El llamado a la puerta en la madrugada, debo confesar, no me sorprendió en absoluto. Abrir la puerta y verlo a el parado frente a mí, no me sorprendió ¿Sus palabras? Mucho menos. Era como si lo esperara incluso.
Lucía agitado —¿Todo esta bien? —me vio a los ojos, una necesidad particularmente asfixiante era lo que transmitían.
—No...—confesó. Di un paso atrás dejando la entrada abierta a él.
Volví a la cama bajo su atenta mirada, me deshice de la bata y palmeé el sitio junto a mí.
Permanecimos en silencio, yo acariciando su cabello mientras el estaba recargado en mi pecho.
—Vas a marcharte. —fue una afirmación, una que tardó en soltar, mis movimientos se detuvieron y el se separó de mi para poder verme a la cara.
Me reincorpore en la cama —Debo hacerlo...—hice el amago de tocar su rostro y fue el quien afianzó el contacto acercándose y colocando su mano sobre la mia.
Los sonidos de la sabana de pronto eran mas evidentes debido a nuestro silencio y no fui consciente de nuestra cercanía hasta que ambos buscamos la mirada del otro. Se acercó un poco, cauteloso de mi reacción pidiendo permiso con esos ojos que me derretían el alma cuando estábamos juntos.
Mi respuesta la obtuvo cuando enrede mis brazos alrededor de suyo, acarició mi mejilla con una familiaridad agradable ¿por qué mis ojos se cierran siempre cuando hace eso?
—Christal...—nuestros labios se rozaron mientras el pronunciaba mi nombre en un tono de despedida que ambos teníamos presente.
Unió sus labios con los míos y me permití ser frágil ante el una ultima vez, eso solo fue lo que detonó nuestro deseo. Uno que llevaba reprimido muchos años, uno de un par de amantes que saben que no podrán estar juntos jamás. Se sentía como una oleada de anhelo entre los dos, como revivir el pasado y querer permanecer ahí lejos del presente donde nuestra realidad era un impedimento.
—No sabes cuanto extrañaba esto.
Mi respiración era errática, podía sentir el calor de mis mejillas sonrojadas. La expresión en su rostro, solo me transmitía el autocontrol que estaba teniendo sobre si mismo.
—¿Puedo pedirte una ultima cosa?
—Lo que desees yo...
Hice mi cabello aun lado dejando mi espalda desnuda ante su vista, tomé una profunda respiración y ladeé la cabeza. Mi cuello estaba al descubierto, lista para lo que estaba a punto de suceder. Vlad me miró, incrédulo.
—Vlad...
—Christal, ¿Estás segura de esto?
Asentí con determinación, sabiendo que esto era lo que debía hacer. Vlad se acercó lentamente a mí, sus ojos reflejando un brillo que me hacía sentir idolatrada. Sin decir una palabra, se inclinó hacia adelante y presionó sus labios suavemente en mi cuello. Sentí un breve pinchazo seguido de una sensación cálida y familiar que se extendió desde el lugar donde me había mordido.
Las memorias de nuestra conexión inundaron mi mente, cada momento que habíamos compartido, cada risa, cada lágrima. Cerré los ojos, dejando que la intensidad de los sentimientos que hubo entre nosotros creciera con cada segundo que pasaba. Formando un lazo efímero, consecuencia de su mordida.
Clavé mis uñas en su espalda y me dejé llevar por lo que sentía, disfrutando el uno del otro influenciados por recuerdos y sentimientos del pasado. Nuestros cuerpos se entrelazaron, en una danza íntima y apasionada, como si tratáramos de grabar cada sensación en nuestra memoria.