Capítulo 7

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            Estábamos cada uno en la punta de la larga mesa donde se llevaban a cabo las reuniones, él tenía la mirada perdida mientras que mi atención la tenía la puerta a la espera de ver entrar esa mata blanquecina correr a mis brazos. Aina se quedó de pie frente a la larga mesa pese a que había varios sitios vacíos.

Hice una señal para que tomara asiento a mi lado y avanzo confiada, Larisa abrió los ojos cuando la vio sentarse en la mesa, con claro disgusto. La puerta se abrió y entonces lo vi, sus ojos brillaron cuando me vio y apenas avanzo dos pasos hacia mi hablo ella.

—Delta —lo llamo—, trae té para el Alfa —ordeno como si nada, espere un respingo de Derek incluso de Ty por su tono pero nada paso.

La mire con la ceja alzada y ella apretó los labios volteando a ver a Derek en busca de ayuda—Espera Ty... —recalque su nombre mirándola de reojo para que notara mi inconformidad por la manera en la que la llamo.

Ella resopla por lo bajo y se pone de pie resignada a que el no ira por lo que ordeno, Ty toma asiento y no me quita la mirada de encima, luce anonadado por mi apariencia. Algo se remueve en mi regazo tomando mi atención, B tiene la cabeza asomada del bolso donde estaba. Sonrío enternecida y lo tomo en brazos.

Cuando ella regresa hurgo en la bolsa y bajo la atención de todos coloco la piedra sobre la mesa. Me mira horrorizada y cuando sirve el té este se desborda de la taza.

—¿De dónde sacaste eso? —Voltee a verla— El consejo ha enloquecido con equipos de búsqueda para poder hallar esa piedra ¡La manada entera ha pasado noches en vela! —me recrimina con autoridad — Te ordeno que...

Isaac queda estupefacto por su arrebato y se pone de pie —Ha sido suficiente. —ella abre los ojos descolocada por sus palabras, él le devuelve la mirada de manera severa— Debería saber a quién es que se dirige.

Esas palabras parecen arder en su subconsciente. Deja la tetera en el escritorio y voltea a ver a Derek quien aún permanece en completo silencio —No puede hablarme de esa manera Beta.

Isaac tiene tensa la mandíbula la mira con ojos brillantes directamente a los suyos con el ceño fruncido y es cuando yo entro.

—¿Acabo ya, Luna? —Coloque a B sobre mis muslos y lo acaricie con una mano— Recupere la piedra y la traje de nuevo al lugar donde es custodiada —aclare— porque... no es propiedad de lobos —aclare cosa que hizo que la vena en su frente saltara—. Eso es todo.

—¿Se supone que debo creerte? —me miro de arriba abajo sin vergüenza— Después de que fingiste con algo tan delicado como la muerte.

¿Fingir?

Sus palabras queman mi alma, ojala hubiera fingido, ojala todo hubiera sido un invento. Intento tragar el nudo que se me forma en la garganta al recordar todo. Me pongo de pie de manera ruidosa, sostengo a B en un brazo y la encaro. Me le planto enfrente y ella se cohíbe al tenerme en frente durante un segundo pero después recupera la postura.

—Mira Labrisa —estamos casi a la par de altura, probablemente sea más alta por un par de insignificantes centímetros—, no tienes ni la menor idea de lo que ocurrió ¿Oíste? No sabes que cosas tuve que soportar allá y de verdad espero que no lo sepas jamás porque no deseo que nadie sufra lo que... —me quedo callada y cierro los ojos cuando todas las imágenes vienen a mi mente.

Aprieto los labios, suspiro y niego con la cabeza, le pongo la palma de mi mano enfrente. No tenía caso darle explicaciones cuando sabía que evidentemente no tenía idea de lo que decía, salgo de ahí de manera rápida, entro a la oficina de Derek y al hacerlo noto otro escritorio dentro. Abrazo a B con fuerza, y lucho por contener mis lágrimas que desean salir por alguna razón que desconozco. Me acerco hasta el ventanal y observo el cielo estrellado extrañada juro que cuando el sol se ocultó lo vi despejado.

Él es mío Donde viven las historias. Descúbrelo ahora