🔴Capítulo 57🔵 El desalmado consolándome.

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Encuentro un bote de basura y las arcadas no se hacen esperar, dejo ir todo lo que tenía en el estómago. Alguien está detrás de mí, se acerca y me levanta el cabello sudado. No le prestó atención, ya que sigo vaciando mi estómago. Sigo así por un rato, hasta que solo termino escupiendo saliva. Cuando me alejo del bote, los mareos regresan. Mis piernas ceden y me caigo de sentón en el suelo.

La misma persona ahora me está limpiando la boca con un trapo y sigue sosteniendo mi cabello.

—Tienes que tomar agua — me llevo una esperada sorpresa al ver la chaqueta negra de Skandar. Me pasa una botella, la que alejó al instante, soy capaz de vomitar el agua —. Te vas a deshidratar y será peor porque te tendré que llevar a un hospital.

—Lo terminaré vomitando — le digo aguantando mis sollozos.

—Entonces no me dejas más remedio que llevarte a emergencias, en donde te van a inyectar suero, y te aseguro que eso es peor.

Comprensiva tomo la botella y la abro. El primer trago es el peor de todos, casi lo escupo, pero Skandar me pidió que hiciera respiraciones lentas. Le hago caso y así doy el segundo, tercer y cuarto trago, hasta que me termino la botella. Recuesto mi cabeza en una de mis rodillas y me quedo ahí pensando en lo que me acaba de suceder. En lo que me acabo de exponer.

Esto es humillante.

—Me vas a decir que te paso — me susurra de nuevo, me doy cuenta de que también se agachó y ahora está sentado a mi lado —. O tendré que hacerme una idea y te aseguro que no es bonita.

Ahora no sé si está preocupado o dice eso para manipularme, pero mientras más me hago ideas más me duele la cabeza.

—No fue nada, solo que no he comido y me descompuse — le intento decir, aunque no sé si mis palabras han tenido sentido.

—Fue por lo de hace un rato. ¿Verdad? — asiento —. Fue un ataque de pánico.

—No, yo...

—Tuvimos una escena parecida hace no mucho — me recuerda refiriéndose a los hombres que disparó frente a mí —, y no tuviste la misma reacción. ¿Qué fue lo que cambió?

—Yo... yo — intento pensar en una respuesta que lo convenza, pero nada coherente viene a mi cabeza y estoy cansada —, le pase encima el auto a ese hombre, vi su cabeza estrellarse en mi ventana y había mucha sangre — empiezo a relatar, aunque no sé si mi respuesta tiene sentido —. ¿Ese hombre está muerto?

—No tengo la menor idea Nataly, estábamos en el mismo auto — me responde serio —, es eso lo que te tiene así, porque lo atropellaste.

—No es eso... — empiezo.

—Si lo es, pero Nataly tú solo te defendiste — vuelve a susurrarme.

—No me defendí, lo atropellé, lo mate — suelto sin tapujos —, debí ayudarlo, debí llamar a una ambulancia, no sé qué me paso yo... — me quedo sin palabras, las lágrimas salen por sí solas y me recuesto aún más en mi rodilla. 

Lo oigo suspirar.

—No pretendo decirte eso para que te sientas mejor, pero si te sana un poco la conciencia, entonces te servirá — masculla acercándose un poco más —. Esos hombres no tenían buenas intenciones. Ninguno —. Siento su mano tomar mi barbilla, me obliga a verlo —, si hubieran podido te hubieran metido una bala en la cabeza. De hecho, eso planeaban hacer con los cuatro. O quizás algo peor. Quiero que se te meta esto en la cabeza, tú solo te defendiste.

Una vocecilla en mi cabeza me grita que me comporte, que me ponga de pie y actúe como si nada, civilizada. Pero no la estoy escuchando. Al contrario, pienso en esos sucesos del pasado. Otra vez lo mismo, se suponía que esta vez sería diferente. Otra vez. Estoy harta y nada parece mejorarlo.

Mirada CruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora