Derek
La tensión en la manada era palpable. La influencia de Larisa sobre mí había generado discordia y desconfianza entre los miembros. Aunque algunos me seguían ciegamente, otros cuestionaban mi liderazgo y se sentían desplazados. Mientras tanto, mi mente estaba en un constante conflicto interno.
—¿Por qué todo esto es tan complicado?
Isaac, se acercó a mí con una mirada de preocupación en sus ojos.
—Derek, necesitamos hablar.
Sus palabras no me tomaron por sorpresa —Lo sé, Isaac. Las cosas no están yendo como esperaba.
—No puedo seguir apoyándote si sigues dejándote manipular por Larisa. La manada está sufriendo, y tú estás alejándote de lo que solíamos ser. Esta manada me ofreció un hogar, es una familia para mí. Lo sabes. No puedo permitir que...
—No es tan sencillo, Isaac —lo interrumpí—. Siento que estoy atrapado entre lo que deseo y lo que creo que es lo correcto.
—Entonces, debes tomar una decisión. Si sigues por este camino, podrías llevar a la manada a la desintegración.
—¿Crees que Larisa es la causa de todos nuestros problemas? —pregunté con curiosidad, había una espina en mí que temía que no fuera cuidadoso con su respuesta.
—Creo...—me miró serio— que su influencia ha desestabilizado la manada, y tú —no titubeo al apuntarme— has cedido ante sus deseos. Recuerda quién eres, Derek. Eres un Alfa noble y fuerte, pero estás dejando que tu corazón y tu juicio se nublen.
Ambos giramos la mirada cuando la puerta fue abierta, Larisa traía un semblante en el rostro que no denotaba otra cosa más que furia. Expresión que ya me había acostumbrado a ver en ella.
—Tres guardias del Consejo han sido enviados en búsqueda de las fugitivas... —Isaac y yo cruzamos miradas por las palabras del guardia, Larisa lo mando a callar con la mirada.
—He traído algunos pendientes, debes firmarlos antes de marcharte. Además, tenemos que terminar de repartir tus tareas entre nosotros. —colocó su mano sobre el hombro de Isaac, este la miro y sonrió sin gracia para después alejarse un paso. Sin disimular el desagrado que le tenía.
—Me gustaría no ir a esa reunión...—admití.
—Ni hablar —Larisa se posó a mi lado—, es tradición la reunión de Alfas. Lo sabes.
La miré con cierto sin sabor, mientras ella me sonría de boca cerrada.
—Los pendientes que habrá en su ausencia los hará la Luna —musitó Isaac—, que para eso carga el puesto...
Todos giramos la cabeza a la puerta cuando entraron sin anuncio alguno.
—¿Dónde esta el Alfa?
Jack, el guardia venia tras ella jadeando del cansancio. Mi semblante cambio al instante al reconocerla.
—¿Qué es lo que desea? —Larisa intento acercársele y con el mayor desprecio del mundo ella la miró de arriba abajo, se cubrió la boca con la mano cubierta de guantes de encaje fino para no mostrar una burlesca sonrisa.
—No hablo con sustitutas, discúlpame —avergonzada Larisa bajó la mano con la que pretendía saludarla—. Quiero que detengas la búsqueda —se dirigió hacia mí, dándome una clara orden—, ahora.
Tensé la mandíbula por su petición —¿Qué?
—No finjas demencia lobo, el guardia dijo que las ordenes habían salido directamente de aquí —tomó asiento frente a mí.