Capítulo 86

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Respiró profundo, agradecía enormemente que fuera miércoles, Joseph estaba en casa y por ende era obvio que Malory se comportaría de manera amable y tierna, y ese era el problema, ahora prefería los gritos a esos comentarios de doble sentido, cargados de malicia y fastidio y soltados con cariño y benevolencia.

En todo lo que iba del día le pedía cada favor que se le ocurría, la mayoría eran tan estúpidos, porque era demasiado obvio que los hacía a propósito, como ahora.

—Ay Mathew ¿me ayudas a recoger esto? —Señaló la ropa tirada en el suelo. —No logré encontrar mi manilla, seguramente se perdió.

Por supuesto ahora volvía a ser Mathew, ojeó su reloj y sonrió.

—Am... ¿Señor?

La chica lo miró extrañada.

—Claro... disculpe jovencita, el señor me necesita.

—Pero no escuché sonar tu... cosito —señaló.

—Le está fallando el sonido, jovencita, tengo que cambiarlo, disculpe. Pero, si es muy urgente que recoja esto puedo decirle al señor que usted...

—No, no, ve, luego puedes hacer esto, no hagas que Joseph te espere.

—Con permiso. —Dio una leve reverencia y salió con una sonrisa.

Al estar dentro de la oficina dejó salir el suspiro estresado que había retenido desde que vio a la chica.

—Hola —sonrió Joseph con picardía levantando la mirada de la tableta.

—Hola, —caminó hasta el escritorio —. ¿Qué haces?

—Trabajar —soltó sin mucho ánimo mientras lo tomaba de la cintura.

—Oh, guau —se asombró Mathew al ver el dibujo en la tableta, las líneas toscas que en medio de su desorden dejaban a la vista un edificio, o bueno su esqueleto —. ¿Lo hiciste tu? —Lo vio asentir—. Vaya, tienes talento.

—Gracias.

—Algún día te contratare para que diseñes mi casa —sonrió apoyándose en el escritorio.

—¿Con que me pagaras?

—Dinero, ¿con que más pagaría? —cruzó los brazos.

—Soy flexible con los métodos de pago. —sonrió acariciando la parte interna del muslo de Mathew. —El uniforme se te ve muy bien.

—Que promiscuo eres. —Quitó la mano de Joseph y se sentó en el escritorio para quitarse los zapatos.

—¿Qué haces?

—Es tu hora de descanso, ¿no?, me la voy a tomar también. Tu chica me está sacando de quicio.

Joseph rió organizando sus cosas a un lado, despejando un poco la mesa.

—¿Es muy estresante? —Sacó una cajetilla de su abrigo.

—Y eso le queda corto, ¿Qué estás haciendo?

—Am... es mi descanso.

—¿Usas tus descansos para fumar?

—No... —miró la caja—. Tal vez, igual solo es...

—¿Uno? Enserio me vas a decir que este es el primero en el día.

—Bueno, segundo... —recibió una mirada seria—, terce... ay igual ¿Quién los cuenta?

Mathew soltó un suspiro tomando la cajita para tirarla en el escritorio.

—¿Por qué no haces otra cosa en lugar de eso?

La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora