Vaya que sí había parecido, no le había puesto mucha atención a su apariencia cuando la vio por primera vez, aunque también creía que Valeria exageraba cuando le dijo que podía pasar por hija del chico. Ahora teniendo a la niña a escasos centímetros podía ver que era cierto, sin embargo, había diferencias notorias como sus ojos los de ella eran más grandes y sin ojeras, su nariz era más pequeña, pero la diferencia más grande era su sonrisa, la de ella era tan genuina y la de él tan falsa que de solo imaginarla volvían las ganas de detestarlo sin razón.
Rodó sus ojos al escuchar a su compañero reír fascinado cuando la pequeña le dio permiso de sentarla en sus piernas.
― ¿Cuántos años tienes? ―Preguntó Jonathan.
―Seis ―respondió Gabriela levantando siete dedos, siendo corregida por el chico quien tomó un dedo y lo bajó.
―Seis ―repitió y la vio sonreír― ¿Cómo te llamas?
―Gabriela García Castiblanco.
―Oh, mucho gusto señorita Gabriela, Jonathan para servirle ―Extendió su mano y la pequeña la agarró con energía―. Ay, eres muy tierna. Que afortunados son de tenerla ―se dirigió a Silvia.
―Sí, somos muy afortunados de tenerla.
―Señora Sara ―llamó inocente la pequeña haciendo reír al chico.
―Dime solo Sara ―Sonrió golpeando por debajo de la mesa a Jonathan.
―Sara ¿puedo hacerte una pregunta?
―Claro.
― ¿A tu jefe le gustan los niños?
Sara miró a su compañero pensando en que tal vez Mathew le dijo algo, pero el muchacho negó discretamente.
― ¿Por qué me lo preguntas?
―Es que... ―ojeó a su madre discretamente para que la ayudara.
―Es que Gabi está muy emocionada desde que mi hijo le contó cómo era la casa y ella quisiera saber si puede ir y verla.
Ambos chicos se rieron con discreto alivio.
―Claro que puedes ir ―respondió la pelinegra―. A nuestro jefe le gustaría conocerte.
― ¡Enserio! Gracias ―Bajó de las piernas del chico y la abrazó de la cintura lo que más podía.
Sara se sintió un poco incomoda, pero no la alejó, por el contrario, tocó su cabeza y la acarició a medias.
―Gabriela.
Todos voltearon al pasillo viendo a Mathew llegar al comedor y ella con amplia sonrisa saltó hasta su hermano.
―Mathew, le pregunte a Sara si podía ir a la casa y me dijo que sí.
Él se agachó y trató de regular el enojo que nacía en su pecho, acarició la cabeza de la niña y le devolvió el gesto.
―Después hablamos de eso, ahora tienes que arreglarte se nos va a hacer tarde.
―Okey ―dio unos cuantos pasos, pero volvió rápidamente ―Sara ―llamó y la nombrada volteó― muchas gracias por el collar.
La pelinegra sintió tensión en su estómago y después de tragar saliva, curvó su boca a medias.
―Am, de nada.
Gabriela se dio vuelta y se fue siendo seguida por su hermano. Mientras Jonathan se quedaba con la alegría de ver a la niña llegar a su cuarto, Sara repaso varias veces lo que le había dicho, la culpa empezó a formar un nudo en su garganta ¿Qué debía hacer?...
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La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]
Lãng mạnLa recompensa a un pasado tormentoso es el deseo de los que alguna vez cruzaron por ese dolor que incluso se abría paso en las pesadillas. Sin embargo, el obtener esa recompensa, ese respiro, no será fácil, ya que el camino no solo traerá de nuevo l...