Capítulo 14

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Vaya que sí había parecido, no le había puesto mucha atención a su apariencia cuando la vio por primera vez, aunque también creía que Valeria exageraba cuando le dijo que podía pasar por hija del chico. Ahora teniendo a la niña a escasos centímetros podía ver que era cierto, sin embargo, había diferencias notorias como sus ojos los de ella eran más grandes y sin ojeras, su nariz era más pequeña, pero la diferencia más grande era su sonrisa, la de ella era tan genuina y la de él tan falsa que de solo imaginarla volvían las ganas de detestarlo sin razón.

Rodó sus ojos al escuchar a su compañero reír fascinado cuando la pequeña le dio permiso de sentarla en sus piernas.

― ¿Cuántos años tienes? ―Preguntó Jonathan.

―Seis ―respondió Gabriela levantando siete dedos, siendo corregida por el chico quien tomó un dedo y lo bajó.

―Seis ―repitió y la vio sonreír― ¿Cómo te llamas?

―Gabriela García Castiblanco.

―Oh, mucho gusto señorita Gabriela, Jonathan para servirle ―Extendió su mano y la pequeña la agarró con energía―. Ay, eres muy tierna. Que afortunados son de tenerla ―se dirigió a Silvia.

―Sí, somos muy afortunados de tenerla.

―Señora Sara ―llamó inocente la pequeña haciendo reír al chico.

―Dime solo Sara ―Sonrió golpeando por debajo de la mesa a Jonathan.

―Sara ¿puedo hacerte una pregunta?

―Claro.

― ¿A tu jefe le gustan los niños?

Sara miró a su compañero pensando en que tal vez Mathew le dijo algo, pero el muchacho negó discretamente.

― ¿Por qué me lo preguntas?

―Es que... ―ojeó a su madre discretamente para que la ayudara.

―Es que Gabi está muy emocionada desde que mi hijo le contó cómo era la casa y ella quisiera saber si puede ir y verla.

Ambos chicos se rieron con discreto alivio.

―Claro que puedes ir ―respondió la pelinegra―. A nuestro jefe le gustaría conocerte.

― ¡Enserio! Gracias ―Bajó de las piernas del chico y la abrazó de la cintura lo que más podía.

Sara se sintió un poco incomoda, pero no la alejó, por el contrario, tocó su cabeza y la acarició a medias.

―Gabriela.

Todos voltearon al pasillo viendo a Mathew llegar al comedor y ella con amplia sonrisa saltó hasta su hermano.

―Mathew, le pregunte a Sara si podía ir a la casa y me dijo que sí.

Él se agachó y trató de regular el enojo que nacía en su pecho, acarició la cabeza de la niña y le devolvió el gesto.

―Después hablamos de eso, ahora tienes que arreglarte se nos va a hacer tarde.

―Okey ―dio unos cuantos pasos, pero volvió rápidamente ―Sara ―llamó y la nombrada volteó― muchas gracias por el collar.

La pelinegra sintió tensión en su estómago y después de tragar saliva, curvó su boca a medias.

―Am, de nada.

Gabriela se dio vuelta y se fue siendo seguida por su hermano. Mientras Jonathan se quedaba con la alegría de ver a la niña llegar a su cuarto, Sara repaso varias veces lo que le había dicho, la culpa empezó a formar un nudo en su garganta ¿Qué debía hacer?...

La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora