber sabido que ella existía.

- Mia y yo no somos amantes -declaró Diego serio- En realidad nunca había hablado de matrimonio con ella hasta anoche. No obstante nuestras familias siempre pensaron que nos casaríamos.

En El Lugar Equivocado •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora