Capítulo 53

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Larisa

Cada día se volvía más insoportable por su culpa. A cada paso que daba, sentía su sombra, recordándome que nunca sería suficiente. La presencia asfixiante de esa bruja comenzaba a superarme, siempre me había considerado una mujer dotada de gran paciencia, pero al parecer ella se proponía sacarme de mis casillas.

—La odio, Caleb —murmuré, rompiendo el silencio—. Esa mujer es... es insoportable. Siempre tan altiva. Nunca se cansa de hacerme sentir menos.

Estaba en una cabaña cerca del pueblo donde conocí a mi alma gemela, Caleb. Estábamos recostados en la cama, desnudos y abrazados, disfrutando de la intimidad que nos habíamos regalado.

Caleb me acarició el cabello, sus dedos deslizándose suavemente por mis mechones. Sus ojos, llenos de comprensión y cariño, me miraban con ternura.

—Sabes que no debes dejar que te afecte tanto —dijo suavemente—. Ella solo tiene el poder que tú le das. No permitas que te haga sentir así.

Suspiré, sintiendo un nudo en mi garganta. Era fácil decirlo, pero vivirlo era otra cosa. Cada interacción con ella era una batalla, y aunque me odiaba por ello, a menudo me sentía pequeña a su lado.

—No es solo eso —continué, tratando de expresar la profundidad de mi frustración—. Es la forma en que todos la miran y adoran, como si fuera la salvadora de todos. Y yo... yo siempre soy la intrusa.

Caleb me estrechó con más fuerza, su calor reconfortante envolviéndome.

—Eres mucho más que eso. No necesitas compararte con nadie. Tienes tu propio valor, tu propia fuerza —sus palabras eran un bálsamo para mi alma herida. Deslicé mi mano por su pecho, buscando consuelo en su cercanía—. Créeme que si esa mujer tuviera el poder del que alardea jamás se hubiera marchado con tu llegada, lo que yo creo es que ella teme de ti.

—Es tan difícil. A veces siento que nunca podré escapar de su sombra. Siempre estará ahí, recordándome mis fallos, mis debilidades como ha hecho siempre.

Caleb se inclinó y me besó suavemente en la frente.

—Nunca estarás sola, mi bella Luna. Estoy aquí contigo, siempre, y si ella es un obstáculo para ti —besó mis nudillos— prometo encontrar la forma en la que no pueda dañarte más.

Me quedé en silencio, dejando que sus palabras calaran en mí, buscando la fuerza que sabía que Caleb veía en mí.

—Gracias, Caleb —susurré, mis dedos trazando líneas invisibles en su pecho—. Sé que dices la verdad. Solo... solo desearía poder sentirlo siempre, no solo en momentos como este.

El me abrazó con más fuerza, su calidez irradiando a través de mí.

—Lo sentirás. Con el tiempo, lo sentirás. Hasta entonces, estaré aquí para recordártelo, para levantarte cuando caigas.

Asentí, mis labios encontrando los suyos en un beso suave, buscando consuelo y promesas en su cercanía. El peso de mis inseguridades parecía más llevadero cuando estaba con él, como si su amor pudiera disipar mis dudas.

Después de un rato, me apoyé en un codo y miré alrededor de la cabaña. El lugar donde nos reuníamos tenía un aire acogedor, casi mágico. Me recordaba a los momentos felices que habíamos compartido aquí, lejos de las presiones y las expectativas de la manada.

—¿Recuerdas la primera vez que vinimos aquí? —pregunté, sonriendo ante el recuerdo—. Estaba tan nerviosa, no sabía si vendrías. Fue difícil encontrarte.

Caleb sonrió, sus ojos llenos de calidez.

—Sí, lo recuerdo bien. Los guardias que mandaste no fueron del todo amables.

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