Capítulo 75

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La asfixia era notoria, las gotas de sudor en su frente solo podían alarmar más al chico que corría con el pequeño cuerpo moribundo en sus brazos, gritando por ayuda, pero nadie se la daba. Con desesperación tomó con brusquedad el brazo de uno de los que pasaban a su lado y al intentar enfocarlo vio un espejo, uno en el que se reflejaba con total claridad. Era comprensible por qué nadie ayudaba, todos eran él, todos tenían la culpa, él tenía la culpa.

En su regazo ese cuerpo se desvanecía en un último aliento que le recriminaba lo que hizo, el calor lo inundaba, sus lágrimas se evaporaban. En sus manos ahora había cenizas que poco a poco creaban una soga, un cable que se enredaba en su cuello y luego...

El espasmo brusco en su pecho lo obligó a despertar, su corazón latía con rapidez, sus ojos pesaban pidiendo de nuevo dormir, sin embargo, los mismos al cerrarse trataban de abrirse para no volver a presenciar ese sueño que eran en realidad una mezcla de recuerdos.

Se movió con calma fingida sintiendo el peso en su cintura, tomó la mano de Joseph y la levantó con cuidado para girar y abrazarlo con cariño.



























[...]

—Recuerda llamarme si necesitas algo.

—Síp.

—¿Sabes a qué hora vas a volver?

—No, Andrew dijo que me llevaría a algunos museos y luego a almorzar, supongo que llegaré después de las cuatro... tal vez.

—Okey, llámame cuando llegues. Me ayudas —Se giró para que Mathew acomodara su corbata y él asintió, sonrió posicionando sus manos en la cintura del chico para acercarlo a él.

—Quédate quieto.

—Me encanta la vista que tengo ahora.

—Y te va encantar más cuando mi puño quede en tu cara si no te quedas quieto.

—Que romántico eres.

—Lo sé, soy un amor.

Joseph rió dándole un beso rápido.

—Quieto —Repitió Mathew con seriedad.

Joseph sonrió con malicia y lo aprisionó mientras lo besaba repetidas veces en su rostro y cuello. Era obvio que Mathew no podía contener las sonrisas que salían al sentir eso.

—Joseph... ya quédate... —La risa interrumpió sus palabras mientras intentaba alejarlo de su cuerpo sin mucha fuerza.

—Ay que asco, huele a cursilería.

Mathew cambió totalmente su semblante a uno de seriedad, para luego mirar a Sara con fastidio.

—¿No sabes que tienes que tocar la puerta? —Inquirió Joseph soltando a Mathew.

—Ay, disculpe señor, pero están tan encerrados en su burbuja de corazones rosas, que no escuchan que los han estado llamando desde hace rato, y yo toqué más de tres veces. Pero claro, como el que dijo que aún quería trabajar está aquí chupándole la jeta al jefe, pues ni modo tuve que entrar.

—Celosa —Se burló Mathew.

—Ja, nunca.

—La envidia es mala, ¿lo sabías?

—¿Envidia? Nunca sentiría envidia por ti... no tengo tan malos gustos —Repasó a Joseph con la mirada.

—Eso diría una persona con envidia —Se acercó con ligera vacilación para abrazar la cintura de Joseph.

La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora