Capítulo 71

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El cuidado que Leo ponía en cada criatura que pasaba por sus manos era algo que lograba cautivar a los pocos empleados que le tenían un real respeto y cariño. Siempre se esmeraba por darle una vida digna y llena de amor a aquel ser que quedara a su cargo.

Recordaban le vez que llegó con un pichón de paloma, el pobre era demasiado pequeño y frágil como para sobrevivir, aun así, él tuvo esperanza y lo cuidó lo mejor que pudo, desgraciadamente y de forma esperable falleció al siguiente día, sin embargo, era claro que partió sin hambre, sin pasar frío y rodeado de amor e incluso su sepultura fue digna de la realeza.

—¿Debería poner otra?

—Yo creo que es bastante acogedor, joven —respondió la chica que sostenía las mantas a un costado.

—¿Cómo se llaman? —Curioseó otro chico.

—Aún no tiene nombre... lo consultaré con Iván.

—El señor Iván es muy malo para poner nombres —Rio la chica.

—Ay... yo creo que los nombres que elige son lindos —Sacó su labio mientras tomaba con cuidado a uno de los conejos y los ponía en la casita improvisada con cajas, cobijas y un plato lleno de lechuga y heno, luego tendría que empezar una dieta más balanceada para ellos.

—Bueno... si usted lo dice.

Un leve sonido hizo girar a los empleados y ponerlos en pie rápidamente para dar una reverencia.

—¿Cómo vas? —Inquirió Iván luego de sonreír a los muchachos.

—Bien, creo que estarán muy bien, aunque espero vengan a instalar la jaula hoy, me da miedo que en la noche sientan frío.

—Lo dudo. —Miró a sus empleados—. Ya pueden retirarse, gracias por ayudarlo.

—Fue un placer. Si necesita algo más, avísenos. —Pidió el chico.

Leo asintió con una sonrisa y luego los vio irse.

—¿De qué hablaste con Tamara?

Iván suspiró y se sentó a su lado.

—De... am...

—Si no quieres decirme está bien...

—No no, es... estoy buscando las palabras, am...

—Mientras las encuentras, ¿Cómo deberíamos llamarlos? —Sonrió levantando uno de los animalitos.

—Ay, Leo... sabes que soy pésimo poniendo nombres.

—Claro que no...

—Claro que sí. ¿No ves los peces?, tu poniéndoles nombres alusivos al mar y yo voy y le pongo Roberto.

—Ay, Roberto es bonito. —Recibió incredulidad—. Enserio, a mí me gusta, si no me gustara se lo habría cambiado.

—No creo que deba...

—Ay... Iván, al menos dame un nombre, uno, y yo me encargo de ponerle nombre al otro.

Iván chasqueó la lengua para luego observar detenidamente al animal en las manos de Leo.

—Ese es...

—Es ella.

—Okey... am... —Suspiró y el arrepentimiento llegó, la conejita no tenía nada particular, su cuerpo era de un solo tono, naranja claro, debió traer uno con manchas, al menos podría ponerle así y salir de eso.

—Ay, vamos no es tan difícil.

—Para ti no lo es.

—¡Ay!... —peleó.

La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora