🔴Capítulo 75🔵Otra sorpresa del desalmado.

1.9K 159 2
                                    

A partir de ahí, el polideportivo se comienza a vaciar. Todos salen en orden a pesar de tener un gran equipo de guardaespaldas. Cuando regresó a la bodega por mis cosas, me topo con que solo las mías siguen aquí.

Las tomó con rapidez y veo mi teléfono, reviso si tengo algún mensaje, solo tengo uno de Edmon. Este se resume en un largo párrafo sobre porque me inventé que estaba enfermo y que le tenía que contar que paso. Bien, pospondré esa explicación para mañana, en lo que me invento una excusa.

Me cercioro que no haya nadie cerca y camino por el atajo, por suerte solo quedan los que vinieron a colocar las sillas.

Todavía seguía ansiosa por la actividad de mañana, pero al ver la cálida actitud de los Cacciatore había logrado tranquilizarme. Aunque me sigue poniendo nerviosa eso de la presentación oficial, al menos no estaré sola.

Tengo que caminar despacio debido a las ramas, casi me tropiezo con dos hace unos segundos.

 Creo que es por tener la vista puesta en el suelo que no me percato de los ruidos provenientes detrás de unos árboles. Es imposible que los recuerdos de la primera vez que pase por aquí no cayeran en mi mente.

¿Y si de nuevo son esos sureños?

No lo pienso dos veces, y doy media vuelta, vuelta que no es completada porque me topo con el pecho de alguien. Tropiezo y casi me voy de espaldas, de no ser porque esa persona me agarra de las manos.

—¡Me asustaste! — grito dándole un puñetazo a Skandar.

Se ríe burlón.

—Pero no me maltrates — me dice sobándose.

—Tú no me metas esos sustos — me cruzo de brazos —, te apareciste de la nada.

—Claro que no, estaba justo detrás de ti — inclina su cabeza —, creo que estabas un poco distraída.

—No estaba distraída, tú fuiste muy silencioso — lo miro, pero no me responde —, tal vez si estaba un poco distraída, lo acepto.

—Lo sabía. ¿Y se puede saber por qué? — alza ambas cejas —. No me respondas, estoy seguro de que estabas pensando en ese pastel.

Sonrió.

—No sabía que eras pastelero, estaba muy sabroso.

—Prefiero el nombre chef, o repostero — me aclara haciendo una mueca.

Frunzo el ceño.

—No te lo tomes a mal — reacciona —, toma el ejemplo de las costureras, ellas odian esa palabra, prefieren modista, todos tenemos esa parte pretenciosa muy dentro.

—Está bien, chef pretencioso — bromeo —, sus pasteles son una delicia, espero que eso te halague — digo exagerada.

—Gracias, pero ya lo sabía — pongo los ojos en blanco —. ¿Tenías planes para hoy?

Lo vuelvo a ver con los ojos muy abiertos.

—¿Por qué la pregunta? — entrecierro los ojos.

—Pues porque vi que tus amigos no están y que estabas vagando sola, como alma en pena — responde —, y me dio lástima.

—Pues tu caso no es diferente al mío — me cruzo de brazos —, no veo a ninguno de tus amigos, aquí y estás solo — como no me responde sigo —. ¿Necesitas compañía?

—Pero qué atrevida eres — su sonrisa se ensancha.

Hago una pausa.

—¡Tú me ibas a hacer la misma pregunta!

Mirada CruelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora