El miedo, la angustia y el dolor

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Como todas las mañanas, ese sábado se levantaba sin ganas de hacerlo, a pesar de haber dormido más de 12 horas el cansancio en su cuerpo era agobiante, cada día que pasaba se sentía más débil que el anterior y no importaba cuánto lo intentara, no podía ingerir comida sin querer que está le resultase repugnante e incluso llegara a vomitarla poco tiempo luego de haber llegado a su estómago.

Se miró al espejo junto a su cama, sus cabellos azabaches estaban revueltos como si un nido de pájaros tuviera en la cabeza y las bolsas bajo sus ojos era algo que lo acompañaba ya de por vida pues nunca se iban.
Ya que estaba sin camisa, inspeccionó su piel como de costumbre, siempre que despertaba había nuevas marcas moradas indoloras o en su defecto, pequeños puntos rojos que asumía eran picadas de mosquitos.

- Ah mierda. - Palpó su clavícula, una nueva había aparecido y está era un poco verdosa. - ¿De dónde salen? No he me golpeado mientras duermo, no me duele.

Siguió buscando, recorriendo todo su cuerpo con sus manos y mirada hasta toparse con otra más a su costado derecho.

- Sabito no deja marcas aquí. - Al palparla tampoco dolía.

Suspiró y se resignó, debía buscar una explicación por si su pareja llegaba a verle más de una.
Tomó su toalla y se dirigió al baño para refrescarse antes de salir en su cita con aquel muchacho de 21 años de cabellos duraznos, ese con el que llevaba ya 2 años de relación, con el que disfrutaba estar día a día y tenían ya planeado vivir juntos en un par de semanas.

Pensar en él simplemente le hacía sonreír como una adolescente enamorada.

Entró en la ducha y se retiró la ropa que cubría la parte inferior de su cuerpo dejándola en el cesto de ropa sucia.
Abrió la llave de la regadera y reguló la temperatura de la misma, tal y como le gustaba, no muy caliente ni muy fría y dejó que esta recorriera su desnudo cuerpo.

Tomaba cierto cuidado con su cabello, ese que había dejado crecer a propósito desde que Sabito le dijo que se vería bien con cabello largo, pasaba una esponja por su cuerpo tallando con cuidado para luego retirar todo el jabón y espuma con el agua de la regadera.

Salió tomando la toalla que había dejado en el perchero y secó un poco sus cabellos para luego enrollarla alrededor de su cintura y de esta forma salir hasta su habitación.

Tosió un poco, más no le prestó atención, asumía que era una simple alergia que pronto pasaría.
Rebuscó entre sus ropas algo decente para salir y finalmente comenzó a vestirse sin dejar de mirarse al espejo.

- Te ves guapo~

Miró en dirección de dónde provino aquella voz parecida a un susurro que lo llevaba el viento.
Solía pasar de vez en cuando, alguien le llamaba por su nombre más no había nadie o estaba seguro de estar completamente solo, lo curioso era que siempre parecía ser la misma persona, susurrando con la fresca brisa.


Estoy loco.

Devolvió su mirada al espejo y arregló sus desordenados cabellos luego de haberlos secado.
Estaba listo para irse, tomó su billetera y se encaminó a la puerta sintiendo una pequeña ráfaga de aire que no tomó importancia, todas las ventanas estaban cerradas y era simplemente su imaginación.

Asumió.

Más no se esperó que todo comenzará a dar vueltas, el suelo parecía hundirse con cada paso que daba, sus piernas no podían soportar su propio peso por lo cual se vio obligado a apoyarse de la pared más cercana sosteniendo su cabeza con una mano para tratar de apaciguar aquel suceso.

A year with youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora