La copia inexacta

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El trayecto que para mí pareció ser largo, pronto acabo y yo aún seguía sosteniendo la mano de mi guía, Rengoku.

El cielo era aún tan hermoso como lo recordaba, tan pulcro, limpio, blanco y lleno de amor... Me estaba recibiendo finalmente.
Pero no de la forma en la que yo quería.

Los angeles encargados de mantener el orden, algunos que simplemente disfrutaban del solo hecho de existir y otros más encargados de ser guías y protectores en descanso o en espera de sus próximos humanos se hacían a un lado y murmuraban con tan s...

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Los angeles encargados de mantener el orden, algunos que simplemente disfrutaban del solo hecho de existir y otros más encargados de ser guías y protectores en descanso o en espera de sus próximos humanos se hacían a un lado y murmuraban con tan solo verme.

Claro, nadie había visto a un ángel sin alas, uno con marcas en el rostro, ojos rojos cual fiera imbuida en furia y sobretodo, un ángel corrupto.

- ¿Que es eso?
- Un demonio.
- No debería estar aquí.
- ¿Por qué Rengoku-san lo trae de la mano?

Esas y más cosas que no logré escuchar eran las cosas que hablaban los demás angeles.

- Ugh... - Mi cabeza comenzó a doler fuerte. - Fuera, fuera... - Sentía latidos y voces con palabras sin sentido.

Te odian
No te quieren
Das asco
Muere
Cae ante mi

Otras más que no logro reconocer.

- ¡Ya cállense, maldita sea! - Grite y pronto mis ojos, dientes y garras se volvieron más notorias.

Los angeles que nos rodearon extendieron sus alas y más pronto que tarde todos salieron despavoridos de ahí gritando por temor a que yo le hiciese algo.

Yo tambien tengo miedo, no puedo mentir, tengo miedo de lo que soy capaz de hacer estando descontrolado.
No me reconozco.

Mi padre estaba a unos pocos pasos, él se encontraba en un templo tan grande donde podía monitorear a sus preciosos angeles y cuidarlos desde arriba.
Padre, mi querido padre, ayudame por favor, necesito tu inmensa sabiduría para poder salir de esta.

- Estará todo bien, ¿De acuerdo? - Rengoku trataba de mantener la calma en todo momento, admiro esa parte de él.

Me limité a asentir y simplemente seguirle el paso.

Una vez ya frente a las grandes puertas del templo de mi padre, Rengoku quien seguía sosteniendo mi mano la levanto para observarla, tenía pequeñas escamas negras y unas garras afiladas, pero él sonrió con ternura y procedió a depositar un pequeño beso en ella.

- Papá te ayudará a salir de esta, mi pequeño hermano.

Las puertas se abrieron frente a mí dejando ver el celestial templo lleno de libros, pergaminos, nubes suaves en las que siempre amé dormir al lado de mi padre.

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