Nunzio

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En aquel momento sintió que la situación no podía empeorar, su colega se había marchado y había dado un poco de privacidad a él y a su nieta, el rostro de la niña denotaba amargura, en todo el camino después del tren ella se había aferrado tan fuerte a él que le lastimó el brazo, él reconoció que su agarre no había sido mal intencionado, en cambio ella parecía aterrada, se encontraba extraña y le era difícil imaginar la razón detrás de ello. Hacía unas horas Trish se encontraba perfectamente sana y aparentemente tranquila dentro de los estándares del conflicto, recién se percató de que su patrón de comportamiento errático no se había hecho presente hasta que salieron del tren.

De una forma u otra no era la ocasión para indagar con calma la situación, inconveniente tras inconveniente lo habían puesto en una situación demasiado desafortunada y esa presión a cualquier represalia por sus faltas se habían convertido en un miedo real.

Él se puso sobre sus tobillos quedando a una altura similar a la de pequeña, sus verdes ojos habían dejado de expresar irá, en vez éstos se miraban perturbados, paciente y gentil le ordenó acicalar su aspecto, ella de nuevo no dijo ni una palabra, lentamente asintió y le obedeció, él la vió irse y también se mantuvo en silencio, además de sus labores se encontraba preocupado por ella pues está continuaba temblando y está vez no podía culpar al frío.

Pese a su edad Trish ya era una niña independiente, Pericolo no podía recordar la última vez en que la había ayudado en su hora del baño, ni tampoco la última ocasión en la había apoyado en vestirse, era lógico que al ser tan joven todavía necesitaría ser auxiliada pero eso no le quitaba ese mérito de virtud y elegancia del que ella gozaba, entonces esa cruel sensación lo golpeó de inmediato, una cruza entre nostalgia e impotencia que acompaña a un padre que realiza el hecho de que su bebé ha crecido y que cuando menos se de cuenta está ya no será una niña, sino una mujer, el sentimiento le fue abrumador y es que pensar en su pequeña creciendo a un ritmo tan acelerado fue casi como pensar en un tabú.

El sonido del agua cayendo se detuvo, a éste le siguió el de la niña entrando en ella, después un grito frenético acompañado de lágrimas desesperadas demandaron la atención del viejo pensador. Pericolo reaccionó al instante, alarmado no perdió minuto alguno en el rescate de su hija, rápidamente derribó la puerta del cuarto de baño, Trish sumergida en el agua estaba envuelta en lágrimas

-¡Azul!- gritó ella -¡Estoy sangrando en azul!

El agua alrededor de su cuerpo estaba teñida en un azul profundo que manchó la loza, Pericolo no supo reconocer su miedo, por un momento creyó el color del líquido se debía al jabón o alguna loción cercana a la tina pero al no haber ninguna del color cerca supo no podía dar fé a esa teoría. La niña no paraba de llorar y gritar aterrorizada, él color era simplemente imposible.

Igual de alterado que ella la sacó de ahí pronto e hizo ir el agua por el drenaje, veloz la cubrió en toallas y la abrazó contra su pecho, de alguna forma su acción trajo calma y los estruendosos lloriqueos de horror de Trish se hicieron suaves y nítidos sollozos que de poco en poco se fueron apagando, ambos estaban asustados. Cuando ella finalmente paró de llorar el acercó su oído a su espalda, por un instante temió fueran sus delicados pulmones la razón de su sufrimiento, él de antemano sabía está posibilidad era descabellada pero una parte de él creyó pertinente cerciorarse, escuchó atento y nada, todo estaba en aparente orden, entonces la niña comenzó a toser, fuerte y dolorosa que creyó el aire se le iba a acabar, Pericolo apresurado dió de golpes en su espalda al tener la sensación de que está se ahogaba, el sonido ronco que produció su pecho fue desgarrador, bastaron unos segundos antes de que ella escupiera lo que se atoraba en su garganta.

Su boca y labios estuvieron pintados de azul; ella no le había mentido, un muñón amorfo del mismo asqueroso color cayó en el piso y Trish comenzó a llorar de nuevo. Pericolo no podía procesar lo ocurrido, por su propio bien mantuvo la calma o más bien fingió tenerla, repitió el abrazo hacía la niña pero está vez cubrió su rostro, el azul para ella representaba claramente una experiencia traumática a la cuál él no estuvo dispuesto a volver a someterla.

Cubrió sus ojos y con todo cuidado procuró limpiarla, no podía dejarla ver lo que pasaba pues no había pedazo de la habitación que no hubiera sido manchada de azul, Trish se mantuvo tranquila siempre y cuando Pericolo no la soltara, la calma en su temple le daba cierta paz que ella sabía debía mantener. Aún fuera del baño ella se rehusó a quitarse la gasa de sus ojos, él la comprendió e inmediatamente llamó a lo supone era un médico.

Usualmente frente a la niña procuraba modular el volumen de su voz para no asustarla, pero en esta situación no fue así, demandante no estaba dispuesto a qué se le diera una negativa, estaba dando una orden fría y certera y por el bien de la persona que se encontraba al otro lado de la línea esperó está se cumpliera, sus exigencias eran fuertes más no gritadas y ese aire de autoridad incuestionable intimidaba incluso al más valiente, Trish aún temblaba abrazada a él, para la niña fue imposible escuchar con claridad lo que decía la otra persona al lado de la línea, aunque tenía la certeza de que está otra estaba llorando.

Pericolo terminó su llamada, él creyó habría asustado a la pequeña pero está continuaba alterada por su propio asunto. Regresando a su preocupación él la depósito delicado en un lugar cómodo y se apresuró a buscarle ropaje en las maletas empacadas por Donatella, su frustración había sido tal que por un momento se olvidó de ella

Trish permanecía sentada y callada, las lágrimas todavía le caían por las mejillas pero ella se esforzaba por mantenerlas silenciosas

-Pericolo- lo llamó ella -¿tú no me vas a abandonar nunca?

La duda de la pequeña lo sacó de sí, él nunca le había dado motivos para que ella pensara en eso, incluso con los sucesos de esa madrugada jamás se le pasó por la mente aquella posibilidad. Al no ser un hombre de demasiadas palabras la abrazó una vez más, fuerte pero no demasiado para no lastimarla, Trish comprendió la respuesta en su gesto, pronto su espalda se sintió húmeda, Pericolo también había sucumbido al llanto.

Diario de una mártirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora