T R E I N T A Y N U E V E

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Maratón 3/¿?

Cómo mamá me lo pidió, no le dije a nadie que hablé con ella. En cuanto llegué a casa fui y me encerré en mi habitación, alegando que tenía demasiada tarea que hacer y muchas cosas que estudiar. Necesito pensar en todo lo que ella dijo.

Nueve años atrás mi mamá había sido brutalmente agredida de forma sexual, a causa ahora padece de un terrible trastorno con el que lleva luchando desde casi una década. Y lo peor de todo: a pasado por todo esto sola.

Un montón de veces me dije que perdonarla sería imposible, que no quería volver a verla, pero ahora... ahora ya ni sé qué pensar y mucho menos no sé qué sentir con respecto a ella. Muchas veces por mi cabeza se pasó la idea de qué todo lo que me dijo haya sido una mentira, que inventó una historia para así tener una excusa que echarme.

Pero entonces viene la imagen de las cicatrices en sus muñecas, la sinceridad y dolor con el que relataba todo.

El saber la verdad no quiere decir que todo el sufrimiento que pasamos solo se resuma a su trastorno. Todos pasamos y estamos pasando cosas horribles, pero más que un gran rencor, me siento mal por ella. No podía evitar sentir empatía hacia mamá. Más allá de que la entiendo demasiado bien, es triste saber que ella esté pasando por esto, por momentos tan difíciles, sola.

El gran rompecabezas que he estado armando los últimos siete años tiene sus últimas piezas. Todo, en realidad... cobra sentido. Aún así, mamá pudo haberse quedado, pudimos haber pasado todo esto como una familia. Las dificultades, las pesadillas, las recaídas... habríamos apoyado a mamá en cualquier momento.

Pero ella solo desapareció.

Resoplo echándome hacia atrás en la silla de mi escritorio.

Mi vista se pasea a lo largo de pared, viendo cada foto que he colgado con el pasar del último año. Las últimas habían sido unos meses, una del campamento que habíamos hecho Andy, Aidan y yo a las afueras de la ciudad. Había sido increíble aunque había hecho un frío horrible, pero pudimos ver el sol salir detrás de las montañas Nevadas y patinar en el lago congelado a primera hora, por lo que pasar frío y haber dormidos todos apretujados en la tienda de acampar valió la pena.

Otra es una de Ava y yo en el jardín de la casa, veinticinco de diciembre en la mañana, narices y mejillas rojas por el frío, pero con grandes sonrisas porque habíamos hecho un increíble muñeco de nieve. Otra es de ese mismo momento, el momento justo donde alzaba a Ava para que le colocara la zanahoria al muñeco de nieve; ella estaba tan feliz.

Y un par más son de mis favoritas, del festival de invierno al que habíamos ido Bea, Aidan y yo a inicios de diciembre. Muchas eran de nosotros tres en diferentes juegos, pero la tira de fotos me había gustado más. Son seis fotos en blanco y negro que nos habíamos tomado Bea y yo en una cabina de fotografías. Ella siempre haciendo sus grandes sonrisas y muecas raras y yo solo riéndome por ello.

Deshacerme de esa tira de fotos sería imposible.

Mi vista pasa de las fotos a los libros y libretas que están sobre mi escritorio, hago una mueca de disgusto. Que pereza estudiar, pero desgraciadamente no tengo más opción.

—Vale, a estudiar, Evan Ross —me digo a mí mismo, tomando mi lapicera—. Quieres estudiar psicología, pues estudia para tu examen de biología.

Ni con eso pude animarme a ponerme a estudiar.

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Lunes a la mañana y estoy seguro que nunca he visto a tantos estudiantes nervioso.

Siendo más específicos, creo que nunca había visto a Bea tan nerviosa.

Loco Enamorado [Loved #1] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora