Capítulo 84

31 5 28
                                    

El golpeteó de los dedos demostraba la confusión que tenían todos, de nuevo cada uno volvía a mirar su propio reloj con ligera impaciencia, sin embargo, ninguno sabía qué hacer.

—¿Y si hoy voy yo? —Sugirió Valeria.

—¿Y si ella esta despierta? ¿qué le vas a decir? —Inquirió Sara.

—Que está enfermo —Sugirió María.

—Sí, eso funcionará mientras Joseph está aquí, después de que se vaya estoy segura que irá despertarlo solo para joderle la vida.

—Sara tiene razón —habló Darío—. Pero Mathew dijo que el señor se había quedado en la oficina ayer...

—Ayer, no sabemos hoy y no sabemos qué tanto podamos permitirnos con ella aquí.

Todos asintieron dándole la razón a la pelinegra.

—Rayos faltan tres minutos para las ocho —se quejó Valeria—. Dame el té, Darío, voy a llevárselo yo.

—¿Y si ella está despierta? —Preguntó Sara mientras la veía tomar la bandeja.

—Solo tengo que despertar a Joseph, si ella pregunta diré que... que él está haciendo otra cosa, puedo decir que Joseph le dio una tarea el día anterior y yo sé que él me va ayudar con eso.

A pesar de la gran duda nadie objetó y la dejaron irse. Valeria sentía un ligero temor, puede que Mathew solo se haya quedado dormido, pero sería muy extraño, de todos en casa él era más responsable con los horarios, aunque tenía la completa libertad de no cumplirlos si quería, bueno hasta ahora.

Abrió con cautela la habitación de Joseph, la chica estaba sola, apagó con rapidez la alarma y salió para dirigirse a la oficina, la extrañeza fue obvia cuando no encontró nada ¿ya se había ido? Era lo más probable porque el gimnasio también se encontraba vacío.

Un problema solucionado, ahora Mathew. Posicionó la bandeja en una de las mesas que adornaban las esquinas y entró a la habitación del chico. Al cerrar la rareza volvió nuevamente al notar la luz del baño encendida. Frunció el ceño, que mañana tan inusual, fue apagarla y en el camino recogió la toalla en el suelo, aún estaba húmeda, la dejó a un lado y se acercó a la cama, el pantalón tirado tampoco pasó desapercibido, aumentando más la confusión.

Detalló al chico, otra cosa que no cuadraba, la forma de las cobijas. Tomó la tela para bajarla un poco. Eso no estaba bien, se detuvo un instante, era obvio el recelo que Mathew tenía porque alguien lo tocara o lo viera, le quedo claro cuando no dejó que lo ayudara a tomarse las medidas, además de los otros obvios patrones. Sin embargo, no iba hacer nada malo. Volvió a tomar la cobija bajándola un poquito.

—¿Qué haces?

—Ay dios... —puso la mano en su pecho apartándose con rapidez —. Creí que estabas dormido.

—Estaba... te escuché entrar.

La chica ladeó la cabeza viéndolo, aun mantenía sus ojos cerrados.

—¿Hace cuanto estás despierto?

—Tú me despertaste.

—Oh, tienes el sueño ligero... espera entonces ¿por qué no te has levantado?

Mathew la miró con extrañeza.

—¿Por qué? La alarma no ha sonado.

—Mathew, ya son las ocho.

El chico giró para tomar el celular, repasó la noche anterior.

—¿Apagaste la alarma? —Descubrió con enojo la cabeza de Joseph, no obtuvo respuesta —. Oye no te hagas el idiota, levántate.

La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora