Epílogo.

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Un año después.

Las botas de tacón hicieron eco cuando bajé del auto, caminé por mi cuenta mientras escuchaba la puerta del conductor,  era la primera vez que estaba en ese sitio, parecía una especie de taller mecánico abandonado, una mujer teñida de rubio con varios centímetros de raíz oscura llena de canas salió a recibirme, no pareció estar a gusto cuando enfocó sus ojos en mi, su ropa era sucia y dañada, pero todos sabían que no era tan miserable como aparentaba.

—¿Se puede saber quién eres? —Preguntó la mujer con desagrado.

—Vayamos directo al grano. —Dije, volteé a mirar a mi acompañante, a quien le hice una señal para que inmovilizara a la mujer, esta trató de negarse pero él ya la tenía contra la pared mientras sostenía sus brazos detrás de su espalda.

—¿Quien te crees que eres, zorra?—Me insultó la mujer.

Saqué una libreta del bolsillo trasero de mi pantalón, busque de reojo entre las páginas hasta conseguir lo indicado. —Kristina... ¿Eres tú, no?—Pregunté sin esperar respuesta.—Lamento decirte que estás en la lista negra, según esto hasta hoy es tu último plazo, si no me pagas hoy, tendrás que firmar una carta de renuncia que me permitirá darte de baja, en la vida.

La mujer se sacudió tratando de soltarse pero el chico la sostuvo con más fuerza casi estrellando el rostro de ella contra la pared.
—Sé que tienes el dinero. —Dije en voz alta, desenfundé el arma que llevaba en mi cintura. —Dime donde está y te dejaré en paz.

—No tengo ningún dinero. —Dijo Kristina amargamente.

Caminé hacia ella. —Oh, si que lo tienes. —Dije acomodando el mechón de cabello que había caído en su frente con la punta del arma. —Vendiste mi mercancía, y tienes mi dinero, y me dirás donde está en este mismo momento.

—¿Tú mercancía? —Preguntó la mujer confundida. —¿Quién es esta zorra? —Gritó ella.

—¿No lo sabes? —Dijo el riéndo cínicamente a sus espaldas.—Es la heredera de la mafia Choi.

Recorrí el sitio con la mirada, notando algo que llamaba mi atención, un radio sin ninguna especie de cable o antena, forrado en cinta adhesiva, caminé hacia este tomándolo entre mis manos, lo sacudí notando que tenía algo adentro.

—¿Heredera? —Preguntó la mujer incrédula. —Minwoo no tenía hijas.

No iba a desperdiciar mi tiempo sacando la cinta adhesiva, tomé un martillo de la mesa y lo estrellé contra el radio, el cual se abrió en pedazos dejando caer fajos de billetes de cien.

—Si que la tuvo, te la presento, su nombre es Katherine Choi, única hija de Choi Minwoo. —Dijo él mirándome con fascinación. —Heredera de la mafia Choi, y más importante aún, mi prometida.

Mis ojos se encontraron con los suyos en el instante en el que habló, ambos compartimos una dulce sonrisa, tomé los fajos de billetes tomando dos además de los que correspondían, el brillante diamante resaltaba en mi dedo anular —Tomaré esto por la tardanza. —Dije alzando los fajos mientras pasaba frente a sus ojos. —Vámonos amor, ya tenemos lo nuestro.

Yeonjun la soltó dejándola sin aliento por la presión que había hecho en su espalda, abrió la puerta para mi, dejándome entrar en el precioso auto que habíamos comprado el mes anterior, era de color negro con hermosos detalles en dorado, era digno de una mafiosa como yo.

Taché el nombre de Kristina en mi libreta, mientras que aún podía verla desde el retrovisor gritando en nuestra dirección. —Nunca volveremos a dejarle mercancía a ella, ¿Cierto?

Yeonjun negó con la cabeza. —Al inicio todos sus pagos eran puntuales, pero mientras más dinero tenía, más difícil era que pagara.—Dijo concentrado en la carretera, una sonrisa se escurrió en sus labios. —Luces increíble actuando como chica mala.

Reí nerviosa. —Me lo exige mi profesión.—Bromeé.

Mi celular comenzó a sonar, desbloqueé la pantalla viendo la foto de Beth cubrir todo el espacio visible.

"—¡Kat!" —Gritó Beth antes de que pudiera siquiera hablar. "—¿A que hora piensas venir? Ya trajeron el vestido y los estilistas llegaron, dicen que se tardará por lo mínimo dos o tres horas en arreglarte, y ya son las cinco. ¡Min, haz silencio, mamá está hablando por teléfono!"

Los gritos y balbuceos de mi sobrino se escuchaban en el fondo, era el niño más travieso del mundo.

—Ya estoy en camino, tenía un asunto pendiente.—Dije tratando de sonar seria, pero la emoción florecía en mi estómago, quería dar cientos de saltos. —¿Ya llegó...?

"—Si, ya Taehyun llegó." —Confirmó Beth. "—Tuvimos que irlo a recoger en el aeropuerto porque ALGUIEN se desapareció todo el día."

Moví los pies emocionada, tenía mucho tiempo sin ver a mi mejor amigo, ya había recuperado la mayoría de su memoria, hoy debía actuar como que no era ahora la dueña de una mafia.

—Estaba ocupada. —Me excusé. —De todos modos sin la novia no hay boda, ¿O si?

La mano de Yeonjun apretó mi muslo, siempre que conducía conmigo a su lado me manoseaba más que fruta del mercado.

"—¡Date prisa!"—Dijo Beth un segundo antes de colgar.

Yeonjun y yo reímos al unísono, en lugar de andar cobrando deudas deberíamos estar cada quien por su lado arreglándose para la boda. El detuvo el automóvil frente al salón dónde ibamos a realizar la boda, no podía creer que un año atrás el estuvo entre la vida y la muerte, el disparo que le habían propinado no había tocado ningún órgano vital pero el casi había muerto desangrado, si no hubiésemos llegado a tiempo, el no estaría en este momento a mi lado.
Las cosas no fueron fáciles cuando papá murió, en su testamento había dejado a cargo de todo a Yeonjun, quien estaba internado en un hospital y quién insistía en que la verdadera heredera de todo era yo.
Con la ayuda de la madre de los chicos comencé a aprender sobre la mafia y a tener el control sobre todo, pero aún así faltaba el hombre que debía dar la cara, Y quién sería sino el heredero legítimo de todo, Choi Yeonjun.

Recibí el hermoso anillo un día a la orilla del mar, seguido de una frase que me marcó para toda la vida; "Pensamos no estar destinados, pero la vida realmente nos queria tener juntos hasta el final de nuestros días."

Y así sería, quisieramos o no, como hermanos, hermanastros, socios, o como pareja, íbamos a estar juntos después de todo, ahora también como esposos, tal y como lo exigía la norma de la mafia.

—Entonces, ¿Nos vemos a las siete?—Pregunté recordándole que debía estar listo a esa hora.

El me dedicó una sonrisa pícara. —No puedo esperar a que sean las siete. —Dijo Yeonjun, se inclinó en mi dirección y plantó un suave beso en mis labios, amaba la sensación de estar a su lado, sin nada que nos impidera estar juntos, sus hermosos ojos reflejaban la luz del atardecer, lo amaba con toda mi vida. —Te veo a las siete en el altar.

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Please Use Me Like A Drug - Choi Yeonjun TXT  [EN EDICIÓN Y CORRECCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora