🔴Capítulo 42🔵 La mujeres como nosotras, funcionamos mejor enojadas

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Edmon y yo nos quedamos dándole las explicaciones a Janice al final de la clase. Es afuera del polideportivo cuando una voz muy cerca de mí me deja petrificada.

—¿Les gustó mi regalo? — Me dice la tormentosa voz de Cressida —, eso sí que los tomó por sorpresa.

—Un poco — logró decir, intento acercarme a Edmon el cual luce más pálido de lo normal. Y no es de menos, estamos rodeados. Cressida, Karen, Ian y Jeff. Los conozco a todos desde la vez en que Barns me atacó.

—Pero muñequita, eres de pocas palabras — me dice Jeff, con esa asquerosa mirada.

—¿Así son todas las pordioseras de dónde vienes? — Me pregunta Karen haciendo que sus amigos se burlen —. ¿O solo tú?

No les contestó, no les daré el gusto de hacerlo.

—Terminemos con esto Cressida — le dice Ian —, sabes que me aburre.

—Consideren esto una advertencia — nos mira ambos —, la próxima vez que piensen en encubrir a un ladrón no serán sus libros los rostizados. ¿Entendieron?

Ninguno de los dos contestamos a tiempo y eso los enfurece, se acercan más intentando intimidarnos. Y lo peor es que lo consiguen.

—¿Entendieron? — pregunta Jeff igual de enfadado.

—Sí, entendido — dice Edmon sumiso, su comportamiento me preocupa. Creo que está a punto de vomitar o echarse a llorar. Yo no contesto a tiempo, y es eso lo que motiva a Cressida acercarse a mí y tomarme del brazo con fuerza.

—¿Entendiste muerta de hambre? Si no fuera por mi Ska que me ayudó a encontrar al ladrón, te aseguro que no te hubiera dejado en paz. — Su voz es apasionada, disfruta esto —, no me hagas actuar de otras maneras, estuve investigando sobre ti, tienes un hermano pequeño, ¿verdad?

Es ahí cuando se me hiela la sangre y el mundo entero se viene encima. No, Joseph no, de ninguna manera tocarás a mi hermano, chiflada. Primero tendrás que pasar encima de mí. Intento decirle todo eso, pero ninguna parte de mi cuerpo coopera, me quedo tiesa, como estúpida.

—Oh sí, será mejor que te cuides la espalda. ¿Entendido? — Dice dándome un empujón

—Entendido — asiento repetidas veces.

—Ya vámonos de aquí, quién sabe qué enfermedad se nos puede pegar — llama a sus amigos y todos salen por donde vinieron.

Por suerte no había nadie cerca, eso me permite sentarme en el suelo e intentar calmar el temblor de mi cuerpo y el pulso de mi corazón. Algo que siempre me ayudó en mis crisis. Me quedo con la cabeza entre mis rodillas intentando olvidar lo que acaba de suceder, cuando una mano cálida da palmaditas en mi espalda.

—¿Estás bien Nataly? — Es Edmon el que me regresa a la realidad, alzó la vista solo para mirar su rostro preocupado.

—Sí, tranquilo, sé controlar esto — le digo entre respiros.

—Está bien si quieres llorar, solo sácalo. Prometo que esto quedará entre los dos — me consuela sentándose a mi lado.

—No, no puedo hacerlo — los flashes se juntan en mi mente.

—Nataly, no pasa nada si lo haces, es una reacción normal, no te avergüences por llorar.

—Edmon cuando lloro, me desmorono y no puedo darme ese lujo, siempre pasa algo malo cuando lo hago. — Me ve confundido, pero no intenta preguntarme nada más, algo que agradezco.

—Está bien, pero no olvides que siempre tendrás un hombro en el cual apoyarte — me dice dándome un abrazo, que recibo con mucho cariño. Nos despedimos olvidando la situación y me dirijo a la biblioteca.

Mirada CruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora