Mis palmas no paran de sudar.
Tengo los nervios a flor de piel. A cada quince segundos tengo que pasar mis manos por mis tejanos para secar el sudor que los nervios provocaban.
—Oye, hijo, ¿Estás bien? —me preguntó papá, que camina a mi lado por el sendero de gravilla que va en dirección a la zona de juegos infantiles.
—Sí... sí. Estoy... bien.
Mentiras. No estoy bien. Estoy nervioso de lo próximo que pueda pasar.
Después de la charla con mamá volví a la cocina, le dije a papá que no tenía ninguna tarea de la escuela y que sí estaría bien salir un rato. Ava insistió en que fuéramos por un helado al centro comercial a su heladería favorita: Rainbow Cream, le gusta ir ahí porque la variedad de sabores de helado que tienen es tan grande que puedes pasarte minutos debatiendo qué saber pedir.
Pero le refuté con algo mejor: ir al parque infantil en Evergreen a jugar en los pasamanos. Aceptó al instante.
Como el parque estaba a unos quince minutos a pie, papá creyó conveniente irnos andando. Su manía de hacernos caminar para no ser vagos.
La mayoría de los árboles del parque están con sus ramas desprovistas de hojas y los pocos que aún las conservan las llevan pintadas de un rojo ladrillo, amarillo mostaza y marrón. Treinta y uno de octubre y el otoño lentamente va yéndose para ir dando paso al frío invierno.
Ava va tomada de la mano de papá, haciendo preguntas al azar he inventando un juego con ellas; algo al estilo de «El que responda más rápido, ¡Gana!» y es emocionante. Es como un improvisado torneo de debate.
¿Qué? Me gustaban los torneos de debate, ¿Vale?
En medio de las preguntas al azar de mi hermana, mi teléfono vibra en el bolsillo de mi zamarra. Tuve cuidado de que ninguno viera algo, pero papá y Ava están distraídos: él le cuenta a Ava una historia, (obviamente inventada) de la estatua a unos metros de nosotros del fundador del parque.
Estoy aquí.
Es todo lo que dice el mensaje de mamá. Le respondí con un:
Estamos cerca.
Volví a guardar mi celular.
—... Él era tu tataratataratatara... —y así siguió papá hasta que Ava se echó a reír—... abuelo —concluye.
Obviamente, la historia de que el fundador del parque Evergreen era no sé cuántos «tataras» bisabuelo es mentira. Papá suele contarles esas historias Ava con el propósito de hacerla reír.
Nos detuvimos a pocos metros del parque infantil, dónde escuchamos la risa de los niños y ver a los padres sentados en las bancas supervisando a sus hijos, a algunas mamás con carriolas para bebés.
—¡Vamos a los pasamanos, Evan! —sugiere mi hermana, soltando la mano de papá
—Espera, enana —ella se detuvo antes de salir corriendo—. Ava, papá... tengo algo que decirles...
Ni siquiera había soltado alguna palabra cuando ellos ya no me prestan atención.
Noté que ambos ven un punto fijo detrás de mí, que papá se había puesto más pálido de lo que naturalmente ya es, que Ava tiene los labios entre-abiertos y que sus ojos están empañados.
—Hola —saluda tímidamente su voz detrás de mí.
Papá aún sigue pálido, con los ojos desorbitados por la sorpresa. Sus irises grises ceniza parecían haberse vuelto más claras a la luz del sol que había. Ava de pronto dejó de estar emocionada por los pasamanos para parecer... guao, ni siquiera puedo descifrar lo que podía estar sintiendo mi hermana.
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Loco Enamorado [Loved #1] ✅
Teen FictionC O M P L E T A Evan Ross sentía mucho hacia Beatríz Ferguson. Beatríz Ferguson... sí, lo veía como un amigo. Evan se creaba escenarios dónde imaginaba que era más que un amigo de Bea. Bea estaba rara con Evan. ¿Él? Totalmente enamorado, aterra...