Capítulo 37

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Luego de que aquel chico me cayera del cielo, literalmente; mi papá, Cristal y yo, corríamos de callejón en callejón mientras el muchacho me halaba aún del brazo.

Parece, que éste chico se conocía muy bien el pueblo, a juzgar por lo bien que se desplazaba por estos callejones baldíos.

El chico me llevaba del brazo casi a rastras. Estas batas de monjas no eran lo mejor para correr, menos, para ir huyendo de los encapuchados.

Luego de algunos minutos y varios giros por diferentes callejones, el chico se detiene tras un edificio viejo, y lo que parece ser, abandonado.

—¿A dónde vamos? —Pregunto recuperando el aire. Mi papá, cargando a Cristal quien obviamente, no corre a la misma velocidad que nosotros, por lo que ésta necesita un poco de ayuda en ése aspecto.

—Espere un momento por favor... —Camina hacia la cornisa del edificio y asoma su cabeza por ella; observando. El muchacho, se queda callado por unos segundos, para luego, re-incorporarse y comenzar a caminar hacia mi y los chicos. —¡Los perdimos! —Sonríe.

—¿Por qué te perseguían en primer lugar? —Pregunto, viendo, como el chico salta sobre un bote de basura, para luego, brincar hacia el balcón de aquel edificio viejo y bajar una escalera de mano oxidada; de esas que son las salidas de emergencia traseras de los lugares.

—Eso no tiene importancia hermana. —Nos invita a subir haciendo una señal con su mano desde el balcón.

Yo, volteo el rostro y miro a mi padre, quién me dice que no suba negando con su cabeza. Yo, frunzo mis labios ante la indecisión de no saber qué hacer.

A éste chico lo estaban siguiendo los encapuchados; era la pista más cercana que tenía de los Victorian.

Si lograba averiguar dónde se escondían los encapuchados, por ende, localizaría a los Victorian. No podía dejar pasar esta oportunidad, y no lo haría.

—Lo siento. —Murmuro, mirando a mi padre en tanto me encojo de hombros, para luego, dar media vuelta y caminar hacia aquellas escaleras. 

Al llegar arriba, el chico, extiende su mano y me ayuda a dar ése último paso en el escalón; yo me le quedo viendo seria. Éste, ayuda a Cristal quién sube tras de mí, luego mi padre.

Al estar todos juntos en aquel balcón, el chico, procede a subir nuevamente la escalera oxidada y a guardarla en su lugar.

—Disculpas anticipadas; no esperaba visitas. —Dice, quitando una tabla de madera de sobre una ventana en la pared. La ventana estaba rota, sin vidrios ni divisiones; solo el marco desgastado era lo único que quedaba de esta.

Vemos, cómo el muchacho se adentra por aquella ventana hacia el interior del edificio. Éste, una vez dentro, me ofrece su mano para ayudarme a pasar por aquel agujero en la pared, yo se la acepto. Cristal y mi papá entran tras de mí. 

—De verdad hermanas, disculpen este desorden. No sabía que tendría visitas hoy, bueno, nunca las había tenido antes. —Dice el chico, comenzando a recoger latas de refresco vacías del suelo, al igual que algunas envolturas de dulces y comida.

El lugar se veía bastante sucio y polvoriento. Parecía ser un antiguo piso de oficinas abandonadas en las que de alguna forma, éste chico vivía.

En una esquina, pude ver un colchón muy delgado y maltratado en el suelo. Una sábana con agujeros en ella se posaba sobre aquel colchón viejo. Al otro lado del piso, una pequeña silla de madera y una mesa chueca que parecía sacada del vertedero, decoraban el otro extremo del salón.

—¿Vives aqui? —Pregunto, mirando todo a mi alrededor. Mi papá, se para justo a mi lado y lo noto estar en estado de defensa; de protección.

—Sí, esta es mi humilde morada. —Tira las latas de refresco y lo que a recogido, en una esquina. Lo veo sacudirse las manos y comenzar a caminar hacia nosotros.

Vontrom Wolfrahan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora