Aretes

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En un acto desesperado, tomó a la chica de la muñeca y la obligó a caer desde la ventana hasta el primer piso de aquel apartamento.
Vaya mala suerte y un gran tonto que fue, se decía, se culpaba a si mismo por haber descuidado tan preciado y sagrado objeto.

— ¿Estos son sus aretes? — Los miró sobre la mesita de noche pensando si guardarlos en una gaveta o dejarlos ahí mismo donde su dueño los había dejado. — Bueno, mirar no hace mal... ¿O si? — Se acercó un poco más hacia aquellos aretes para poderlos tomar. — Nunca había visto algo así... ¿Los habrá comprado en algún lado? Mhm... Igual... Parecen ¿Cartas de juego o algo así?

La curiosidad era algo con lo que el ser humano nacía y jamás desaparecía.

— Bueno, los dejaré aquí, no quiero que se moleste.

Dejó la bandeja a un lado y procedió a salir de la habitación tratando de no hacer mucho ruido, podría ser que su pareja se hubiera dormido y despertarlo no era una opción, merecía descansar todo el tiempo que él quisiera.

Papá se va a enojar de conmigo, me va a castigar, es mi culpa.

Tanjirou quien ahora ya estaba frente a su mesita de noche, tomaba los aretes con cierto temor, Yoriichi le había advertido que nadie tocara sus aretes, nadie que fuera humano ni ángel, no si quería que todo saliera de acuerdo a lo que debía ser, pero había cometido el tonto error de no cerrar la puerta de su habitación dejando paso libre a que tocaran sus pertenencias, a que un humano fuera quien lo hiciera.

— ¿Que sucede si un humano los toca? — Preguntó inocentemente la amiga de siempre de aquel ángel.

Tanjirou negó con la cabeza.

— Yo seré visible para él, papá dijo que el portador de los aretes será visible para todo aquel que los toque sin autorización.

Hubo un silencio sepulcral luego de que Tanjirou se pusiera sus aretes.

— Y eso no es todo...

— ¿Hay más? Ya es suficientemente malo que tú seas visible estando de esta forma. — Se señaló a sí misma de pies a cabeza.

— Si, y es que comenzará a sentir una inmensa desesperación de la nada, es un castigo tanto para ángeles como para humanos, yo tengo la autorización de papá y no me sucede nada, es algo complejo de explicar. — Está vez, se aseguró de que la puerta de su habitación estuviese cerrada y procedió a acostarse sobre aquella cama suave mirando hacia el techo. — Sabes que es una reliquia, papá la tiene desde hace muchos años, demasiados años, puede que incluso antes de la creación de este mundo cómo lo conocemos ahora.

Makomo, atenta ante la explicación del muchacho, procedió a sentarse sobre la cama con una expresión curiosa.

— Al ser una reliquia sagrada usada solamente por papá, aquellos que no ángeles que no tienen la autorización de usarlos, son castigados y sufren las consecuencias hasta que papá los perdone, eso es algo que jamás ha pasado, nadie se ha atrevido a hacer semejante cosa... Pero un humano, no soportaría la carga de un poder como este sin caer en la locura, sería demasiado para su cuerpo de carne.

— Tiene sentido... Agradezco que nada haya pasado, Sabito estará bien... ¿Verdad?

— Así es, no los ha tocado, estará bien, muy bien.

— Así es, no los ha tocado, estará bien, muy bien

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