Capítulo 30

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La mañana se pasó bastante rápido, le alegraba saber que Mathew no estaba molesto, había dudado mucho en si hacerle la broma o no, pero salió bien. Ahora no podía borrar la imagen, sus mejillas ligeramente pintadas de rojo, era la primera vez que veía un poco de color en su rostro, le gustaba.

Suspiró cerrando la computadora, miró su reloj, ya casi era hora de ir a almorzar. Organizó un poco su escritorio, le molestaba trabajar cuando veía desorden, siempre que se iba trataba de dejar todo en su lugar así al volver no le daría tanto fastidio hacerlo.

Escuchó la puerta abrirse, Angélica parecía alegre al igual que Mathew. Joseph se sintió aliviado, llego a creer que podría ser estresante y tampoco sabía cómo se llevarían los dos, le relajaba ver que estaba cómodo con el ambiente.

—¿Qué tal su primer día juntos? —Preguntó mientras organizaba unos papeles.

—Ay, bastante bien señor, es agradable trabajar con Mathew... y es muy observador, tenía unos datos mal en un documento y él se dio cuenta y me ayudó a corregirlos —comentó Angélica con palpable alegría.

Joseph, por el contrario, se sorprendió e incluso un poco de molestia apareció.

—¿Había un error en los documentos?

—Ah... sí, pero fue pequeño, una mala suma y ya. Solo fue en uno —Explicó la chica al notar el sentimiento.

—Am... Bueno en ese caso, me alegra que lo hayas solucionado —Se dirigió a Mathew—. Eso es prueba de que elegí a la persona correcta para este cargo.

El castaño sonrió bajando su cabeza, sintiéndose realizado, si hubiera estado solo habría dado un salto gritando al cielo su buen trabajo. Joseph guardo en su mente aquella imagen, se veía lindo, pero lo que más le gustaba era que expresara lo que sentía sin temor.

—Am, bueno entonces vamos a almorzar —Sugirió caminando a ellos.

Joseph y Mathew salieron luego de despedirse de Angélica, ya que ella se quedaba en la cafetería de la empresa. Al igual que en la mañana los trabajadores se despidieron del pelinegro. Para Mathew aún era sorprendente. Le agradaba también el hecho de que Joseph no lo ignoraba, se despedía con amabilidad intentando no ignorar a ninguno, aunque ciertamente era difícil.

Al salir el auto ya estaba en la salida y el castaño no pudo evitar sentir decepción cuando vio a Jonathan a un lado del vehículo, quería estar a solas con Joseph, tenía que preguntarle algunas cosas, aunque aún si no tuviera nada para decirle quería estar a solas con él.

—Buenas tardes señor... hola Mathew, ¿Cómo estás? No esperaba verte.

—Hola —Fingió una sonrisa, que en efecto Jonathan vio sincera, pero Joseph sabía perfectamente como lucia una sonrisa genuina de él y esa no era.

—¿Qué hacías aquí?

—Trabajando —se adelantó Joseph al notar las pocas ganas que tenía Mathew de hablar —. Le pedí que le ayudara a Angélica, el trabajo ha estado pesado estos días.

—Me imagino... debe ser duro para todos.

—Sí, más que todo para los que presenciaron el incidente, debe ser duro lidiar con eso.

Jonathan suspiró y en su pecho la tristeza volvió, los duros recuerdos que siempre trataba de olvidar volvieron a su cabeza. Sintió la mano de su jefe posarse en su hombro como confort, levantó la mirada y sonrió.

—Vamos a almorzar, tengo hambre y supongo que ustedes también —Subió al auto.

Mathew quedo con la intriga, que acababa de suceder, no entendía nada, Jonathan parecía que quería llorar. El tacto de Joseph en su brazo lo hizo despegar la mirada del suelo para ir a la puerta que había abierto para él. El castaño sonrió y agradeció entrando al auto, el pelinegro dio la vuelta y subió del otro lado.

La Recompensa De Nuestro Pasado [EN PAUSA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora