Recordaba la primera vez en que una mujer había puesto en duda su cariño, su orgullo egoísta manchó aquella memoria con toques de burla que asemeja a humillación, está vez era distinto, no era una señorita cualquiera quien lo cuestionaba, era la niña que había criado como a su propia hija, cuando ella pronunció su duda con esa tierna voz lastimada por tanto haber llorado sintió deseos de morir.
Él sostenía la mano de la niña con fuerza mientras ella se aferraba al inodoro, la expulsión violenta de líquido azul por su boca tenía mortificado y cada vez más impaciente a Pericolo que al no poseer medicamento o herramienta había preparado una solución salina como forma provisional de alivio, aún después de ello seguía sintiendo sus esfuerzos inútiles.
Temió haberle fallado en todos esos años junto a ella, como si el hecho de acompañarla todos ese tiempo hubiera sido obsoleto al nunca haberle hecho saber cuánto la amaba y es que al creer su sentimiento era implícito nunca se vió en necesidad de repetirlo, para él pedirle no amarla era como pedirle al sol dejara no ser brillante o al mar no ser azul, era inconcebible.
La fuerte llamada a la habitación lo hizo reaccionar, no tardó en reconocer la voz de la dama al otro lado, sin embargo no pudo abandonar a la niña, la voz al otro lado de la puerta al no obtener respuesta no se tomó la necesidad de ser invitada, tampoco se presentó o saludó a ninguno, al mirar el grotesco escenario fue conciente de la delicada situación por lo que se apresuró a su labor sin perder el tiempo en formalidades, veloz arrancó a la niña de sus brazos pero este no protestó, miró la forma firme y a la vez delicada en que la depositó en la loza blanca ya manchada y sin necesidad de ser guiado asistió a la dama con el procedimiento pues él conocía muy bien lo que se debía hacer. La médico apretaba con fuerza el hinchado estómago de la niña y está lloraba del dolor causado, con todo el dolor de su corazón Pericolo la retenía mientras la seguían lastimando.
Él fue la primer persona en verla tan pronto ella nació, era un humano diminuto son hilillos rosas saliéndole del cráneo, encerrada en una cajita de cristal luchando por su vida, aunque no era un hombre creyente él rezó por ella.
Dolorosos espasmos se hicieron presentes, entonces se percataron no era exactamente el azul la sangre que brotaba de sus labios.
Cuando esos pequeños pulmones comenzaron a cooperar él fue quien la tuvo en brazos por primera vez en su vida, era frágil, estaba casi deshecha, él sintió debía protegerla.
La pequeña demostrado más fuerzas de las que poseía trató de huir del sufrimiento, soltó golpes y mordiscos dignos de una bestia que él se apresuró en recibir y así no herir a quien los auxiliaba, la mujer gritó algo que él apenas pudo entender, de cualquier forma era innecesario, tenía una idea clara de lo que había exigido, era inhumano pero no tenían otra opción, ella preparó la gran jeringuilla.
En ausencia del mundo prometió cuidarla hasta ya no ser necesario pero era esa clase de lazo fraterno que no posee final digno, él la había visto dar sus primeros pasos, abrir sus ojos, pronunciar palabras, en ese punto de su historia ella ya no dependía más de él sino que él de ella, Trish ya no era una simple protegida, era su hija, su única ilusión.
Un grito ensordecedor aturdió sus sentidos, el delgado acero había atravesado los blandos músculos de la más joven en esa habitación, después de ello la infante dejó de estar conciente, la mujer le dedicó una mirada llena de horror, quedó claro que su situación no era algo que podrían resolver en tan precarias circunstancias, Pericolo permaneció consternado, su vocación les exigía una cabeza fría y sangre espesa pero nada podría prepararlo para ese escenario, nadie es capaz de mirar tranquilo lo que ama al borde de su muerte.
El duelo siempre forma parte del amor aún sin importar la sanidad detrás de su unión, él era un padre sufriendo la pena de sus hijas, él era un hombre que amaba y él era la clase de hombre que estaba dispuesto a llorar por ellas. ¿Cómo era posible un padre no amara a su propia hija?, ¿Cómo era posible no amar a aquellas por quienes ha jurado su vida?, decirlo de esa forma era igual de absurdo que pedir a un guerrero no seguir luchando, pero más absurdo era que incluso así no hubiera estado antes dispuesto a declararlo.
-Rojo- habló la mujer -te lo dije, era imposible como lo describirías, ella sangra en rojo o más bien carmín, nunca azul
Las palabras de su compañera lo obligaron a dejar de pensar, no había notado el momento en el que la niña entre sus brazos había comenzado a sangrar, en ese momento sólo pudo imaginarse el hematoma que se dibujaría en su brazo
-Su estómago es el verdadero problema, está tenso, algo muy malo pasa dentro
Un fuerte pitido surcó sus oídos, su mente se había apagado, miraba atento los labios de su doctora moverse pero hacía mucho que dejó de escucharla, creyó finalmente haber perdido la calma.
Algo yace en sus órganos, algo que no debería estar ahí escuchó, no comprendió la razón detrás su creciente angustia, el siempre solía mantenerse calmado en adversidad pero esa ocasión se sintió distinto.
Para él el resto pasó lento y desesperante como un cinta mal hecha, sus movimientos carecieron de voluntad y su único consuelo era mirar el rostro en calma de la niña. Su compañera no tardó en notarlo aturdido, ella no lo presionó, lentamente le quitó a la niña, la había envuelto en sábanas como si una virgen se tratara y tranquilamente se la llevo a ese lugar en el que personas descansan de sus males, Pericolo adormecido de alguna forma consintió toda acción, lejos de su cordura tomó la pequeña mano de Trish, en ese momento volvió a reconocer la sensación del miedo.
La dama se encargó de controlar la situación, testigo del escenario se había hecho cargo tanto del abuelo como de su nieta. Pericolo solo pudo observar a su niña desaparecer entre un grupo de enfermeras de falda blanca, se sintió ansioso al mismo tiempo que agitado, la señorita Útero In Bloom le detuvo
-Es una niña bastante fuerte, va a estar bien, por favor tranquilízate
Ella lo llevo consigo a un pequeño cuarto, su compañero siempre estoico mostraba a toda flor su debilidad, ella creyó desafortunado lo vieran de esa manera. Cuando el ambiente fue propicio se propuso hablar
-Pensé habías dejado estás cosas Nunzio- trató de distraerlo
Él no le respondió, sus ojos apuntaban a la nada vacíos y muertos de brillo
-Es ella de quién tanto hablas, no es la primera vez que se encuentra delicada, mantente sereno, ella estará bien
Pericolo se llevó las manos al rostro cubriéndolo, había comenzado a llorar de nuevo
-No pude decirle que la amaba, yo nunca le dije cuánto la amaba.
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Diario de una mártir
Fanfiction💮🌸💮🌸💮🌸💮🌸💮🌸💮🌸💮🌸 A la mártir de está historia le doy mi vida, ven a mí querida mía pues con ilusión espero tu pronta llegada, tu cruenta burla de desgracia apresura tu viaje ya que el destino es impaciente mi dulce dama. 💮🌸💮🌸💮🌸💮�...