Una (in minore)

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La sábana le apretaba las costillas y ella apenas podía respirar, su abuelo yacía dormido con ese ceño fruncido del que ella aveces solía hacer burla, en ese momento ella realmente no quería verlo. La pequeña buscó por todas partes un rayo de esperanza, algún atisbo de libertad pero no encontró nada, estaba completamente sola, la desesperación he hizo que las lágrimas se le escurrieran de los ojos y una vez más esa madrugada deseo llorar desconsolada, en su ignorancia había transformado su tristeza en ira por lo que aún habiendo horas desde su altercado continuaba ofuscada por lo acontecido.

Cuando giró su diminuto cuerpo boca arriba quedó de frente hacia al techo, la fría e inerte madera color caoba que carecía de gracia hacía más lúcida su sensación de encierro, lentamente espero a que sus ojos se cerraran presas del aburrimiento pero por más que intentó le fue imposible, su pecho todavía subía y bajaba lleno de cólera y aquellos malos pensamientos dirigidos a su madre seguían más presentes que nunca, sus mejillas aún ardían y aquello era algo que nunca le iba perdonar.

Una mariposa azul se posó sobre ella pero apenas si lo notó, el animal se paseó tranquilo sobre la suavidad de su cuerpo, tan pronto tocó sus muslos ella fue conciente de su presencia, instintivamente trató de apartarla, pero fue en ese momento en el que se llevaría su primer angustia, descubrió que no podía moverse. A cada minuto que pasó más y más fuerte quiso gritar, pero su garganta se cerró y de sus labios no salían más que murmullos sordos apenas audibles, entonces llegó otra mariposa, está vez se adentró debajo de su falda, el tiempo pasaba casi eterno y estás se fueron multiplicando, cientos de mariposas invadieron su lecho como si de una princesa dormirá se tratara, podía sentirlas tocarla, sentía como cada una camina sobre ella, el terror y la desesperación era inmenso respiraba cada vez más con mayor dificultad, no podía soportar la ansiedad de vivir tal situación y no poder hacer nada, había perdido la propiedad de su cuerpo mismo, miraba cada uno de los insectos caminar sobre ella, ellos pronto llegaron a su rostro, la respiración se le hizo débil y todo después de la mariposa azul entrando a su boca fue imposible de recordar.

Cuando abrió los ojos de no existía ningún alma, el silencio alrededor suyo se hizo completamente abrumador, su cuerpo tendido sobre el asiento le hizo recordar las mariposas violentando su integridad pero de ellas no quedaba ninguna, frenética buscó la mirada de Pericolo que le diera calma pero este se había ido, no quedaba rastro existente que comprabrara venía con ella, su pecho seguía agitado, subía y bajaba con tanta rapidez que por un momento creyó le explotarían los pulmones, intentó gritar por nueva ocasión pero fue inútil.

Su rostro se sintió empapado, no sabía en qué momento había comenzado a llorar de nuevo, tampoco sabía en qué momento pudo moverse de nuevo, con sus piernas temblorosas se levantó de su asiento, dió unos pasos sin rumbo fijo, sé sintió desorientada y sus oídos zumbaron tan violentos que la cabeza le dolió demasiado, otra mariposa apareció.

La pequeña belleza voló por todo el techo, sorprendentemente la niña no se sintió asustada, de hecho, no sintió nada. El sonido taladrando sus oídos se hizo tan fuerte que no pudo pensar, su reparación se calmó y su mirada se volvió vacía, no pudo mirar otra cosa que no fuera la mariposa, ahora su razón tampoco era suya, caminó lentamente tanto como sus frágiles piernas se lo permitieron, sintiendo su estómago caerse al piso, siguió atenta la mariposa, dos alas azules se hicieron cuarto, luego diez y después veinte, en el vagón del tren no hubo otra cosa más que mariposas.

Era como si la mente de la niña se hubiera apagado, no tenía pensamiento, emoción o autonomía, la única forma de describirla era como un cascarón vacío que apenas poseía la capacidad de moverse, ella no tardó demasiado en dar con una persona.

De un vagón completamente vacío de vida humana y repleto de insectos azules se hizo presente una figura, era un hombre de un aspecto neutro, tenía un rostro poco reconocible que podría perder con cualquiera, en esencia era un hombre elegante que tranquilo que prestaba atención despreocupado a su lectura personal, <<“La alegría de la lepidopterología”>>, esté al ver a la infante no se mostró sorprendido, miró de reojo a la niña para después cerrar su libro con una exagerada calma.

Mariposas volaban por todas partes, oídos y nariz de la nena comenzaron a sangrar, el adulto frente suyo puso una gran sonrisa

—¡Pero que nena más linda!, mírate, eres encantadora— la saludó cínico

La mirada perdida de la pequeña comenzaba a tornarse blanca y su cuerpo tembló con lo que eran dolorosos espasmos llenos de sufrimiento

—Aunque la sábana que te aprisiona es francamente atroz, no me deja ver lo bonita que eres

Ella seguía sin responder, a cada minuto su aspecto se volvía mucho peor, ella cada vez se veía cada vez más cerca de la muerte

—Ven acá— le ordenó

Y como si se tratara de una marioneta ella siguió la petición ignorando por completo su estado

—Siempre he odiado cuando un cruel le corta las alas a una mariposa tan bella como tú, es indignante

El hombre desató su atadura liberando sus blandos brazos, cómo a una mariposa agonizante él tuvo que sostenerla entre sus manos pues en tal punto ella tampoco pudo sostenerse en pie. Sostuvo su cuerpo liviano y lo apretó para sentir el calor que se escapaba peligroso de ella, de esa forma pudo mirarla mejor, era una niña preciosa con unos grandes y brillantes ojos verdes cubiertos por unas largas y espesas pestañas rosas, era una verdadera lástima estos estuvieran sumidos en dolor, su vista se fijó en sus cortas y delgadas piernas.

Hermosas medias de encaje cubiertas en fino calzado de cuero, era encantador

—Las mariposas en la nieve mueren rápido— inquirió el —ellas se congelan y dejan de respirar, tal y como tú lo haces ahora, pero es injusto, estoy seguro de que una niña llena de vida como tú teme a la muerte, ¿no es así?

La niña en sus manos soltó un quejido tibio que se disolvió con el aleteo de las mariposas, una parte muy remota de ella seguía conciente presenciando de primera mano la atrocidad

—Eres bastante inteligente, sabía dirías eso

Las palabras del hombre eran amables y dulces, al contrario del tétrico escenario de alas azules que se montaba detrás suyo

—Pero no puedo dejarte ir, sería grosero de mi parte obligar a las mariposas esconderse de su nueva amiga, al conocer a alguien nuevo es educado obsequiarle un presente de buena fé

Los ojos blancos se le inyectaron en sangre llenos de dolor, ajena del pánico asintió levemente.

El hombre sonrió cálido y la depósito en su asiento, con tanto cuidado y esmero desabrochó las tiras de cuero posteriormente se apropió de las medias de encaje, la vista de la niña se perdió cuando él retiró la prenda.

Ella despertó llena de pánico, continuaba recostada en el mismo asiento, está vez estaba rodeada de todos los pasajeros que aguardaban su destino, no era posible, no había ninguna mariposa, tampoco podía atribuirlo a un sueño, sus medias y zapatos ya no estaban. Asustada trato de ponerse en pie pero sus piernas estaban tan débiles que calló con una gran fuerza en el piso del tren, otro niño en pijamas que la miraba desde hace un rato corrió a advertir a su nodriza los sucesos de su penoso teatro, sólo así pudieron ayudarla.

Trish no comprendía lo que había pasado, la habían herido pero no estaba segura de la forma en que lo habían hecho.

Diario de una mártirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora