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Su cuerpo permaneció tendido sobre las gélidas aguas testigas de su mediocridad, su agonía era tal que temió que al moverse alguna extremidad se desprendiera de cuerpo, aún así, se sentía gozoso, lleno de euforia, una vez más en su vida se sentía vivo.

El suave y efímero toque de la nereida le había dejado impregnado en la punta más lejana de sus dedos un calor inexplicable que lo hacía suplicar, éste mismo se extendió por debajo de su piel haciendo que ese afán suplicante se convirtiera en añoranzas, su corazón fue capaz de sentir más emociones además del odio.

Noche, tras noche se propuso desafíar al océano una vez para así poder tan sólo un instante el tesoro que oculta dentro, sin embargo, fue imposible. Un mar cruel que era conciente de su intención había formado una gran muralla, hecha en piedras, guijarros y sal el maravilloso muro entendía más allá del cielo y la eternidad, demasiado lejos para las posibilidades de un par de enamorados de sueño encendido.

El príncipe escarlata miró la separación desconcertado, detrás del muro también se encontraba su nerieda quién sola y desconsolada lloraba la prohibición de su madre, entonces el pecho del príncipe ardió en cólera, le era imperdonable hicieran de su ilusión llorar en tal forma. Decidido intentó escalar la gran muralla pero los guardianes; guijarro afilado, mutilaron su tersa piel tensada en lienzo cayendo cada ocasión devuelta en su encierro, la nereida escuchaba horrorizada la sinfonía de sus huesos crujiendo que acompañada de sus lágrimas hacían de su desgracia la melodía más desgarradora nunca antes escuchada, así ambos comprendieron que no habría forma en que ambos volvieran a quererse.

La nerieda lloró más fuerte y él príncipe continúo sangrando, él no iba darse por vencido, olvidarse de la ilusión de su vida no iba a ser una opción, entonces el sacó en un sólo canto toda la dulzura de su ser

"Al ras del alba mi amor por ti descansa, al ras del alba nuestra pasión se renueva, iré esperando al ras del alba para quererte con la misma locura con la que siempre te querré"

Al escucharlo su nerieda fue conciente, y es que aún existiendo una gran muralla él no dejaría de amarla, ella enternecida frenó su duelo y con el mismo desvelo cantó el tan precioso verso que les había unido

"Al ras del alba mi amor por ti descansa, al ras del alba nuestra pasión se renueva, iré esperando al ras del alba para quererte con la misma locura con la que siempre te querré

Al ras del alba tú por fin sabrás yo nunca dejaré de amarte"

De esa forma los amorosos hicieron un hecho que su amor era aún más grande que las muralla, más fuerte que el guijarro y complejo que las aguas, así finalmente supieron lo mucho que se amaban el uno al otro.

Diario de una mártirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora