Capítulo 43

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⚠️ Este capítulo puede contener escenas sensibles⚠️









Su piel ardía, había zonas de su cuerpo que le quemaban, pero debido a tanto dolor ya casi no sentía. De nuevo otro grito junto con otro latigazo con la correa de cuero.

Su madre desde las escaleras observaba lo que sucedía sin hacer nada. Leo en el suelo solo trataba de cubrir su rostro para no recibir otro golpe, su nariz aun no sanaba por completo y ahora su labio estaba roto, no quería más lesiones en su cara.

Los golpes con el objeto cesaron momentáneamente, el hombre estaba cansado de mover su brazo, pero aun había demasiada ira en su cuerpo, ira de la cual una parte muy pequeña era culpa de su hijo, pero necesitaba desahogarse. Luego del descanso prefirió usar su pie, golpeándolo repetidas veces.

—Basta —Murmuró la mujer acercándose lentamente, su esposo no la escuchó.

—Ya detente —Elevó un poco más la voz y trató de tocarlo. Él no se detuvo. Dio un leve vistazo a su hijo, no se estaba moviendo, eso le preocupaba—. Por favor ya detente —Pidió tomando por fin su brazo, pero el hombre sé soltó con brusquedad y continuo con su agresión.

La mujer se alejó un poco, tal vez lo mejor era dejarlo, volvió la mirada a su hijo, y su miedo incremento cuando notó su cuerpo relajarse, como si ya no hubiera fuerza siquiera para protegerse.

—¡Ya basta, vas a matarlo! —Tomó el brazo de su esposo nuevamente, recibiendo un golpe en el rostro que la hizo caer al suelo. Luego la mirada del hombre tan despectiva e iracunda.

—¡Pues mejor! ¡Que se muera de una puta vez, ya estoy cansado de verle la cara a este idiota! —Escupió esperando que haya caído en el cuerpo del chico, luego caminó hasta la mesa para tomar de nuevo su correa y ponérsela—. Me voy y más te vale tener comida cuando vuelva—. Sentenció a su esposa.

La mujer desde el suelo sostenía su mejilla y sintió un leve alivio al escuchar la puerta cerrarse. Tragó aun cuando su boca estaba seca y miró a su hijo, la observaba sin moverse, su nariz sangraba al igual que su labio. Le dolía verlo ahí, así, pero su esposo tenía razón en algo, era mejor que muriera, al menos muerto ya no sufriría.

Con dificultad se levantó y sin dejar de observar al chico, pensó lo siguiente que diría.

—Es tu culpa... agradece, mira lo que me gane por ayudarte —Señaló su rostro—. Levántate de ahí y empieza a hacer la comida. —Con dificultad y dolor de golpes pasados subió a su habitación.

Leo no se movió de donde estaba, aunque fuera extraño era relajante estar así, inerte por lo que parecieron horas. No quería moverse, pero tenía que, si su padre llegaba y no había nada se repetiría lo mismo.

Movió un poco sus piernas y la punzada que lo recorrió era solo un adelanto del dolor que se avecinaba para la semana. Al otro día tenía clases, no podía seguir faltando. Intentó dar vuelta y todo su lado izquierdo rogó que se detuviera, no sabía si los correazos cortaron su piel, pero no le sorprendería que sí.

Por fin logró arrodillarse, sin embargo, levantarse sería otra tortura. Respiró hondo y tomó impulso, un movimiento rápido lo puso en pie, pero a cambio cada fibra de su cuerpo ardió. Caminó lento a la cocina, se apoyó contra la barra y se quedó estático tomando fuerzas, recordando lo sucedido. Le dolía, no solo físicamente, su mente, sus sentimientos y emociones estaban destruidos. Eran sus padres, siempre trataba de ser un buen hijo, ¿Por qué entonces recibía castigos?

La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora