Amar

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POV'S GIYUU

Yo... No sé cómo sentirme, me duele, pero a la vez no, estoy cansado de dormir, pero al despertar quiero volver a hacerlo.

¿Por que todo es tan...? ¿Confuso?

Siempre que abro mis ojos, me cuesta trabajo enfocar, la cabeza da vueltas y el cuerpo no me responde, detesto las quimioterapias, son tan dolorosas.

— Giyuu-san, hora de comer. — Escuchaba esa voz tan dulce provenir de algún lado, no se quién dice tales palabras, no logro identificar.

Aunque trate de articular palabra, mi garganta duele, quisiera un respiro de todo esto, solo unos minutos de paz y sentirme como una vez me llegué a sentir, poder respirar sin miedo al dolor de pecho, tratar de comer sintiendo el dulce sabor de la fruta que me llevo a la boca... O mejor dicho, que me llevan a la boca.

¿Por que me siento de tal forma?
He leído y escuchado de casos en los que los pacientes no llegan a ser tan dependientes como yo en este preciso momento, es como si cadenas me ataran a la cama con todas sus fuerzas.

Ahora con ayuda, me quedo sentado comiendo un poco de avena, insípida y extraña, aunque es una de las pocas comidas que no me hacen regirgitarlas.

— Giyuu-san, saldré un momento por algo urgente, pero volveré rápido, cualquier cosa que necesite, solo diga mi nombre y vendré en seguida, se lo prometo. — Sonrió, o eso parecía pues lo decía de forma tan alegre que por alguna razón, me calmaba.

Creo que asentí, no lo sé, mis ojos pesan demasiado.

Además... ¿Con quién estoy hablando? ¿A quien le estoy compartiendo mis pensamientos? Dios... Creo que estoy perdiendo la cabeza y lo reafirmo con ese chico que ha venido a cuidarme.

Es como si... Lo conociera de toda la vida, su tacto me resulta reconfortante, como un analgésico, me tranquiliza demasiado que me duerme.

Tanjiro... Que nombre tan curioso y familiar.

NARRADOR

Tristemente para el joven enfermo, dejarlo solo, no fue la mejor decisión a tomar.
Por su parte, el joven ángel suspiraba mirando el desastre que había causado, dos personas se encontraban desmayada en el piso, ninguna recordaría lo que ha sucedido, en lo absoluto y eso era lo más adecuado, Murata no merecía ser engañado de aquella forma y borrar sus recuerdos, aunque fuese prohibido hacerlo, iba a evitar que sucumbiera ante la desesperación.
En pocas palabras, le hizo un favor al ángel guardián de Murata.

O eso pensó.

Los recuerdos dolorosos nunca se borran o eliminan, son absorbidos por quién los borró, nadie puede deshacer el paso continuo del tiempo sin tener consecuencias.

Su pecho punzó fuertemente, había hecho aquel acto 3 veces en tan poco tiempo, demasiado, sus poderes por su puesto que tenían límite y él los había sobrepasado.

Había absorbido la desesperación de Sabito y Murata con aquellos recuerdos arrebatados.

Sintió como con el palpitar de su corazón era llevado hacia otro lugar, la presión se tornó demasiado fuerte, pero... No tenía que sucumbir, no ahora, nunca, no dejaría a su humano solo.

Haciendo uso nuevamente de sus poderes, concentrando todo lo que podía de la gracia celestial, envolvió con delicadeza el cuerpo del joven de cabellos negros con un manto transparente con leve brillo dorado.

A year with youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora