La imagen de las mujeres de la manada defendiéndome del supuesto padre de Derek vienen a mi mente, nada de eso pudo ser mentira. Ellas se arriesgaron por mí, no hay falsedad en algo como eso.
—Pero tranquila...—se acerca a mí—, nos marcharemos de aquí. Iremos lejos donde tu madre y ese cazador jamás puedan encontrarte o dañarte. Te protegeré mi niña...
Toma mi mano pero la quito de inmediato. Horrorizada —No. Yo no iré a ningún lado —ella me mira confundida—, mi familia está aquí —apunto al suelo— y regresare junto a ellos.
—Ellos te reemplazaron —reitera y pretendo que sus palabras no me hieren—, si les importaras no lo habrían hecho... Yo soy tu familia...
—¡Basta! —sentencie y la cosas temblaron a mi alrededor— No voy a confiar en alguien que aparece de buenas a primeras diciendo que es familia cuando jamás se preocupó por aparecer antes y me mintió por años —eleve la voz en la última palabra— haciéndome creer que era mi maldita vecina, confié en ti, confié en el Sr.Davis pero mintieron —tenso la mandíbula por mis palabras—, así que no pretendas que diga: Claro me iré contigo lejos y me esconderé como una maldita cucaracha.
—Tuve que mentir, era la única manera de tenerte cerca...—se justifica.
Ignoro sus palabras —Debo irme —ella permanece en su puesto, guarda su distancia y suspira.
—Espera a que tú familiar despierte y márchate entonces...—toma la piedra del tocador y la deposita en mis manos—, no tengo intenciones de poseer la piedra, llévala contigo y deja que los lobos tengan dominio sobre ella... —me mira a los ojos— así como lo tienen sobre ti.
Tense la mandíbula —Es gracias a ti que estoy de pie hoy, y te hago saber que eso no te da ni el más mínimo derecho de hablarme de esa manera —había rabia dentro de mí—. Rectifica tus palabras, porque más equivocadas no pudieron ser...—me acerco hasta tenerla de cerca— Porque mi nombre es Christal Kyteler y nadie tiene dominio sobre mí.
Ella me mira a los ojos anonadada —No lo tuvo tu hija, no lo tuvo el cazador, no lo tienen los lobos, no lo tiene nadie y tú con tus nefastos intentos de cizaña tampoco lo tienen —su expresión cambio y vi el amago en su rostro de responderme pero un gruñido la interrumpió.
Ambas volteamos curiosas por aquel ruido, el corazón se me derritió cuando vi sus ojitos abiertos. Con pereza se estiro como aquellas veces en las que tomaba largas siestas, bostezo y miro a su alrededor confundido.
Chillo al no reconocer nada en la habitación y giro sobre su propio eje hasta que su mirada hoco con la mía. La unión entre un guardián y una bruja era fuerte pero la nuestra era inquebrantable, no hubo día en el que sufrí aquel martirio atrapada en aquel sitio en el que no deseara que todo el dolor que yo sentía él no lo sufriera. El día en que lo vi caer, sentí que arrancaron una parte de mi alma, grite casi desgarrando mi garganta.
Me acerque a el lentamente. Su aspecto había cambiado, ambos habíamos renacido. Pero el renacer no significaba otra cosa más que una nueva oportunidad. Cuando me vio su lenguaje corporal no denotaba otra cosa más que alegría. Lo tome en brazos y pude sentir nuestro lazo, fuerte como siempre fue.
—Ha despertado ya —la mire—, sabes lo que significa...
Asintió seria, olvidándose por completo de cómo es que iba a responderme antes de que Buster despertara. Se marchó cerrando la puerta tras ella para que me cambiara y así lo hice. Titubee sobre ponerme o no aquella capa escarlata que había dejado para mí pero finalmente así lo hice.