💮Epifanía💮

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Querido padre:

Los ánimos en casa estuvieron tan encendidos como las llamas del mismo infierno.

Hace unas noches mientras llegaba a casa escuché el discutir furioso de mi madre además de un enfadado pero fastidiado Pericolo, detrás de la puerta sentí el miedo recorriendome las venas pero nada pude hacer. Me sentí diminuta, inútil, casi inexistente, nunca les había escuchado discutir de tal forma por lo que en ese momento supe algo muy malo estaba pasando, temí fuera yo la razón de su furia.

Esa misma noche Pericolo descubrió mi gran crimen del que creí jamás se daría cuenta, yo tan solo tome su lectura por mera curiosidad; él no lo vió así, claro está que no me dejó marchar sin reprimenda y el sonido de su voz enojada y su ánimo exasperado aún me resuena en los oídos e impreso en mis retinas hundiéndome el pecho con cada palabra y sacandome las lágrimas sin esfuerzo alguno. Mamá no tardó en enterase de su regaño y todo ese tiempo se ha negó a dirigir palabra a Pericolo, nisiquiera pude despedirme de él cuando se marchó a inicios del mes, por un un momento creí que nunca más volvería y aunque lo intente no pude evitar llorar por él pues pensé que al final jamás me había querido.

En todo este tiempo se me restringieron esas salidas que tan tranquila me hacían sentir y el encierro se hizo obligatorio, no quería decirlo pero en parte estaba enojada con mamá por la forma en que había tratado a Pericolo, ella por otra parte intentó de todas las maneras animarme tan pronto notó mi tristeza, yo no pude corresponderle.

Pasaron algunos meses en los que no tuvimos noticias de Pericolo, esto tan solo reforzó mis delirios de abandono e hizo a mi madre abandonar las ideas de resentimiento, ella que no había mostrado más que furia se sintió tan  preocupada como yo por él.

Una mañana cualquiera escuchamos las puertas de nuestro hogar abrirse a tan tempranas horas de la mañana, mamá y yo nos asustamos pues no esperábamos fuera Pericolo quien cruzara, él nunca antes había llegado a nosotras, él nunca antes había tardado tanto. Pude sentir como mamá se había tensado al verlo, se bien ella tuvo el impulso de seguir discutiendo sin embargo en sus ojos pude ver estaba cansada, ya no quería seguir peleando y a decir verdad yo tampoco quería verlos molestos.

"¡¡Arriba mi par de amores!!" nos incentivo a seguirlo hasta el salón principal, nunca antes lo había visto tan entusiasmado por lo que llegue a tener cierto miedo pero cuando  estuve frente a el vi nuestro mesón lleno de cajas y grandes paquetes, "son tuyos", cuando me dijo esto estaba tan confundida, nisiquiera en nochebuena recibía tantos presentes y mucho menos ahora que pensé era decepción suya. Mire a mi madre pidiendo respuestas pero ella solo sonrió, apesar de eso se que tampoco estaba segura.

La sorpresa fue gigantesca para ambas, todas las cajas estaban llenas de papeles de colores y libros de hermosas ilustraciones como los que Prosciutto me solía dar cada semana, se hincó hasta mi altura y pidió mi perdón, me hizo perdonar todo dolor y angustia que me había causado, no pude negarlo.

Madre y Pericolo me enviaron a mi habitación a ordenar mis regalos y aunque no me enorgullece me sentí en la necesidad de escuchar su conversación, ella sonó enojada, después preocupada, al final esperanzada, no pude comprender mucho de lo que se dijo pero genuinamente estuve intrigada.

Cómo esperaba mamá lucía más radiante y complacida y en lo que resto de las noche Pericolo no dejo de comentar emocionado cada libro y lo mucho que podría llegar a gustarme, estaba tan entusiasmado que incluso montó una estantería en mi habitación esa misma ocasión, aunque lo intente no pude evitar sentirme abrumada, su cambio abrupto de ánimo y el hecho de no comprender sus razones templaron mi calma frustrandome a cada minuto.

Esa cena no se sintió incomoda y aunque mamá y Pericolo no reían a carcajadas como siempre solían hacer yo supe estaban tranquilos, a partir de ese instante me volví a sentir feliz.

Al momento de irme a dormir fue Pericolo quien me preparó, debo admitir que lo extrañaba tanto, que el hecho de volver a la rutina se sintió como la mayor calidez del mundo y que en ese instante nada más podría lastimarme nunca. Aunque la curiosidad superó mi conforte, tenía más preguntas que respuestas y con el autor enfrente mío no aguante en ningún momento, le cuestione de arriba a abajo sin dejarle escapar, el en respuesta se sintió terriblemente abrumado y me hizo callar.

“A tu tierna edad no puedo decirte las cosas como me gustaría, entiende que pretendo mantener tu conciencia inocente pues no me gustaría manchar tu pureza con la inevitable maldad que te rodea pero tampoco deseo dejarte vulnerable pues yo se lo que eres y quién eres y se muy bien eres terriblemente fuerte. Eres mi más querido amor y sé que cuando crezcas serás una mujer maravillosa, yo quiero hacer de ti una la mujer más poderosa que exista.
No serás tú quien tema al mundo, será el mundo quién tema de ti"

Me confesó que todo aquello que me había confiado llegó a él como una especie de epifanía que golpeó fuertemente su cabeza, estaba enteramente conciente de su errar pero no iba a dejar pasar ni una falta, arreglaría todo, él me lo prometió.
Aún esas palabras me llenaron de duda, no comprendía el enojo de mamá o la tempestad de Pericolo lo único que supe es que yo estaba de por medio y que de algún modo que no había entendido todo estaba resuelto.
Me parece increíble como un par de libros pudieron cambiar el ánimo de la casa entera.

Hasta este momento las razones de Pericolo me parecen sesgadas, no me hacían sentir mejor, en absoluto, pese a todo estuve enteramente convencida de que debía creerle, no sentí tuviera otra opción.

Además Pericolo jamás sería capaz de hacerme daño a mí o mi madre.

No tengo razón alguna para desconfiar de él.

Diario de una mártirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora