Nunzio

17 2 0
                                        

Aquella tarde como todos los días la niña también había salido a jugar

-Donatella- lo llamó el adulto

La madre miraba distraidamente por la ventana esperando poder encontrar a su hija desde la lejanía

-¡Donatella!

La fuerza en la voz del mayor fue la suficiente como para sacar de trance a la mujer

-¿Me estás escuchando?

-Pronto va anochecer y Trish aún no ha llegado a casa

Era claro ella no había dejado de pensar en su hija en ningún momento, Pericolo se sentía molesto al ser ignorado de tal manera

-Ella ha estado afuera toda la tarde, probablemente esté hambrienta, además no llevo consigo abrigo así que también llegará muerta de frío

-Donatella, no es eso de lo que estamos hablando

-Por supuesto que no

Estaba inmensamente molesta, la forma en que su hija había sido excluida le parecía imperdonable y a pesar de que sus labios permanecieran en tumba de mutismo se encontraba fúrica a causa de la obstinación del adulto

-Sabes lo mucho que odio que ella esté afuera, conoces el riesgo de dejarla sola

-Trish es tan solo una niña e ignorante de la situación de su padre, ella no corre peligro

Esas palabras encendieron todo ese sentimiento dentro de la mujer

-¿Que ella no corre peligro dices?, quiero que le repitas lo mismo a aquellos que se han atrevido a lastimarla

-Ya habíamos discutido ésto- suspiró frustrado el hombre -ella no tiene nada que ver en esta clase de asuntos además sabes que esto es mucho más complejo, quiero que entiendas ella está preparada, es aún demasiado joven

Tantas veces había escuchado tan patética excusa, la tenía harta, contra ella o contra su hija nunca era relevante

-¡Basta Pericolo!- le alzó la voz -somos jóvenes, somos tan jóvenes cuando de ello depende tu conveniencia

-¡Donatella, tú bien sabes no es así!, lo intente, te juro lo intentado pero nada sirvió realmente

Él finalmente había perdido la paciencia

-Es tan sólo una niña es lógico no responda a tus primer intentos- le gritó ella aún más fuerte

-¡¿Entonces qué pretendes que haga!?

-¡Lo que sea menos dejarla a un lado!

-Donatella, estás exagerando las cosas

Antes de que ella pudiera responder el sonido de las puertas abriéndose detuvo su tan nefasta discusión

-¡Estoy en casa!- anunció la pequeña desde el umbral

Ambos adultos se contuvieron

La nena entró corriendo al comedor hasta que estuvo frente a ellos, la inestable tensión entre sus cuidadores la había dejado desconcertada

-Trish ve a limpiarte, cuando estés lista te tendré la cena servida

El claro atisbo de irá en la voz de su madre asustó a la pequeña que rápidamente se dirigió a cumplir la orden.

Donatella se levantó de la mesa no sin antes dedicar su mirada más colérica a su mayor, el asunto entre ellos no había acabado

-Esa niña es mi hija, no un estorbo y no permitiré la trates como tal

-Nunca dije fuera uno

Pericolo estaba tan enojado como ella, sin embargo se sentía impotente ante la situación, esa mujer gran torbellino de sentimiento y pasión que apenas podía manejar. Nunca había sido su intención ofender a ninguna, las amaba, amaba muchísimo a ese par de damas que no hacían otra cosa más que darle preocupación, por lo que no podía evitar sentirse perdido, quería protegerlas a ambas, incluso a la más pequeña, sentía que de esa forma podría fuertes, invulnerables de alguna manera, pero había fracasado y en el proceso estaba lastimando a aquello que más amaba.

Al fondo en la cocina pudo escuchar a Donatella ocupada en sus propios asuntos, ella no le dirigiría la palabra hasta que él resolviera ese problema, eso era un hecho, no tenía nada claro y estaba harto de pelea, triste y fatigado se dirigió a su habitación dispuesto a distraer la mente en cruda fantasía que le permitiera olvidarse de miserable dilema, confundido se percató de que la novela que leía en ese instante había desaparecido, busco por todas partes pero jamás pudo encontrarla

Por un momento meditó en lo incorrecto que podría llegar a ser su pensamiento pero esa no era la primera vez en que perdía alguna de sus lecturas personales, todas sus sospechas estaban puestas en la más joven de esa casa pues en más de una ocasión las había encontrado en distintos lugares de la casa y le era imposible imaginar a Donatella tomando sus cosas sin permiso, en esa fina ocasión se en encontraba enteramente hastiado

Entonces la jovencita camino frente a él

-¿Estás bien Trish?

Un bulto rectangular se asomaba por debajo suéter

-Estoy bien- le respondió ella sosteniendo fuertemente su estómago

-¿Enserio?

La niña lo miraba sería tratando de aparentar su nerviosismo

-De casualidad no has visto por alguna parte el libro que he estado leyendo estos días

-No, no le he visto

Aquella gallardía con la que la niña había tratado de disimular se le hundió hasta los suelos cuando escuchó nombrar su crimen

-Me estás mintiendo

Ella no supo que oponer defensa alguna

-Por favor no te enojes conmigo

Entonces las lágrimas se resbalaron por las mejillas

-No me molesta que lo hayas tomado Trish, lo que me enfurece es que me mientas

La pequeña bajó la mirada avergonzada mientras que de sacaba del suéter un par de libros y su tan sagrada libreta, todas esas sospechas eran realidad

-¿Por qué lo has tomado?- la reprendió

-El título sonaba bello, yo creí sería una historia linda

Hamlet, una historia llena de crueldad y agonía había logrado cautivar a la más joven, le parecía imposible

-¿Lo has entendido?

Ella mantuvo la vista en suelo dejando su pregunta sin respuesta, estaba aterrada pues creía su respuesta no sería correspondida

El hombre miró el libro y después a la niña y pudo notar como el libro en sus manos no le pertenecía a él ni a la pequeña

-¿De dónde has sacado ese?- la señaló

-Mi mejor amigo me lo ha prestado por unos días

Era curioso puesto que en todo ese tiempo no se había enterado de ese supuesto amigo ni tampoco de la forma brusca en la que habían cambiado los intereses de la pequeña dama

-Creí detestabas leer

-Yo en realidad he probado y ahora se que no es tan malo

-¡Trish!- la llamó su madre -la cena está servida

La más joven salió disparada del lugar escapando del regañó que creyó ver cerca, por otra parte Pericolo parecía haber tenido una epifanía, por supuesto su niña no era el problema, su verdadero fue la forma en que trato de acercarse a ella. Entre sus manos ya hacía un volumen desgastado de historias infantiles, caballeros que luchan con dragones, princesas de cabelleras espectaculares, todo un mundo de fantasía que antes de ser una sosa fantasía fue una cruel realidad.

Finalmente había encontrado la forma.

Donatella tenía razón e iba a aprovechar cada segundo en la inocencia de la pequeña para hacer el verdadero gigante que el se había imaginado.





Diario de una mártirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora