V E I N T E

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Bea

Hum, nadie importante. No más solo soy el novio que no quiere que un imbécil aprovechado toque a su chica —anuncia una tercera voz que se me hace familiar—. Ya sabes quién soy, ahora lárgate.

Los ecos de recuerdos de la noche anterior llegan a mi memoria provocando un horroroso dolor de cabeza que incluso aún con los ojos cerrados, hace que haga una mueca.

Siento que mi cabeza va a explotar en cualquier momento y ni siquiera he despertado.

Demonios, ¿Por qué me duele tanto?

Si no fuera porque tengo miedo a perderte, te juro que haría cualquier cosa para que sientas lo mismo que yo siento por ti —susurra alguien más—. Bonitos sueños, Pulgarcita.

Voy abriendo los ojos lentamente, adaptando mi vista a la escasa luz, los tenues rayos de sol iluminan de manera bastante vaga la oscuridad en la habitación. Cuando mis ojos logran estar abiertos los dos y no bizquear por la pesadez en mis párpados por el sueño, me siento en la cama bostezando y analizo mi alrededor.

Y esta en definitiva no es mi habitación.

Observo ya con el ceño fruncido el cuarto donde me encontraba; la escasa luz que venía por la ventana a mi izquierda alumbra dejándome ver las paredes azul marino decoradas con una camiseta enmarcada de algún jugador de hockey que parece estar firmada en la pared que puedo ver de frente, unos cuantos sticks de distintos tamaños en la pared derecha, fotografías en la pared cerca del escritorio a un lado de la ventana, del otro lado había una puerta que si mal no veo es blanca y una estantería llena de libros y trofeos brillantes.

Esta no es mi habitación, ¿Dónde rayos estoy?

Es como si la vida quisiera responder mi pregunta, porque algo a mi lado se removió con un gruñido ronco. Giro la cabeza lentamente y lo primero que encuentro es una espalda pálida y desnuda, subo la mirada por la espina dorsal y luego encuentro una cabellera negra azabache, es el aroma que emanan sus sábanas por el que pude deducir quien es el que me da dormido la espalda.

Evan.

Estaba acostado boca abajo, la mitad de su cabeza enterrada en la almohada con uno de sus brazos debajo de la misma y la frazada solo cubría hasta su cintura. Una parte de mi conciencia pensó que Evan es ese tipo de chicos que aún así tenga la peste se verá bien de alguna forma.

Solo que la parte racional y preocupada analizó mucho mejor la situación. Así que tengo una nueva pregunta, ¿Cómo carajo llegué aquí?

Ese dolor de cabeza que traigo solo aumenta cuando intento recordar el cómo terminé aquí y también por el miedo que recorrió mi cuerpo cuando ví lo que traía puesto, ¡Llevo encima solo una camiseta gris! ¡De chico! Dios, por favor, dime qué no es de él.

Mierda, necesito con urgencia saber lo que pasó anoche.

Mi lado histérico está a punto de hacer su gran entrada mientras otra parte de mí intenta hacer memoria de la noche anterior. Vale, que recuerdo bien estar hablando con Remo un rato hasta que esa chica lo invitó a bailar. Sí, sí, eso pasó. Él se fue algo incómodo con ella y me quedé sola, entonces... entonces, unas chicas, ¡Las chicas! ¿Quiénes eran esas chicas?

No, no, eso no importa ahora.

Es bastante borroso el recuerdo pero logro ver con algo de nitidez ese momento dónde aquellas desconocidas me ofrecieron una bebida, me negué muchas veces y ellas insistieron más. La bebida era... era rara, muy dulce pero insistieron en que la siguiera tomando.

Después, después... ¿Qué pasó después?

No, por favor no.

No me digan que me emborraché, ¡Por favor!

Loco Enamorado [Loved #1] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora