Veintitrés.

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La imagen de Tae subiendo en el avión no salía de mi mente, de no haber sido porque estaba bajo los efectos de los calmantes hubiera entrado en una crisis, aún así no pude evitar llorar a mares al saber que el único amigo sincero que había hecho se había ido por mi culpa.

No podía dejar de culparme por el accidente por más que mi madre me repitiera y repitiera que nada había sido mi culpa. Me costaba asimilar que cada vez que Tae me invitaba a salir solía posponer las salidas, y el día que por fin habíamos salido sufrimos un accidente en el que él fue quien sufrió la mayoría de las consecuencias.

Tae era tan dulce que no se negó a darme un fuerte abrazo antes de irse, por más que no recordara en absoluto quien era yo, sabía que no iba a estar toda la vida en Corea y que volvería apenas recordara las cosas que había olvidado, por mi parte yo me sentía destrozada, quería gritar para que no se lo llevaran pero mi parte lógica sabía que era lo mejor, que su familia le daría la atención y apoyo que necesitara, que el no recordaba nada y que era inútil seguir una carrera de la cual no sabes nada.

Aquella noche había vuelto a casa con los ánimos hasta el suelo, los ojos rojos e hinchados de llorar, juraba que de no haber sido por los calmantes hubiera por lo menos considerado el suicidio, sentía que le había arruinado la vida a mi mejor amigo, eso hacia que mi pecho se estrujar del dolor, estaba tan triste por lo que había causado.

Peiné mi cabello en contra de mi voluntad, tenía que ir a clases de la universidad y estaba pasando por un momento de depresión.
—¿Vas a desayunar antes de ir a clases?—Dijo mi madre desde la cocina.—Aún tienes tiempo antes de clases.

—No tengo hambre. —Me limité a decir. —Comeré después.

Sabía que si no prometía comer mi madre iba a preocuparse por mi y lo que menos quería eran más dramas en mi vida.
Salí de mi casa y una fría brisa me saludó, eran casi las ocho de la mañana y el sol aún se negaba a salir, parecía que iba a ser un día nublado y oscuro, como mi estado de ánimo.

Caminé hasta la parada de autobús, un par de personas estaban de pié esperando pacientemente, verifiqué la hora en mi celular, tenía llamadas perdidas y mensajes sin contestar, por más que sabía que Kai había podido darme ánimos no había querido contestarle, un nudo se formaba en mi estómago cada vez que trataba de enviarle algo, las palabras de Yeonjun se repetían en mi mente, una parte de mi creía que realmente Hueningkai ocultaba algo.

El autobús llegó a la hora exacta y en media hora estaba llegando a la universidad, algo en mi se rompió cuando noté que Tae no estaba de pié junto a mi facultad esperándome como de costumbre, el siempre solía llegar tarde a sus clases por acompañarme hasta las mías.

Caminé rápidamente tratando de no pensar en el, pero un nudo se iba formando en mi garganta mediante seguía caminando, la ausencia de sus pasos y su constante risa quemaba en mi pecho, sin duda me hacía falta estar con mi mejor amigo.

La facultad estaba medio vacía, había llegado más temprano que de costumbre, doblé en un pasillo a la izquierda en dirección al aula de mi primera clase cuando algo me jaló desde atrás.

¿Por qué la gente estaba obsesionada con jalarme en lugar de solo llamarme?
Me dí media vuelta lista para discutir cuando unos rasgados ojos oscuros me quitaron el habla.

Me encontré de frente con Yeonjun, llevaba su chaqueta negra encima de su camiseta roja, ¿En qué momento había recogido su chaqueta de nuevo? Su cabello negro estaba abierto a la mitad de su cabeza, caía de forma elegante haciendo un marco sobre su rostro, parecía un modelo de revista.
Tuve que alzar la cabeza para mirarlo directo a los ojos, ese día sus labios estaban más rosas y humedos que de costumbre, o al menos eso parecía porque no podía dejar de mirarlos.

Please Use Me Like A Drug - Choi Yeonjun TXT  [EN EDICIÓN Y CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora