🔴Capítulo 43🔵 Una disculpa monumental

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El lunes, cuando estoy por entrar a la biblioteca, escucho que alguien me llama. Al voltear me llevo una horrenda sorpresa. Es Dante con una caja de chocolates y lo que parece ser un oso de peluche. 

Tenía tres opciones: ignorarlo y seguir mi camino, golpearlo con mi libro de biología o escucharlo. Por ser una cobarde, escojo la tercera.

Pero no le hablo, solo me cruzo de brazos enseñándole que estoy dispuesta a escuchar.

—Sé que querías ir conmigo a la cena de...

—En realidad tú eras el que quería ir conmigo — le interrumpo seriamente y sin poderme contener —, tú me invitaste en primer lugar.

—Sí, lo sé, es solo que pasó algo con mi chica, Carol. ¿La conoces?

—Sí, he escuchado sobre ella — respondo cortante.

—Me llamó llorando, me dijo que se sentía muy sola — me dice y como no le respondo, prosigue —, ha tenido muchos problemas en casa, y no pude dejarla. Ambos tenemos una historia un poco complicada, pero sabemos que estamos profundamente enamorados.

¡Eso es real solo en tu diminuta cabeza!

—Y no podía abandonarla, tengo prioridades. ¿Me entiendes?

—Oye no te preocupes, lo entiendo — le digo haciendo la sonrisa más falsa del mundo —, hiciste lo correcto, nadie puede contra el poder del amor.

El chico no parece captar mi sarcasmo, al contrario, piensa que me importa lo que le pase con esa chica.

—Gracias por entenderme Nataly, te traje un regalo de disculpa — me sonríe y me entrega la caja de chocolates y el peluche. — ¿Quizás a la próxima podemos ir?

Ni porque me tengan bajo amenaza, ni porque me paguen una suma millonaria. Jamás.

—Oh, lo mejor será dejarlo aquí, no creo que sea buena idea — Dante frunce el ceño confundido.

—¿Por qué? — su expresión me anuncia lo ofendido que esta.

Hora de mi venganza.

—Verás, pensaba cancelarlo desde el miércoles, pero no te encontré. Hable con Alfonso y la idea lo horrorizó — cuando termino de decir eso, la cara de Dante se descompone, el chico palidece en un segundo.

—Eso no es posible — dice incrédulo, alguien parece rebosar de arrogancia.

—Sí, se ofendió muchísimo, jamás lo había visto así — me acercó. — Aquí entre nosotros, creo que no le agradas mucho.

—Pero si él y mi papá son mejores amigos desde la infancia — niega con cada palabra —, hasta me regaló una camisa para navidad, no puede ser cierto...

—Entiendo tu frustración.

—Debería invitarlo a cenar, unos Martinis, quizás eso le gustaría — comenta sonando desesperado.

Algo me dice que Alfonso odiaría eso, el hombre es demasiado frío hasta con su hija.

—Lo mejor será que guardes tu distancia — le aconsejo sonando apenada.

—¿Tú crees? — Me pregunta viéndose aún peor que hace unos segundos.

—Si claro, quizás así le caigas bien — respondo como si me importara.

—Quizás, gracias Nataly — se despide de mí con un asentimiento, da media vuelta y se va.

De nada, imbécil.

Mirada CruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora