Querida nada:
Han llegado días de otoño, nunca antes me había sentido tan sola.
Querido padre, querido diario, querida nada y sobretodo querido mío, he estado a punto de volverme loca.
El año nuevo ahora es sólo un año más y es en esta época del año en que Pericolo besa nuestras mejillas con la promesa de su regreso próximo, "sus labores" lo consumen por completo durante éstos meses y una noche antes de marcharse nos reúne en el salón y nuestra típica merienda después de la cena se convierte en varias tazas de café antes de resignarse e ir a la cama. Una vez llega la mañana mamá y yo evitamos derramar lágrimas, pues sabemos Pericolo sufriría al ver el dolor que nos causa su partida. Yo permanezco inexpresiva y con la espalda recta mientras analizó su traje almidonado y su cabello engominado, en veces cuando lo miro, siempre serio e infatigable al despedirse, pienso en nuestros días cotidianos y en el estilo más modesto que los acompaña, se me viene a la mente ese hombre pulcro y monocromático que me limpia las lágrimas con su pañuelo y que cada tarde después de comer me acurruca a su lado para la siesta, por un momento me pregunto si el hombre de traje costoso que ahora es ante mi sería capaz de sentir en algún momento lo que mamá o yo sentimos cuando se va.
Meses antes para navidad pedí a San Nicolás un televisor, recordando aquellas tardes en las que Ramona y yo veíamos caricaturas en pijamas durante el desayuno, una parte mía quiere desesperadamente mirar aquellas ranas bailarinas que mi padre describió antes de desaparecer, mas mi deseo más grande fue por sólo una hora y media antes del almuerzo poder ver el resto del mundo sin salir de mi habitación, sin tener que irme sin mi madre, o verme de nuevo en sonrisas incomodas rodeada de adultos mayores que cómo yo sólo se sonríen por cortesía, sin embargo Pericolo dijo no era un obsequio digno de señoritas pues envenenaría mi imaginación y mataría mis pasiones, a cambio construyó un sin fin de jaulas de madera que distribuyó si un orden en específico por todo mi hogar, una semana después del regreso de nuestro viaje llegó a casa con una parvada de canarios.
Él dijo estás aves habrían volado ya por todo los continentes y que en sus cantos ellas me contarían las maravillas de un mundo que todavía yo no conocía, ¿Cómo podría no amarlas?, mi abuelito las había traído para mí con tanto amor, las adoré pero algo de melancolía se aferraba a mi corazón. Entonces la mañana siguiente mamá sacó del armario un tocadiscos de fina madera, ella dijo, «No puedo permitirme un televisor, pero la armonía de tantas voces te enseñará un poco de la gracia de vivir está vida», aunque le sonreí, lloré toda la tarde de coro sobre Prosciutto sintiéndome la niña mas ingrata sobre esta tierra.
Nunca en toda mi vida había recibido tantos obsequios y mi infantil e inmadura rabieta todavía ambicionaba un televisor, el simple hecho de volver a considerarlo me da rabia.
La mañana en que Pericolo se marchó, mamá encargó a Prosciutto acompañarme hasta la parada de trenes para despedirme apropiadamente, meses antes el doctor colega de Pericolo aconsejó a mi madre guardar reposo dada la fragilidad de su estado y aunque ella se reusó, Pericolo insistió, mientras todos caminábamos en silencio Pericolo, Prosciutto y yo sabíamos que mi madre se levantaría de la cama bien tuviera la oportunidad y que al llegar a casa la veríamos bailando alegre y radiante luciendo su vestido más bonito bailando al compás de Edith Piaf de mi ahora nuevo tocadiscos.
Edith Piaf nunca antes me había sonado tan triste.
Las lágrimas se me escapan cuando veo irse el tren de mi abuelo, no volverá en meses y mi mamá entrará en una rara espiral de euforia y melancolía digna de la época negándose a decir el hasta el más de los minuciosos detalles de su vida o de la de mi padre, sé que entonces le entrará una tristeza que yo no comprendo que a su vez me deprime no comprender.
No creo siquiera Prosciutto comprenda la frustración del no comprender pues es tan audaz que al final siempre comprende incluso los incomprensible.
Él me sube sobre sus hombros y cuenta para mí otra de sus tantas bellas historias pues sabe que como mi madre no diré lo que me tortura. Su presencia me trae paz y rezo no se vaya aún yo sepa deba hacerlo. Nunca antes me había sentido tan sola.
No puedo escribir más a mi padre pues este me odia, Pericolo no lo entiende, mamá y Prosciutto tampoco, nadie lo entiende, la nada lo entiende.
Vuelvo ahora humillada a tí, libreta a la que he insultando y sido infiel de pensamiento, no esperando me perdones, sino esperando me comprendas.
Me he visto forzada a escribir pues creo el vacío sería incapaz de juzgarme, tengo miedo que dedicar otra carta sea rechazada igual que ha hecho mi padre, me da miedo ser ignorada.
Eso es algo con lo que ya no podría vivir.
Yo necesito escribir, necesito que me escuches, siento volverme loca de no hacerlo.
Yo me siento sola.
Me da paz saber la nada todavía escucha.
Me hace feliz saber que después de todo, después de tanto, todavía sigas aquí.
-Ahora tuya, soledad🌸
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Diario de una mártir
Hayran Kurgu💮🌸💮🌸💮🌸💮🌸💮🌸💮🌸💮🌸 A la mártir de está historia le doy mi vida, ven a mí querida mía pues con ilusión espero tu pronta llegada, tu cruenta burla de desgracia apresura tu viaje ya que el destino es impaciente mi dulce dama. 💮🌸💮🌸💮🌸💮�...