E S P E C I A L : 10 de septiembre: día mundial de la prevención del suicidio

38 3 1
                                    

Evan

Tenía quince años.

No recuerdo la hora, ¿Media día? ¿Era de noche? Tal vez fue en la madrugada. No lo recordaba.

No recordaba detalles de lo que había hecho ese día, solo recordaba ese momento.

Mi habitación, mi habitación nunca había estado tan oscura, reflejaba como me sentía. Deprimido y dentro de un vacío oscuro donde no veía la luz.

No creí que llegaría tan bajo pero ahí estaba, en el fondo del pozo al que tanto le había temido.

«Te lo mereces -dijo esa molesta voz en mi cabeza- tu madre se fue por tu culpa. Esto es lo que te mereces»

Nada tenía sentido, nada valía la pena. Era deprimente, tenía quince años y debería estar en el punto de creer que podía comerme el mundo, en cambio estaba en la situación de que algo me estaba comiendo a mí, desde lo más profundo de mis entrañas. Era una sensación difícil de describir, lo principal es que no era agradable, era agotadora.

Realmente... me sentía cansado.

Recuerdo haber estado llorando, fue mi actividad favorita durante mucho tiempo. Llorar en la soledad de mi cuarto. Llorar porque no me sentía bien. Llorar porque extrañaba una familia que ya no existía. Llorar porque extrañaba a mi madre. Llorar porque lentamente no le encontraba sentido a mi vida.

Todo era un caos, yo era un caos.

Mi mundo se había vuelto un caos.

Mi mente era un caos.

Sentirse en el vacío es raro. Es como si te desconectaras de todo pero a su vez fueras muy consciente de tu alrededor. De las personas que te rodean, del mundo donde te encuentras pero no... no consideras que mereces eso.

Estar en el vacío es eso, creer no merecer el mundo que tienes afuera. No merecer nada, volverse nada.

Pánico, sentí pánico. No nervios, no miedo. Pánico. Tu corazón late mucho más rápido de lo que debería, tus pulmones exigen más aire y no parece ser suficiente. Tu mente crea miles de escenarios que te aterran, sabes que no van a pasar y, aún así, eres incapaz de creer en eso porque estás convencido de que sí lo harán. Un susurro lo niega insistente, sin embargo los gritos de escenarios surrealistas siempre fueron más fuertes.

Estaba solo en mi cuarto, el rostro húmedo por haber llorado sabrán los dioses cuánto tiempo. Ya no quería sufrir, ya no quería que los recuerdos dolieran. Cada día, cada vez que salía de mi habitación, veía las imágenes de mi madre inconsciente siendo llevada por paramédicos. La última imagen que tenía de ella. Ni siquiera me atrevía a pisar la habitación de mi padre, cada vez que lo intentaba terminaba teniendo una crisis de ansiedad.

Ya no quería pasar por nada de eso.

Tenía quince años cuando decidí que quería estar tranquilo. Tenía quince años cuando ví las tijeras.

Tenía quince años cuando decidí que, la única forma en la que podía estar en paz conmigo, con mi mente y con mi cuerpo, eran dándole fin a todo. Dándome mi fin.

Fue extraño porque la muerte siempre había sido uno de mis mayores miedos, pero en ese momento, mi mayor miedo fue la única salida que encontré.

Es la salida de muchos, una salida que no deberíamos conocer.

Me hice cortes en ambas muñecas intentando llegar a las venas. Brotó mucha sangre, sentí mucho dolor pero a su vez, a mis quince años, creía estar cerca de la tranquilidad que tanto ansiaba.

Entonces papá entró a la habitación.

-¡¡Evan!! -gritó. El miedo en su voz me hizo volver a conectar en la realidad.

Loco Enamorado [Loved #1] ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora