Capítulo 83

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La incertidumbre podía resumirse fácilmente en un agujero de estrés interminable, una vez que se encuentra un motivo para dudar, sin importar lo que fuera, se mantiene en un vaivén de, "pasará o no pasará" y no termina hasta que se resuelve la inquietud; y aun así en muchas ocasiones, el resolver esa primera duda llegan más.

Ahora, bajo el agua se preguntaba lo que pasaba en la habitación de al frente, ¿Qué pasaba si ella lograba su objetivo?, ¿qué pasaba si no? Y en caso de resolver eso ¿qué reacción debía tener después?

Pero antes de pensar en el futuro debía concentrarse un poco más en el presente, los sentimientos que alimentaban esa incertidumbre de no saber que sentir. Recordó las palabras de Valeria: "los sentimientos no se piensan", sin embargo, era complicado no intentar callar o al menos encontrar un nombre para la serie de emociones que chocaban.

La parte que siempre llamó su lado racional, le repetía una y otra vez que era el mejor camino, si Joseph en ese momento estaba en los brazos de la chica era un motivo para celebrar y poner en marcha la idea de dejar todo sentir que pudiera tener.

Sin embargo, su otro lado, ese que no lograba apagar por más que intentara, le recriminaba y no solo eso, estaba furioso y se sentía traicionado por la idea de que Joseph pudiera haber caído en la tentación, también esperanzado de que no hubiera hecho nada.

Sacó su cabeza una vez sus pulmones pidieron aire, observó sus manos, sus dedos arrugados por el largo tiempo bajo el agua. Debería salir, no tenía idea del número en su reloj, pero podía jurar que llevaba casi una hora ahí, tal vez más. Y siéndose sincero la imagen de ir a la cama le daba tanta pereza, se sentía ligeramente cómodo ahogándose en su miseria interna.

Soltó un largo suspiro mientras salía con extrema lentitud de la tina. Tomó la toalla y sin cambiar el ritmo empezó a secarse, sentía su cuerpo pesado, pero no tenía sueño, era claro que la noche iba a ser larga.

Ató la toalla alrededor de su cintura y caminó al tocador para cepillarse los dientes. Se sentía tan mal, le fastidiaba esa sensación de estar cansado sin estarlo realmente. Miró al espejo una vez terminó, de nuevo repasaba lo que veía, ahora no únicamente la idea de detestar la imagen, sino que le faltaba algo, alguien, y sin la presencia de ese a su lado, volvía a sentirse solo.

Era tan patético, se volvió dependiente a una fantasía, su lado racional tenía toda la razón, entre más pronto se acabara, más rápido podría volver a la normalidad, a cuando no lloraba por cualquier estupidez, a cuando se había acostumbrado a detestar tanto su cuerpo que ya ignoraba ese odio común.

Abrió la puerta, la habitación estaba oscura, desde niño se acostumbró a dejar las luces el menor tiempo encendidas, eso ayudaba mucho a que no tuvieran que pagar tanto por el servicio.

Al poner la mano para apagar la luz del baño, desvió su mirada a la cama y juró que el susto en su pecho junto con el espasmo brusco que dio su cuerpo casi le daba un infarto.

—Carajo, ¿Qué mierdas te pasa? —Miró a la puerta, estaba asegurada—. ¿Qué rayos haces aquí a oscuras, pareces un maldito psicópata? —Pasó las manos por su rostro, meditando la reacción que acababa de tener, volvió a mirarlo al no recibir respuesta—. ¿Qué haces aquí? —Nada, mantenía la cabeza gacha—. Joseph.

Por fin hubo movimiento, solo una mirada y unos segundos de silencio.

—No pude. —Susurró.

—¿Qué?

—No pude hacerlo.

Mathew tragó, de nuevo llegaba la mezcla de sentimientos.

—¿De qué hablas? —inquirió sin sentir la pregunta en realidad, sabía a qué se refería, pero su lado racional no quería creer.

La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora