Skandar me da un momento para procesar todo esto, uno que se vuelve incómodo cuando noto que me está viendo. Pero no como si intentara entender mi dolor, no de una forma tierna o empática. Está serio, y con los ojos entrecerrados. Me está estudiando como una rata de laboratorio.
Eso me saca de mis casillas.
—¿¡Y tú qué!? — salto viéndolo de golpe —, ¿te vas a quedar ahí hasta que amanezca? — le digo harta de su actitud. No me responde, solo sigue parado, bajo la penumbra, aunque la poca luz natural que queda me deja ver sus facciones.
>>Si te vas a quedar ahí, por lo menos responde esto — prosigo, dándome cuenta de algo que no me había planteado —. Durante todo este tiempo y esta conversación solo me has hablado de los norteños. ¿Qué hay de ustedes los sureños? — Skandar se acerca y se apoya en el respaldo de la silla —. ¿Acaso solo se han sentado como público? Porque me cuesta creer que no hayan hecho nada.
—Por supuesto que lo hicimos — dice tomándose su tiempo —, tu llegada, las de ustedes dos — se corrige —, fue una sorpresa, nadie lo vio venir. Y la respuesta de Alfonso era breve, querían un hermano para Kalia y les dio pena alejarlo de su hermana mayor — me dice dejándome sorprendida.
—Imagino que ustedes no se comieron ese cuento — le mencionó agobiada.
—Imaginas bien, Sanderson, necesitábamos conseguir información y lo logramos de dos formas — se pasea de un lado al otro, pero sin alejarse de la cama —. Primero contratamos un detective privado, queríamos que averiguara de ti, de tu hermano, de tu pasado — abro más los ojos por su confesión.
—¿Qué? — es lo único que puedo decir.
—Se fue por dos meses a Los Ángeles — sigue sin notar mi humor —, nos traía una que otra noticia, pero de alguna manera Alfonso previó lo que haríamos. Escondió cualquier información, manipulo y soborno a más de la mitad de tus conocidos — se voltea después de entretenerse en la ventana —, a excepción de un par de personas, logramos contactarnos con el juzgado y bueno — me señala la pila de hojas —, ahí tienes lo que logramos conseguir.
Ahora no solo me siento usada, también he sido acosada hasta lo insaciable.
—Hablaste de dos formas — le recuerdo ansiosa —, ¿cuál fue la segunda?
Se toma un momento, camina frente a mí y sonríe.
—Creo que esa ya la sabes — se queda callado quizás esperando que replique, pero escojo no decir nada, eso es señal suficiente para que siga —. Te lo dije antes, si el detective iba a investigar tu pasado, alguien tenía que estar pendiente de tu presente.
—Alguien — repito confusa, pero no me demoró en entender sus palabras —, claro, ese alguien eres tú — la última sílaba la pronuncio como pregunta, como si necesitara una confirmación.
—En efecto — afirma, dejándome de nuevo helada.
Esta vez no fue mi cabeza la que dolía, la que no paraba de dar vueltas. Está vez sentí a flor de piel como mi corazón se rompía en miles de pedazos.
—¿Tú también te acercaste a mí por interés? — preguntó con un atisbo de esperanza de que esto sea una mentira. Creyendo que quizás escuche mal, y lo malinterprete.
Se encoge de hombros —, necesitábamos saber de ti, saber que no corríamos peligro, que no fueses una especie de espía, experta criminal o alguien que pusiera en peligro el acuerdo que tenemos.
—Entonces todo, todo en absoluto fue un acto, los encuentros, las citas, los regalos — digo para mí misma —, solo para asegurarte que no era una criminal.
—Te dije que te necesitaba abordar, me tenía que asegurar que no representaras un peligro — me dice como si se tratara de una charla de sábado.
—¿Y eso lo ibas a lograr con engaños? — me muerdo la lengua para no lloriquear —, ¿mintiendo? ¿Ilusionando? — me agarro de la cabeza —. ¿Qué clase de persona hace eso?
—La que en el futuro tomará el lugar de su padre — se justifica, y se atreve a acercarse quedando en el centro de la silla y la cama —. Necesitaba asegurarme que nadie de mi gente corría peligro, no espero que lo entiendas ahora, pero que en el futuro tengas la suficiente madurez para aceptarlo.
Verlo justificar sus horribles actos, defenderse y creer que todo lo que me hizo no es malo, me saca de mis casillas.
—¡Eres un hipócrita! — alzó la voz —, te la pasas criticando a Fabiola, a Alfonso y tú eres una rata parecida — me secó las lágrimas del cólera que siento —. ¿De casualidad las palabras que me decías estaban escritas en un guion? — me agarró del pelo, desesperada.
—No voy a repetir lo que acabo de decir, solo te voy a pedir que te conformes con tu presente y aceptes tu futuro — ya no logro detectar un humor en su tono, parece un robot programado para hacerme sufrir.
—¡Futuro! — exclamó —, ¿hasta cuándo me piensas dejar ir? — pregunto con miedo a saber la respuesta.
—Se acabaron las preguntas, muchas gracias por tu cooperación Nataly — comienza a reunir las hojas y a juntarlas —, de lo demás me encargo yo.
—¡Respóndeme de una maldita vez bastardo! — digo ignorando sus palabras —, ¿siquiera voy a regresar a mi casa? — me cuesta decir esto último, no sé si todavía debería considerarlo mi hogar.
—Cualquier cosa que necesites, ya sea comer o ir al baño — señala el timbre —, tócalo y Greta vendrá.
—Sácame de aquí Skandar, sácame ahora — gritó tirando de nuevo de la cadena —, no me puedes tener aquí secuestrada...
—Me alegra que te dignes a llamarme por mi nombre — dice metiendo los papeles en el folder. Las fotografías de mis abuelos y las de Dylan y Lenina las apila en la mesa —. Ese es el tipo de confianza que vamos a necesitar, sobre todo para lo que se viene.
—¿De qué carajos estás hablando? — maldigo asqueada por su indiferencia.
—No comas ansias cariño, ya lo verás — recoge la sabana y la deja cerca de mí —, dulces sueños Nataly.
—¡Te odio! ¡Te odio! ¡Te odio! — le grito y derrotada veo como se aleja y se acerca a la puerta.
—Sí, es ese tipo de confianza — asiente, antes de tomar el pomo de la puerta, se vuelve hacia mi —. Te voy a dar un consejo gratis, uno que va a ser capaz de mantenerte con vida — ya no finge amabilidad, esta vez su voz es filosa —. Te has visto envuelta en un mundo sucio, corrupto y desleal. Ya si te lo buscaste o no, es otro tema, el punto es que esta es la vida que te tocó vivir y no puedes luchar contra eso — hace una pausa —. O te conformas o mueres y no intentes luchar por cambiar algo, porque solo vas a terminar mal — eso último lo pronuncia en voz alta.
Sus palabras penetran como agujas en mi piel. Pero no es lo que me dice lo que me deja petrificada. Son sus ojos, su mirada helada. Jamás la había visto así, ¿lúgubre? ¿Terrorífica? ¿Asquerosa? No, es cruel, su mirada es cruel.
—Buenas noches Stella — susurra antes de dejarme sola en esta oscura habitación.
Una parte de mí, si la parte que carece de dignidad, imaginada otro final para esta conversación. Me imaginaba algo parecido a lo que tuvimos ayer, al Skandar de ayer. Un momento que ahora parece haber sido en otra vida, y con otro Skandar. Esperaba que me consolase, que me arropara, que durmiera abrazándome. Porque por un momento sus brazos parecían mi refugio.
Pero la vida tiene siempre los peores planes para mí. Con los ojos hinchados y sintiendo lástima por mí misma, me quedo dormida.
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Vayan a leer el epilogo y el aviso, es super importante.
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Mirada Cruel
JugendliteraturEn la ciudad de Nueva York nada es lo que parece. Y Nataly lo supo muy bien... a las malas. *** Nataly no sabía a lo que se enfrentaría cuando el magn...