💮

8 0 0
                                    

De entre sus piernas nació ventisca, proverbio de violenta tormenta que estaba por venir que entre gritos desesperados y un llanto interminable amenazaron con arrebatar su vida.

Brasas surgieron de su vientre haciendo de los  arenales un sinfín de magníficos cristales que cubrieron sus alrededores, la muerte roja estuvo por alcanzarla más el nacimiento de la perla se lo impidió.

Un mínimo atisbo de esperanza se aferró a la nereida forzando a su cuerpo cansado a mantener esa vida que ella había creído perdida, finalmente la perla blanca se escurrió entre su intimidad en un banco de espuma, si vientre fue fuego y el nacimiento calma. Grandes olas surgieron de entre sus muslos y ese agua tan tibia y cristalina lavó consigo cada una de sus heridas, aquella espuma indigna que de ella había salido curó lentamente a su madre el mar, poco a poco recobró está la pureza de sus aguas, fue entonces entre los bancos de arena yacía oculta la perla que en el vientre de la nereida se habría ocultado, era está fiel prueba de una nueva vida, una nereida agonizante arrastró su cuerpo hasta alcanzar el haz de luz que emanaba la diminuta perla.

Más blanca que el mármol, más brillante que él Sol, la nereida la sostuvo entre sus manos, era este el fruto de su amar prohibido, era este el único reconocimiento del principe en tierra que ella alguna vez amó. Por más que trató no pudo parar llorar pues pensar era está la única prueba del inmenso amor que alguna vez sintió fue casi tan desesperante que la muerte. El temor de la vida de este nuevo ser la atormentó, está perla llevaría aquel estigma traidor propio de sus padres, poseería la furia de padre o moriría en la misma debilidad de su madre, la nereida simplemente no quería nadie más sufriera por causa suya.

Cada una de sus lágrimas fue más pesada que la anterior, péndulos cayeron sobre la perla que inevitablemente terminó por quebrarse, y mientras su madre no paraba de llorar de la pequeña perla se quebró igual que hace un huevo, de su cascarón roto dejó al descubierto a una dama diminuta, encantadora Venus rosa fue el ser más dulce sobre aquella tierra.

La nereida entonces paró de llorar, el ser más bello sobre la existencia misma yacía sobre manos. Aquella Venus rosa lloraba desconsolada igual que su madre, tan escasa fue su vida la tristeza ya la sometía. El corazón de la nereida se partió.

Al ras del alba mi amor por ti descansa, al ras del alba nuestra pasión se renueva, iré esperando al ras del alba para quererte con la misma locura con la que siempre te querre"

Cantó la nereida como había hecho para el príncipe

“Al ras del alba mi amor por ti descansa”

Lentamente la nueva madre acunó a su hija entre sus brazos

“Al ras del alba mi amor por ti descansa, al ras del alba nuestra pasión se renueva, iré esperando al ras del alba para quererte con la misma locura con la que siempre te querré”

La diminuta Venus rosa creció a cada estrofa entre los brazos de su madre, su hija crecía cada tanto era capaz de sentir su cariño.

La nereida supo entonces existía un amor incluso más grande que el que sentía por el príncipe escarlata, la misma mujer del mar no supo cómo llamar aquella magia en que se perdía cada vez que miraba los ojos de su bebé, la nereida descubrió entonces el significado del amor en una vida.

Lentamente la espuma blanca del mar acarició sus tobillos, su madre, el mar, avisaba era la hora despedirse, lágrimas cayeron de los ojos de la joven madre, era simplemente injusto la separaran de aquel pequeño ser que se había robado su corazón, mas en el horizonte esperaba el mismo alba de su canción, el mar reclamaba a su hija no por crueldad sino por compasión.

La nereida jamás podría regresar al mar, no podría acompañar a su hija a la profundidad más tampoco podría negarle la virtud de las aguas, el mar enseñó entonces a la madre no había acto de amor más noble en esta vida que saber dejar ir aquello que adoras.

Entre lágrimas la madre sumergió a su bebé entre las aguas esperando de algún modo sus lágrimas acompañarán a la Venus rosa, su canción sería su arrullo haciendo de su memoria los besos que recibió.

La nereida desde la playa miró a su pequeña Venus rosa alejarse en el horizonte hacía el alba, sería ella la única prueba de que en el rey escarlata alguna vez existió bondad, sería esa niña recordatorio de en algún momento la nereida amó.

Sería la Venus rosa razón de todo lo bello que existió en estas tierras.

Diario de una mártirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora