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Enaguas blancas de fría espuma, la perla blanca tensada su piel, sus encantadoras estrellas que deslumbran el rostro, era la frágil imágen de la divinidad que roza perfección, entonces aquel desdichado que había burlado el afán protector del mar y la luna se sintió que su entera existencia carecía de propósito.

La nereida peinaba su espumoso cabello al compás de la brisa apenas si dedicó mirada al príncipe que la admiraba desconcertado, esa furia y desesperación que cargaba en su pecho se había desvanecido en el viento a causa de tan dulce atención.

Un mar receloso apenas conciente de su descubrimiento tiró de sus faldas y hizo arrastrar a los desconocidos, fuertemente abrazó a su nereida y con una gran malicia sometió al príncipe explorador;

"Haz de desaparecer junto a tu desdicha ingrata, pues no será en mi juicio permitirte manches su virtud"

Aquella amenaza resonó por todo rincón alguna vez existido y la luna que había escuchado el llamado de su compañera unió su fuerza en su cruzada.

El príncipe no desistió, las dos lo arrastraron y las piedras llenas de espuma lo flagelaron, él no se detuvo, siguió avanzando, esa había sido la noche en qué había conocido a la autora de sus ilusiones, una vez en su paraíso no estuvo dispuesto a abandonarlo. La luna empujó de las aguas, sin embargo, la voluntad del príncipe fue tenaz.

La nereida aferrada a los brazos del mar, su madre miró perpleja sus batallas, apenas logró comprender la lucha que se libraba a conciencia suya.

El escarlata casi derrotado utilizó su última fuerza para acercarse a ella, la dama piadosa lo procuró, su mano de fina seda y aroma a miel lechosa rozó sus llagas ensangrentadas, fue tan efímero el roce entre los dos, que por un momento el mundo para ellos dejo de existir, la madre de su ilusión arrastró violento el viento hecho tornado y con dura y cruel fiereza arrojó su cuerpo a su prisión de confinio.

Finalmente les habían separado.

Su cuerpo yacia flotando en las olas teñidas del carmín que le brotaba de los poros, con su honra herida y la voluntad deshecha, la dama dueña de sus amores seguía presente en su conciencia.

Diario de una mártirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora