Todos nos quedamos en silencio mirando a Antonio, quién se queda perplejo observando el collar en mis manos.
Sus ojos, como dos farolas enormes que penetran los míos en espera de una respuesta de mi parte.
—¿De dónde lo sacaste, Katrina? —Vuelve y pregunta.
—¿Qué es lo que sabes de el? —Pregunto observándole; mi corazón, palpitando muy rápidamente y mis nervios, muy presentes.
—¿Qué, qué sé de el? —Acerca sus manos y lo toma con sumo cuidado. Sus ojos, clavados sobre el. —¡Claro que sé que es! —Dice con un tono de voz alto; una sonrisa se dibuja en sus labios mientras lo observa sobre las palmas de sus manos.
Rápidamente, el chico de los anteojos rojos, corre hacia la mesa de noche entre las dos camas, abre la última gaveta de abajo y saca unos libros con muchas páginas.
Antonio, coloca el collar sobre su cama a la vez que abre aquel libro, el cuál, se veía muy antiguo y maltratado. Éste, ojea las páginas del libro con mucha prisa y emoción, para luego de algunos segundos, parar repentinamente en una página en específico y apuntarla con el dedo índice.
—¡Aquí está! —Habla, sin sacar los ojos de las páginas del libro, pero, comenzando a caminar hacia nosotros.
Antonio, se me acerca y los chicos rápidamente hacen un círculo alrededor de mí para ver lo que había en aquel libro que nos tenía tan intrigados.
—Mira aquí. —Me muestra la página del libro que tiene en sus manos, la cuál contiene, diferentes dibujos de algunos artefactos muy antiguos. —¿Qué es lo que ves en común con cada uno de estos objetos? —Me pregunta y sube su mirada para verme a los ojos.
Yo, miro aquel libro y analizo los dibujos; y luego de algunos segundos, noto el parecido... todos los artefactos que estaban plasmados en el libro, tenían la serpiente que se muerde la cola, junto con las espadas cruzadas entre sí tras el reptil.
—La serpiente y las espadas. —Murmuro mirando al chico de los espejuelos rojos, a quién se le dibuja una sonrisa en el rostro.
—¡Exacto! —Me señala con su dedo índice luego de chasquearlos. —Todos estos son amuletos, Katrina.
—¿Amuletos? —Pregunto confundida.
—Cada uno de estos objetos, tiene una peculiaridad en especial... —Pasa unas cuantas páginas del libro y se detiene bruscamente en una. —Mira este. —Señala. —Este amuleto, se dice, que si lo portabas contigo, justo cerca de tu cuerpo, no te enfermabas. —Vuelve a pasar varias páginas del libro muy rápido, deteniéndose nuevamente en otra. —Y este de acá, se dice, que si lo portabas contigo, jamás perderías una batalla. —Dice, con un tono de voz de emoción.
Todos, nos quedamos viéndolo impresionados; con nuestras bocas abiertas y nuestros ojos sin parpadear.
Acaso, ¿era posible que algo así existiera?
¿Un objeto, capaz de provocar tal efecto en una persona solo por portarlo sobre sí?
La verdad es que, le creía al chico de los espejuelos rojos; ya que, yo misma, vi con mis propios ojos, como mi tío Alejandro salvó a Jaxon con aquella piedra mágica aquel día.
—¿Qué es lo que hace este? —Pregunta Justin, y Antonio, se da media vuelta con el libro en las manos y le observa.
—No lo sé, ése no está en el libro. —Comienza a ojear las páginas en busca de algo. —He leído este libro ya varias veces, pero, jamás he visto Ése amuleto en particular. —Sigue mirando las páginas del libro.
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Vontrom Wolfrahan ©
Werewolf[Tercer Libro] Se dice que la venganza te consume el alma, pero... ¿Qué te puede consumir cuando ya no tienes una? ¿Cuando has sufrido lo suficiente cómo para que la luz en tu interior de desvanezca, cuando te han pisoteado tanto, que ya no sientes...