Una (in minore)

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Esa noche es especial, más importante que ninguna, pues hoy se toman decisiones y no hay chance alguno para fallar, aquello a hecho prometer su abuelo a la niña que apenas puede comprender, como es su costumbre permanece enigmático y poco dispuesto a conversar. Aún así el aura alrededor suya es tranquila, él tiene esa mirada decida como la de un jugador que de antemano sabe que ya ha ganado y ese tono amable en su voz despeja toda sospecha cuando le solicita alistarse rápidamente, los dos están de tan buen humor que sus órdenes se vuelven invitación que ella por supuesto está encantada de aceptar.

Ella cepilla su rebelde cabello mientras que él ha comenzado a afeitarse, detesta el vello en rostro pues cree fielmente este mancha su estado pulcro, ninguno dice nada, están tan concentrados que no lo creen necesario además no es un problema pues aún en su lejanía se sienten cercanos

-Ven aquí- le dice él

Antes de que ella pueda reaccionar él ya la ha levantado y le ha cubierto el rostro en esa olorosa crema de perfume, cuidadoso le explica aquellos finos cortes que reparte sobre su mentón con toda elegancia, ella atenta lo sigue imitando su pulso, claro sin navajas pues él no se lo ha permitido.

Ella no es un varón por lo que esta convencida de nunca necesitar de su nueva habilidad recién adquirida, él en cambio le jura por todo medio algún le será vital, no está dispuesto a revelarle lo ha enseñado por mero capricho.

Finalmente cuando ambos lucen más radiantes, él ata dedicado el listón de su vestido aunque no sea un experto luego ella anuda su corbata con toda maestría pues años y años de hacer diversos tipos de nudos le han enseñado hacerlos mejor que ninguna, se toman un momento para mirarse al espejo, ella se mira como una muñeca de porcelana recién sacada de la caja mientras que el es el hombre más serio y refinado sobre este mundo

-¿Cómo luzco?

Trish por fin lo mira y con toda dulzura infantil le sonríe

-Muy elegante, ¿Cómo luzco yo?

Él la mira enternecido mientras la ayuda a bajar

-Perfecta

El cuero nuevo de sus zapatos resuena en mármol del piso blanco, entonces Pericolo abre las puertas y una ráfaga de aromas aturde a la más pequeña, estaba tan cómoda en su encierro que por un momento se siente incapaz de volver a salir. Inconscientemente se regresa hacia atrás, sin embargo, él no se lo permite, toma con fuerza su mano y espera su mirada amable termine por convenserla, ella no lo está pero si está obligada a seguirlo y tan pronto ambos suben al ascensor ella siente como el estómago se le quiere salir por la boca.

Pericolo le ha dicho lo importante es esa noche y que bajo ninguna circunstancia pueden permitírse cometer errores, sin embargo, él nunca le explicó qué errores podría cometer exactamente, o siquiera que hacía tan mágica esa noche en comparación a otras, lo único que le habían dicho había sido que siempre debía ser cortés y sonreír de forma encantadora, tal como siempre solía hacer y mientras más bajan ella más nerviosa se siente

-Cuando entres a esa habitación todos las ojos caerán sobre ti, nunca bajes tu mirada, tú no deberías ser quién tema pues todos ellos están concientes de lo importante que eres

Trish no habló pues esa sola oración no respondía ninguna de sus preguntas, en cambio tan sólo la confundía más

-Sé que estás asustada pero esta noche se te pondrá aprueba y todos ellos buscaran una forma de verte débil, no les des el gusto, no dejes ver a ninguno lo aterrada que estas ahora

La nula confianza de la niña se desvaneció en cuestión de segundos

-Pero yo realmente lo estoy, ¿cómo se supone disimule?

El hombre no respondió de nuevo estaba tan inmerso en su templo de rectitud que apenas la consideró

-Te cuidaré tanto me sea posible, sé inteligente y no hables más de lo necesario

La niña comprendió que a partir de ese piso ese ya no era su cálido abuelo sino ese hombre frío y decidido que va detrás de su objetivo.

La campanilla que anunció la llegada a la planta bajo los alertó, Trish sentí moriría en ese mismo momento y Pericolo aunque trataba de hacerse el fuerte también se sentía a morir, sencillamente ninguno estaba preparado pero ya no podían posponerlo aún más.

Las puertas de su ascensor se abrieron y Pericolo la cargo de nuevo, con suma discreción le susurró "cada vez cuando tengo miedo pienso en lo que más me hace feliz en este mundo", Trish abrió sus ojos sorprendida, no creía lo que él acaba de decir, no podía imaginar a un hombre Pericolo teniendo miedo.

Esa ceremonia de pomposa categoría se abrió esperando su llegada, entonces su delirio comenzó. Como de una broma de muy mal gusto Pericolo torció su usual ceño fruncido en una de esas sonrisas acartonadas dignas de modelo de revista, para Trish fue espantoso y aún más espantoso fue ver como esa columna de perla y hueso no era más que una de tantas en ese gigantesco salón de fiestas, uno de sus más grandes miedos se hizo realidad cuando un sin fin de ojos tan cansados como expectantes la miraban curiosos. Pericolo le dijo esto pasaría, aún así no evito sentirse desesperada y como cualquier infante desesperada su primer instinto fue ocultarse tras las largas piernas de su abuelo, rezando al cielo y a cualquier divinidad la hiciera desaparecer.

Así cometió su primer error

No supo donde o cuando pero los dos colegas de Pericolo aparecieron entre la multitud, sus rostros al igual que el resto tenían impresos esa dicha postiza imposible de imaginar, eran un par de caras familiares guiándola, todos en esa habitación esperaban algo de ella y ninguno estaría tranquilo hasta obtenerlo.

En un par de segundos fue capaz de comprender un poco mejor a Pericolo y a su interminable lucha, un hombre cuyo mayor sufrimiento es aparentar obligado hacer lo mismo cada día de su vida, sabía que no estaba bien pero sintió lástima. Fue sólo entonces que los siguió, era una sonrisa más entre todas

-¡Pero que belleza!

Así siguieron muchos otros bullicios escandalosos, todos mitigados con la gracia y diplomacia de Pericolo, esta vez hablaba con una sonrisa genuina que solo Trish fue capaz de percibir, las cosas habían salido a favor suyo y no pretendía guardar su gozo para si mismo.

Esa noche tan especial sería una de las más largas de sus vidas.

Diario de una mártirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora