Capítulo 4.

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17 de Enero.

Martes.

10:23 a.m.

Los Angeles.

Me había dado cuenta en la mañana al salir hacia mi auto que había casas alrededor, solo un par, no muchas. Me dirigía hacia el bufet de abogados más famosos de la ciudad donde se encuentra Stefan, lugar que visite ayer. Cuando voy a mitad de camino me llega una llamada de Stefan así que lo pongo en altavoz para no estar con el celular mientras manejo.

-Buenos días, Lilith. Te quería decir que no me encuentro en el bufet, así que te invito a mi casa donde me encuentro ahora, en mi oficina.- su tono de voz es apresurado, debe estar ocupado, no quiero molestarlo.

-Si quieres voy mañana al bufet. Te noto apurado, ¿mucho trabajo?.- estaba preocupada por él y no quería molestarlo ahora.

-Tranquila, no es nada que no pueda resolver. Y no hace falta que vayas mañana al bufet, ven ahora a mi casa. Me lo harías más fácil a mi, créeme.- su tono de voz se notaba más calmado, más tranquilo.

-De acuerdo, mándame la dirección.- me mandó la dirección y pude ver que estaba cerca.

-Bien. Estaré ahí en diez minutos.- corté la llamada y usé el GPS para llegar a su casa.

Como había dicho, en menos de diez minutos ya me encontraba frente a una reja enorme con un guardia acercándose a mi para ver quien soy, aunque no fue el caso ya que me grito estando parado enfrente del coche: -¡Lárguese!. ¡Es propiedad privada!.- gritó y caminó hasta quedar en la misma posición en la que se encontraba antes, con postura firme, sosteniendo un rifle, mirando serio hacia el frente. Estaba junto a otros cuatro guardias.

No quería armar un alboroto así que llamé a Stefan. -Stefan, no me dejan entrar tus patéticos guardias. Podrías hacer algo, por favor.- suspiré sin dejar de ver a los guardias.

-Claro, lo siento. Me olvidé de avisarles que vendrías a verme y que te dejaran pasar. Voy a mandar a alguien, espera ahí.- cortó la llamada apresurado.

Suspiré y me acomodé para esperarlo. No pasaron ni dos segundos cuando otro guardia me gritó: -¡¿Qué no oyó?!. ¡Lárguese o dispararemos!- todos los guardias se posicionaron frente a la camioneta alzando sus rifles.

No me dieron tiempo a responder cuando los cinco dispararon al parabrisas haciendo que se rompa y un vidrio mediano se clave en mi antebrazo izquierdo haciendo que suelte un gruñido fuerte. Por suerte me había acostado entre los dos asientos delanteros para que no me mataran.

-¡¿Qué carajos está pasando?!- gritó un voz masculina enojada. No pude identificarla hasta que abrieron la puerta del conductor donde me encontraba. Era Eros, el hijo de Stefan.

-Amore mío, ¿qué te hicieron?...- su tono de voz demostraba miedo y preocupación mientras  veía mi antebrazo izquierdo el cual tenía el vidrio incrustado y del cual salía mucha sangre. Me sacó del auto para acostarme en el suelo mientras me sostenía.

-¡¿Qué le hicieron?!- gritó furioso en dirección en donde se encontraban los guardias, los cuales estaban pálidos y en shock del miedo.

Ha Eros se le marcaban las venas del enojo en el cuello y brazos. Estaba furioso. ¿A este que demonios le pasaba?. Soy yo la que está herida, no él. 

-¡Eros!. ¡¿Qué demonios pasó?!- era Hefesto. Corrió hacia nosotros y cuando me vio su vista se convirtió en enojo. ¿Estaba enojado por que me encontraba aquí?, no sé qué demonios le pasa a este. Caminó rápidamente hacia nosotros y se arrodilló ante mi para agarrar mi brazo izquierdo con suma delicadeza para verlo con preocupación.

Los Dioses De Mi Infierno [SE ESTÁ EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora